ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012


A Alba y Andrea, por servirme de inspiración.


Existen derrotas, pero nadie está a salvo de ellas. Por eso es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotados sin siquiera saber por qué se está luchando.


A orillas del río Piedra me senté y lloré. Paulo Coelho

Prefacio


El prado parecía más repleto de gente de lo que jamás lo había estado. Una enorme multitud de vampiros se preparaban para la que parecía ser la lucha final. Les rodeaba una manada de lobos gigantescos dispuesto a entrar en la contienda a la mínima oportunidad.
Mi mano se aferraba fuertemente al pelaje rojizo del lomo de uno de ellos. Ese gesto me daba seguridad y confianza.
Tenía la certeza de que muchos de los allí presentes no saldrían con vida. Probablemente mis padres y tíos pereciesen. Incluso él o yo misma. Pero no iba a estarme parada. Iba a luchar hasta que mi corazón latiese por última vez.
Les veía intercambiar palabras, pero éstas no llegaban a mis oídos. La tensión agarrotaba mi cuerpo. Estaba más que preparada para entrar en acción.
Y en cuanto ví cómo uno de ellos se lanzaba hacia nosotros, no tardé ni medio segundo en responder y lanzarme con fiereza hacia él.




La batalla había comenzado.

Cap. 1 Pesadilla


Me metí en la cama de un salto y le miré con una sonrisa tan enorme que ocupaba casi toda mi cara. Era una rutina que llevaba desempeñando prácticamente desde que nací. Y él sabía lo que eso significaba: quería que me arropase, que se tumbase a mi lado y me contase una de esas historias quileutes que tanto me gustaban. Jacob me devolvió la sonrisa y se acercó lentamente a mi cama con los brazos extendidos y moviendo los dedos.
¡No, Jake! -le supliqué-. Por favor. Eso no. No me gusta. No lo hagas Jake. ¡No!
Pero de nada sirvieron mis ruegos. Él se lanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas. Al final ocurrió lo que tanto temía: me dio un ataque de hipo.
Te dije ¡hip! que no lo hicieras ¡hip! -le dije mientras golpeaba su pecho con mis puñitos, convencida de que apenas lo estaría notando-. Esto ¡hip! es por tu culpa ¡hip! ¡hip!
¡Oh! Vaya... Lo siento. Te prometo que no volverá a pasar.
¡Hip! ¿Me lo prometes?
Te lo prometo. No volveré a hacerlo más... ésta noche.
¡Eso ¡hip! no vale ¡hip! ! ¡Tramposo!
Se sentó al borde de la cama y me tapó la nariz.
Ahora, aguanta la respiración y empuja el hipo muy, muy abajo. Hasta que notes cómo desaparece.
Cogí una bocanada de aire e hinché los carrillos, cerrando los ojos para poder concentrarme en hacer desaparecer esa horrible sensación. Cuando por fin pasó, volví a tumbarme. Jacob me arropó y se tumbó a mi lado.
Y ahora, a dormir.
¡Jo! ¿Hoy no vas a contarme una historia?
Hoy no. Ya es muy tarde. Mañana te contaré una de las largas, ¿vale?
Si no lo haces no voy a poder dormir -le dije haciendo sobresalir mi labio inferior-. Por favor.
¿Cómo lo haces para salirte siempre con la tuya?
Pues porque soy tu princesita y tienes que hacer lo que yo te diga.
Vale, vale -se incorporó e hizo una reverencia-. A sus pies, alteza.
Los dos rompimos a reír. De pronto, Jacob se puso serio y volvió a sentarse rápidamente en el borde de la cama. Mi padre entró pocos segundos después.
Tranquilo, Jacob. Sólo vengo a darle las buenas noches.
¡Papi! -me incorporé y enrollé mis brazos en su cuello-. ¿Dónde está mamá?
Abajo, hablando con la tía Alice.
¿Lo ves, Jake? Mamá y la tía aún no se han ido a dormir. Eso es porque aún no es tarde.
Puso los ojos en blanco.
Cualquier excusa es buena con tal de no dormirte.
Vamos, Nessie, vuelve a la cama.
¡No, papá! Aún no. No tengo sueño -apreté más mis brazos, pero él se deshizo rápidamente de mi trampa y me metió de nuevo en la cama-. ¡Eso no es justo! Eres mucho más fuerte que yo. Vas a ver cuando crezca. No podrás conmigo.
Pues entonces tendré que pedirle ayuda al tío Emmett.
Pues... -no sabía qué responderle. Emmett me parecía excesivamente grande y fuerte. Un recuerdo vino a mi mente. Era un día soleado del pasado otoño. Mi tío jugaba conmigo en el bosque. Los dos estábamos cubiertos de hojas secas. Él estaba tumbado de espaldas sobre la hojarasca y yo estaba de rodillas sobre su pecho, sujetando sus manos mientras intentaba soltarse y quitarme de encima. Pero no podía conmigo. Obviamente, Emmett estaba fingiendo, pero mi padre no tenía por qué saberlo. Coloqué una mano sobre su mejilla para compartir mi visión con él-. ¿Ves? ¡No le tengo miedo!
Tienes razón. Cuando seas mayor nadie va a poder contigo -sonreí triunfal mientras él volvía a arroparme-. Pero aún tienes que esperar un poco para eso. Por ahora, sigo siendo más fuerte que tú.
¡Disfruta mientras puedas! -le dije mientras Jacob trataba en vano de ahogar una carcajada. Le había oído esa frase a Quil cientos de veces y me pareció el momento oportuno para usarla.
¿Qué pasa aquí?
Mi madre asomó la cabeza por la puerta y me miró sonriente. ¡Caray! Ella sí que parecía una princesa. Era la más hermosa de cuantos vampiros había visto, ¡y mira que había visto muchos a cada cual más impresionante! Pero, sin duda alguna, era la mejor. Resultaba imposible apartar los ojos de ella.
Cruzó la puerta y se sentó a mi lado, junto a mi padre, en apenas medio segundo. Coloqué mi mano en su cuello para hacerle saber lo que pensaba de ella, que mostró su perfecta dentadura en una espléndida sonrisa y me abrazó apoyando su frente en mi pecho. Cuando volvió a incorporarse, miró a mi padre y a Jacob con curiosidad.
¿No me vais a contar el chiste? Os he oído reír y no he podido resistirme a venir a ver qué pasaba.
Lo que pasa es que Renesmee no debería pasar tanto tiempo con sus animales de compañía.
Jacob le lanzó una mirada furibunda. Volví a levantarme y le froté el entrecejo para deshacer el gesto de enfado que había aparecido en su rostro. Él se inclinó y me besó en la frente.
Papá está enfadado porque sabe que de mayor voy a ser más fuerte que él.
¿En serio? ¿Y más fuerte que yo también? -asentí pletórica-. ¡Vaya!
¡Y más que Jacob! -recalqué.
Sí, sí. Qué más quisieras -me crucé de brazos y le miré estrechando los ojos para parecer enfadada-. Vale, vale. Tienes razón -dijo alzando las palmas de las manos como señal de rendición-. También vas a ser más fuerte que yo. Vas a ser la más fuerte de todos.
¡Bien! -me lancé a abrazarle y él me estrechó con fuerza-. Voy a ser la más fuerte de todos. Y nunca más podréis obligarme a dormir. Pienso estar siempre despierta y me pasaré las noches con Jake oyendo muchas, muchas historias.
¡Eh! Yo necesitaré descansar -me separé para poder mirarle y fruncí el ceño-. Recuerda que yo no seré tan fuerte como tú y voy a necesitar dormir para reponer fuerzas.
Vale, pero sólo un ratito.
¿Un ratito?
Sí. Como mucho… una hora.
¿Sólo una hora? ¡Puff! Eso es muy poco tiempo.
Mmm… Bueno, pues dos. ¡Pero ni una más! Que luego me aburro sola.
¿Sola? ¡Pero si tienes a tus padres y a los demás! También puedes jugar con ellos, ¿no?
Sí, ya lo sé. Pero contigo me lo paso mejor.
Cogí sus manos y visualicé todas las cosas que solíamos hacer juntos y lo mucho que me gustaba estar con él. Pude ver cómo se sonrojaba mientras volvía a estrecharme fuertemente contra su pecho.
Mi padre se levantó repentinamente tenso sorprendiendo a mi madre, que nos miraba medio embobada. En ese momento no comprendí qué podía pasarle. Ahora sé que debió de leer algo en la mente de Jacob que no le gustó especialmente.
Edward... -mi madre sujetó su mano y le sonrió con dulzura. Cuando pareció relajarse un poco, ella le soltó y se giró de nuevo hacia mí-. Creo que ya es hora de dormir.
Esta vez fue ella la encargada de meterme otra vez en la cama y arroparme.
¿Puede quedarse Jake? -mi padre tensó la mandíbula y él les miró de reojo-. Sólo hasta que me duerma.
Eso deberías preguntárselo a él, ¿no crees?
Ella le miró y ambos intercambiaron sendas sonrisas cómplices. Realmente no era necesario preguntarle nada. Jacob siempre estaba dispuesto a quedarse conmigo. De todos modos, le miré. Él asintió una vez. Mis padres se levantaron.
Buenas noches, mami. Te quiero.
Buenas noches, cielo. Yo también te quiero.
Mi padre se agachó a mi lado y me acarició el pelo.
¿Papi?
¿Sí?
Me alegro de que seas más fuerte que yo.
Estaba convencida de que ése era el verdadero motivo de su enfado y me sentía culpable. Él me besó mientras me dedicaba una de sus sonrisas traviesas. La favorita de mi madre… Y la mía.
Te quiero mucho, princesita.
Vaya... Al final se va a acabar creyendo que es una princesa de verdad —musitó Jacob.
Lo es, Jake -los dos se miraron sonrientes. Le dio un toque en el hombro y se encaminó a la puerta junto a mi madre-. Buenas noches.
Cuando nos quedamos a solas, Jacob apagó la luz y se acostó a mi lado, pasándome un brazo por encima. Era agradable tenerle tan cerca mientras fuera caía la nieve y rugía el viento. Saqué una mano y comencé a enredar mis dedos en su pelo. Hacía tiempo que quería preguntarle algo, pero siempre acababa avergonzándome y dejándolo pasar.
Esta vez, la oscuridad me dio la confianza necesaria.
Jake -aunque todo estaba en penumbras, noté la fuerza de sus ojos clavándose en mí. Tragué saliva y traté de continuar-, ¿puedo hacerte una pregunta?
¡Claro! ¿Qué quieres saber?
¿Tú piensas que soy… rara? -sentí como el rubor se arremolinaba en mis mejillas-. Me refiero a que, bueno, yo no soy como el resto de niños de mi edad.
De pronto me puse triste. Nunca podría tener amigos, ni ir al colegio, ni hacer las cosas normales que hacían el resto de niños. A mis casi ocho años, en apariencia y mentalidad tenía bastantes más. Me sentía un bicho raro.
La mano que tenía apoyada en su antebrazo le hizo partícipe de estos pensamientos.
Claro que no eres como los demás niños de tu edad -mi barbilla empezó a temblar y tuve que luchar contra mis ganas de llorar-. Tú eres mucho más especial.
Sólo lo dices para que me sienta mejor -las lágrimas empezaron a desbordarse-. Sabes que soy rara. Sólo quieres confortarme.
¡No! No digas eso, ¿me oyes? -me apretó contra él-. Tú no eres rara. No lo eres.
Sí que lo soy. ¡Mírame bien! Usáis la palabra especial para no decir la verdad. Y la verdad es que soy rara.
Por enésima vez: tú no eres rara. ¿Te has fijado en cómo te miran todos? ¡Eres un encanto! ¡Qué más quisieran los niños de tu edad que parecerse a ti aunque sólo fuese un poco! Eres lista, pareces mucho mayor y eres muchísimo más hermosa que ellos… ¿Sabes? Pensándolo bien, sí que eres rara. Eres rara porque eres increíblemente especial.
¿Lo dices en serio?
Por supuesto.
Entonces, ¿los demás niños me envidian?
¡Sin duda alguna! ¿Cuántos de ellos pueden presumir de tener a un hombre lobo como mejor amigo?
Mmm… ¿Ninguno?
Ninguno. Sólo tú. ¿Y sabes por qué?
¿Por qué soy especial?
Eso es… Nessie, ni yo ni nadie pensamos que seas un bicho raro. No quiero volver a oírte decir eso nunca más, ¿entendido?
Entendido -me besó en la cabeza y me limpió las lágrimas-. Jake, ¿por qué me siento tan bien contigo? Incluso mejor que con mis padres o con la tía Rose. Pero, ¡eh! no les digas nada de esto a ellos, ¿vale?
Él sonrió. Apuesto a que le habría encantado que Rosalie escuchase lo que yo acababa de decir.
Tranquila, será nuestro secreto -dijo bajando la voz-. Y en cuanto a la pregunta… Bueno. Verás, aún eres demasiado pequeña para entenderlo, pero… Digamos que para mí eres incluso más especial que para los demás. Prometo explicártelo mejor cuando seas un poco más mayor.
Está bien -volví a juguetear con un mechón de su pelo-. ¿Jake?
Dime.
Tú también eres muy especial para mí.
Lo sé -supe que sonreía porque noté estirarse la piel de su mejilla, que estaba apoyada sobre mi cabeza-. Y ahora duérmete, ¿vale? Es muy tarde.
Le obedecí. Morfeo había hecho acto de presencia y los párpados parecían pesarme toneladas.
Esa fue la primera vez que tuve aquel extraño sueño. Supe que estaba soñando porque las imágenes estaban envueltas en la característica bruma. Estaba en el prado donde solía ir a cazar con mi madre y con Jacob. Pero esta vez la escena era bastante diferente. Frente a mí se encontraban Cayo, Marco y Aro. Éste último tendía su mano hacia mí con una sonrisa inquietante. Yo no quería acercarme a él, pero mis piernas avanzaban involuntariamente a su encuentro. El abuelo Carlisle intentaba detenerme, pero antes de que pudiera alcanzarme caía al suelo lanzando un terrible alarido.
Tras los jefes de los Vuturis pude reconocer a mi padre y a mi tía Alice. Pero no parecían ellos. Estaban ataviados con unas largas túnicas oscuras y sus ojos tenían un extraño matiz rojizo. Me miraban inexpresivos, como si fuesen dos estatuas. Su gesto me aterrorizaba. Les escoltaban otros seres vestidos de forma idéntica entre los que se encontraba Jane, que fijaba sus ojos en mí con su habitual sonrisa angelical. Fue entonces cuando comprendí lo que le ocurría a Carlisle.
Me detuve y me giré. A mi espalda se encontraba el resto de mi familia. Emmett, que sujetaba a Esme y a Rosalie, era quien estaba más cerca de mí y también quien parecía más enfadado. Tenía los labios retirados y mostraba toda la magnificencia de su dentadura, dirigiendo una furiosa mirada a aquellos que se encontraban frente a nosotros. A su lado, unos pasos más atrás Jasper permanecía agachado junto a Carlisle, que se aferraba con fuerza a su brazo intentando levantarse. Ninguno de los dos me quitaba los ojos de encima. Justo detrás de ellos estaba mi madre. Al verla sentí una aguda punzada de dolor. Miraba fijamente al suelo y, a pesar de que era un hecho imposible, supe por el temblor de su barbilla que lloraba.
No te lo pienses más, Renesmee -me apremió Aro-. ¿Es que quieres que sufra alguien más?
Le miré confundida y paseé mi vista por los alrededores con ansiedad. ¿Quién había sufrido? Estaba convencida de que no lo decía por Carlisle. ¿Pero entonces…? Al seguir buscando caí en la cuenta de que faltaba alguien. La vista se me nubló y mis piernas comenzaron a temblar de tal modo que a duras penas podían sostenerme. Todo daba vueltas a mi alrededor… ¿Dónde estaba Jacob? ¿Qué le habían hecho?




Me desperté aterrorizada. Jacob se había ido ya y el no verle me alteró aún más. Salté de la cama y salí de la habitación. Todos se me quedaron mirando cuando aparecí por las escaleras. Rosalie se levantó y en un instante me tuvo entre sus brazos. Intenté explicarles el sueño, pero el llanto me impedía hablar con claridad. Aun así, ellos parecieron entenderme. Miré a mi alrededor. Mis padres y Emmett no estaban. Supuse que habrían salido de caza.
¿Quieres que vayamos a buscar a mamá? -me preguntó Esme. Yo negué con la cabeza y oculté el rostro entre los pelos de mi tía. Mi madre quería a Jacob casi tanto como yo. No quería asustarla.
Esto no me gusta -le oí decir a Alice.
Carlisle la miró con escepticismo.
Alice, sólo ha sido un sueño. No debemos darle más importancia de la que tiene.
Acuérdate de Bella, Carlisle. Sus sueños solían cumplirse a menudo. ¿Y si a la niña le sucede lo mismo?
No todos se cumplían -replicó él-. Y los que lo hacían no eran exactamente como ella los soñó.
De todos modos, Alice tiene razón -comentó Esme preocupada-. A mi tampoco me gusta nada todo esto. Creo que deberíamos hablarlo con Edward y Bella y permanecer alerta.
¿Era eso cierto? ¿Los sueños de mi madre se cumplían? ¿Y si Alice tenía razón y a mí me ocurría lo mismo? Mis temblores se acentuaron y comencé a sollozar mientras le transmitía mis miedos a Rosalie.
¡Ya está bien! -pidió ella-. La estáis asustando.
Todos se quedaron callados. Con la cara oculta en el cuello de mi tía, noté sus miradas puestas en mí y el efecto tranquilizante que me estaba mandando Jasper. Esme se acercó a nosotros y Rosalie me depositó con cuidado en sus brazos.
Tranquila, pequeña. No va a pasar nada.
Pero habéis dicho que... los sueño... mi Jacob... -el berrinche me hacía hablar con dificultad.
Nadie va a hacerle daño a Jacob.
¿De verdad?
Te lo prometo.
La dulce voz de Esme, junto a la seguridad que depositó en su promesa y el poder de Jasper, lograron calmarme lo suficiente como para que pudiera volver a dormirme.
Cuando abrí los ojos de nuevo, era mi madre quien me sujetaba entre sus brazos.
¿Mami?
Sí, soy yo, Duérmete otro ratito, ¿vale? Aún es temprano.
Quise contarle mi pesadilla, pero cuando fui a poner mi mano en su cuello, ella me lo impidió.
No te preocupes, cielo, Ya me lo han contado todo -algo me decía que el verdadero motivo de no dejarme enseñárselo por mí misma no era tanto que ya lo supiera como que no quería verlo-. Sólo ha sido un sueño. No debes estar asustada por eso.
Pero tía Alice dijo que a ti...
Tú no eres yo, Renesmee -su voz se elevó de forma brusca. Al ver que me había asustado, sus facciones se endulzaron-. No tienen por qué pasarte las mismas cosas que me pasaron a mí. Sinceramente, espero que no tengas que pasar por casi nada de lo que pasé yo.
Nadie va a hacerte daño, mi vida -mi padre se agachó para estar a mi altura-. Ni a Jacob tampoco, te lo aseguro. Sólo ha sido una pesadilla. Pero te juro que si alguna vez te encuentras en verdadero peligro, yo voy a estar ahí donde me necesites para ayudarte -hizo un gesto con el brazo para abarcar a todos los que estaban en el salón-. Todos vamos a estar ahí.
Traté de sonreírle, pero sólo fui capaz de esbozar una mueca que en nada se parecía a una sonrisa. Por mucho que intentasen consolarme, no iba a estar tranquila hasta que no llegase Jacob.
Debe estar a punto de venir -susurró mi padre-. Vuelve a dormirte. Cuando llegue te avisaré.
Esta vez, mi débil sonrisa fue algo más definida. Cerré los ojos intentando dormir. Los brazos de mi madre se amoldaban perfectamente a mi cuerpo pero, pese a lo cómoda que estaba con ella, eran otros brazos entre los que me habría gustado estar en ese momento. Unos brazos más fuertes y robustos… e infinitamente más cálidos.
Por suerte, no había conseguido dormirme aun cuando le oí llegar. Salté de mi madre a él casi sin tocar el suelo.
Mi respiración se agitó de felicidad y alivio.
¡Hey! ¿Qué haces levantada tan temprano? -me preguntó mientras yo me aferraba fuertemente a su cuello-. ¿Tanto me echabas de menos que no podías dormir? -asentí de forma frenética. A pesar de su tono burlón, su pregunta me pareció una afirmación de lo más apropiada-. Estás bien?
Iba a contarle mi horrible sueño, pero justo antes de que pudiera mostrarle imagen alguna, mi padre me separó de él y me llevó a mi cuarto
¿Se puede saber qué diantres está pasando aquí? -le oí vociferar mientras nos alejábamos a toda velocidad.
Eso mismo me preguntaba yo.
Hasta que no estuve sentada en mi cama, no me di cuenta de que Rosalie había venido con nosotros.
Papi, ¿por qué me has traído aquí? Yo quiero ir abajo. ¡Yo quiero estar con Jake!
Ahora podrás bajar. Pero primero tenemos que hablar con él.
¿Por qué no me has dejado contarle mi pesadilla?
Estaba empezando a sentirme verdaderamente frustrada. Mi padre se inclinó y sujetó mi cara entre sus manos con suma delicadeza.
Verás, Nessie. Ya sabes lo protector que es Jacob contigo y lo influenciable que puede llegar a ser con todo aquello que tenga que ver con su princesita. Si se lo hubieses mostrado, probablemente habríamos tenido que salir tras él para evitar que se enfrentase a los Vulturis él sólo -aunque sabía que estaba exagerando, me estremecí ante la idea y sacudí la cabeza para alejar esa imagen de mi mente-. Es mejor que se lo contemos nosotros -asentí y puse mi mano en su mejilla-. Jacob va a estar bien. Tú quédate aquí con la tía Rose. Enseguida podrás bajar.
Él desapareció tras la puerta y yo me quedé allí, inmersa en los múltiples pliegues de la colcha.
Rosalie intentó jugar conmigo, hacerme mimos, decirme adivinanzas… Pero al ver mi poca predisposición, optó por cogerme en brazos y sentarse en la cama mientras me acunaba como cuando era un bebé. Yo trataba por todos los medios de escuchar la conversación que estaban manteniendo en el piso de abajo pero el sonido me llegaba bastante distorsionado a causa de la distancia. ¡Lo que habría dado por tener el sentido del oído de cualquiera de los allí presentes! En comparación con ellos, me sentía como si estuviese sorda.
Un buen rato después oí sus fuertes pisadas ascendiendo a toda velocidad por las escaleras. Cuando se abrió la puerta, volé a sus brazos por segunda vez. Me apretujó mientras yo le transmitía mi preocupación proyectando en su mente el fragmento de sueño en el que yo le buscaba desesperada.
No hay nada de qué preocuparse, cariño -a pesar de la enorme seguridad que destilaba su voz, noté cómo un escalofrío recorría su cuerpo-. Esas asquerosas sanguijuelas no me tocaran ni un pelo -Rosalie soltó un bufido, pero él hizo caso omiso y siguió hablándome-. Nadie va a hacerme daño, princesita. Pero lo que es más importante: nadie va a hacerte daño a ti.
Me da igual lo que me pase a mí mientras tú estés bien.
En cuanto terminé de hablar me mordí el labio inferior y me giré para mirar a Rosalie sintiéndome culpable por estar preocupada únicamente por Jacob. Pese a que trató rápidamente de cambiar de expresión, la sorprendí mirándonos enternecida. Le sonreí y añadí:
No quiero que os pase nada a ninguno por mi culpa.
Tú no tienes la culpa de nada, tesoro -dijo ella acercándose a nosotros-. Además, sólo ha sido una estúpida pesadilla. No entiendo por qué le dan tanta importancia.
Jacob la miró sorprendido.
¡Vaya! Creo que es la primera vez que estoy de acuerdo contigo en algo -ella le sonrió muy pagada de sí misma-. No sabía que las de tu clase pudieseis decir cosas tan coherentes.
¿Las de mi clase?
Sí, ya me entiendes. Me refiero a las… rubias.
Ella volvió a besarme y, poniendo los ojos en blanco, me besó en la parte superior de la cabeza y salió de la habitación murmurando algo así como: “Maldito perro pulgoso”. Jacob se tronchaba de la risa y yo les miraba tratando de comprender por qué se llevaban tan mal.
¡Ups! Se me había olvidado por completo… Oye Ness, ¿sabes que ha venido conmigo alguien que quiere verte?
¿A mí? -intenté hacer memoria, pero juraría que le había visto llegar solo- ¿Quién es? ¿Le conozco?
Sí, claro que le conoces. Te está esperando fuera.
¿Fuera? ¿Y por qué no le dices que entre?
Mmm… Digamos que no es buena idea.
Me quedé pensativa durante un rato. Ladeé la cabeza y me toqué la barbilla, igual que le había visto hacer a él cuando tramaba algo. ¿Por qué quien fuese no iba a poder entrar a verme? ¿Cómo iba a preferir alguien quedarse fuera, con el frío que hacía, en lugar de entrar en casa?
Entonces caí en la cuenta. ¡Claro! ¿Cómo no se me habría ocurrido antes?
¡Es Leah! ¡Es Leah! -coreé- ¿A que sí? ¿A que es ella?
¿Cómo narices has podido adivinarlo? -parecía realmente sorprendido, lo cual me pareció a la vez absurdo y divertido.
¡Fácil! ¿Quién si no ella no iba a querer entrar?
Cierto… -su cara adoptó un gesto tan estúpido que me hizo romper a reír-. Bueno, ¿bajamos o no a verla?
Me separé de él y comencé a tirar de su mano con todas mis fuerzas, pero no se movió ni un milímetro. Le miré de forma interrogativa. Él me pegó a su pecho con un leve tirón y me alzó del suelo.
¿De verdad piensas que voy a dejarte salir así con el frío que hace? ¿Es que quieres que tu madre acabe conmigo?
Se acercó al armario, lo abrió y cogió mi anorak y unos calcetines gruesos. Me puso de pie sobre la cama y me colocó el abrigo sobre el pijama. Tuve que sujetarme a su hombro mientras me ponía los calcetines y remetía en ellos la pernera del pantalón. Cuando acabó, me examinó sonriente y me montó a caballito.
Ahora sí podemos bajar.

Cap. 2 Leah


Apenas fui consciente de cuándo y cómo habíamos llegado a la calle hasta que noté el gélido viento dándome en la cara. Pero el frio me daba igual. Estaba ansiosa por ver a Leah.
Nuestra relación había dado un giro de ciento ochenta grados. Si bien al principio ella se negaba a tener cualquier tipo de contacto conmigo, al igual que con el resto de mi familia, la cosa cambió radicalmente cuando, tres o cuatro años atrás, ella me salvó la vida.
Había salido de caza con Jacob y el resto de la manada. Leah también venía, pero se mantenía a una distancia considerable de mi posición –o eso pensaba yo-. Persiguiendo el rastro de un ciervo me acerqué demasiado a los acantilados… tanto que cuando quise darme cuenta, estaba colgando de uno de ellos. No pude frenarme a tiempo y caí al vacío, con la suerte de que pude sujetarme al saliente de una roca. Mis pequeñas manitas se aferraban a él desesperadamente, pero apenas me quedaban fuerzas y las pocas que me quedaban las usaba para llamar a Jacob. Su aullido ahogado sonaba demasiado lejos como para que pudiese llegar a tiempo.
Fue entonces, a punto ya de soltarme, cuando unas manos sujetaron las mías y me depositaron en tierra firme. Yo mantenía los ojos fuertemente cerrados, por lo que me abracé a mi “salvador” sin detenerme un instante a ver quién era, pero dando por hecho que era uno de los lobos.
Mientras, los aullidos de la manada sonaban cada vez más cerca. Sobre todo aquellos que mejor conocía.
Me sorprendí cuando escuché que la voz que me consolaba era la de una mujer. Y la sorpresa fue aún mayor cuando abrí los ojos y vi que quien me hablaba era la mismísima Leah Clearwater.
Las anteriores ocasiones en las que había coincidido con ella, se había limitado a mantenerse alejada de mí y a fulminarme con la mirada. Por eso, jamás habría podido pensar que aquellas palabras tan dulces saliesen de sus labios, y menos aún que estuviesen dirigidas a mí.
Jacob llegó varios segundos después exhalando un largo y agudo aullido. Al estar él en su forma animal y Leah en la humana, no le había sido posible comprobar si había llegado a tiempo de salvarme hasta verlo con sus propios ojos. Mientras yo seguía abrazada a ella, me di cuenta de que mi amigo evitaba mirarnos. En un principio creí que se debía a la culpabilidad, pero al ir a poner mi mano en su pecho para hacerle ver mi agradecimiento, descubrí que Leah estaba desnuda. Debía de haberse transformado en humana para poder ayudarme mejor. Le di las gracias apretando aún más mi abrazo y proyectando en su mente el momento en que me salvó. Después de la sorpresa inicial, rió cálidamente y me acarició el pelo mirando a Jacob de forma autosuficiente. Él permaneció a nuestro lado, gimiendo, con las orejas y la cola caídas. Me acerqué a él y me puse de puntillas para poder hundir mis manos en el pelaje de su cuello, intentando consolare. A nuestras espaldas, Leah volvió a adoptar su forma animal y se internó en el bosque a toda velocidad.
Desde ese día, siempre que salía con la manada a cazar –lejos de los acantilados, por supuesto-, ni ella ni Jacob se separaban de mi lado. Se convirtió en una gran amiga. Nos encantaba hacer rabiar a Jake. La relación entre ellos también cambió a mejor. Él sentía que siempre estaría en deuda con ella por haberme salvado. Y ella se lo pasaba genial recordándoselo.
Obviamente, esta historia es algo que mi familia ni siquiera sospecha. Se lo hemos ocultado incluso a mi padre, aunque pueda parecer imposible, evitando pensar en ello en su presencia. Todos creen que Leah acabó rindiéndose a mis encantos, al igual que le ocurría a todo aquel que tenía contacto conmigo.
Sin embargo, a pesar de la fuerte amistad que nos unía, su aversión hacia el resto de mi familia continuó intacta. De ahí que cuando quería verme, le pedía a Jacob que me llevase a La Push o, como en este caso, que me sacase fuera de la casa, incluso sabiendo que si quería entrar iba a ser más que bienvenida. Se lo habían repetido infinidad de veces, y Esme había hecho hasta lo imposible por lograrlo. Pero no había manera.






Forcejeé con Jacob hasta que conseguí que me dejase en el suelo y corrí hacia ella, que estaba agachada y me esperaba con los brazos abiertos. A pesar del intenso frío y de que todo se encontraba cubierto de nieve, iba vestida con unos pantalones cortos de color crema y una camiseta negra de tirantes. Su piel ardía y yo me cobijé en ella. Me levantó del suelo y sacudió la cabeza con pesar.
Desde luego, cada día dudo más que haya un cerebro dentro de esa cabezota -su voz sonaba cargada de reproche. Tocó mis calcetines, que se habían empapado por completo a causa de mi carrera sobre la nieve-. ¿Cómo se te ocurre sacarla así de casa?
Él la miraba como si estuviese hablándole en un idioma desconocido.
¿Se puede saber qué mosca te ha picado?
Que tú no tengas frío no significa que no la haga. ¿Por qué no la has vestido en condiciones? ¿Ni siquiera has sido capaz de ponerle unos zapatos? Como enferme no va a hacer falta que los… -me miró y tragó saliva antes de corregirse-... que sus padres te hagan nada. Yo misma me encargaré de darte tu merecido.
Pero si no tengo frío, Leah, de verdad.
Intenté que mi voz sonara lo más convincente posible, pero los tiritones me delataban. Cierto que mi temperatura corporal era algo superior a lo normal, pero aquel día era especialmente frío. Ella me apretó aún más.
¡Eh! A mí no me cargues con todo el marrón -intentó defenderse-. Si no fueras tan extremadamente orgullosa, entrarías a verla en su casa en vez de hacerme sacarla a la calle con este tiempo.
Ambos mantuvieron una larga y silenciosa lucha de miradas.
No te enfades con Jake -le pedí apartándole el pelo para poder verle la cara. Se lo estaba dejando un poco más largo y ya le llegaba por la barbilla-. Él quería vestirme, pero yo salí corriendo a verte y sólo pudo coger el anorak y los calcetines- mentí.
Jacob me guiñó un ojo con tan mala suerte que ella le vio.
Me parece lamentable que tengas que escudarte detrás de una niña. Pero bueno, no sé por qué me sorprendo… -sus ojos se volvieron súbitamente dulces cuando se fijaron de nuevo en mí-. Sabes que no te haría salir de casa con tanto frío, en eso debo asumir mi culpa -endureció la voz al pronunciar esa última frase-. Pero hoy tenía que hacerlo.
¿Qué? ¿Echabas de menos el maravilloso olor que rodeas estos parajes y no has podido evitar venir?
Leah rugió y apretó los dientes con tanta fuerza que temí que fuese a partírselos.
Sólo espero que cuando la niña crezca, tenga la suficiente inteligencia como para no conformarse con un tipejo como tú, Jacob Black -él respondió a su mirada de furia con una enorme sonrisa-. He venido a despedirme.
La mandíbula de Jacob se desencajó y sus ojos se abrieron de par en par. Yo la miraba con la barbilla temblorosa y no precisamente por el frío.
¿Que te vas? ¿Por qué? ¿Dónde?
Yo no quiero que te vayas. Quiero que te quedes conmigo y con Jake.
No puedo, Nessie -volvió a mirar a Jacob, que se había quedado petrificado-. Tengo que irme. Necesito salir de aquí.
No… Yo no… No lo entiendo —logró articular al fin—. ¿Por qué ahora? ¿Ha pasado algo? No sé, ¿tienes problemas con tu madre o con Seth?
De ser así lo sabrías. Es decir, lo sabríais -hizo un movimiento rápido con la cabeza en dirección a La Push-. Mi tío Ken me ha conseguido un puesto de trabajo en su ciudad. Me voy mañana.
¿Y no será peligroso? Quiero decir, que con tu carácter…
No te preocupes, llevo preparándome mucho tiempo -contestó con una risilla nerviosa-. Mis accesos de ira están bajo control.
¿Lo sabe Sam? -ella apartó la vista y la clavó en el suelo-. Ya veo. Es por él, ¿verdad?
Siempre es por él, Jake. Ya deberías saberlo.
Su barbilla también temblaba. Se la acaricié con la yema de los dedos y ella me dedicó una sonrisa forzada. Nunca la había visto tan hundida. Si por algo destacaba Leah era por su entereza. Pero ahora parecía a punto de romperse en pedazos. Le limpié las lágrimas que habían empezado a descender por su cara y ella sujetó mi mano y la besó.
La boda es dentro de unas semanas. Llevan posponiéndola durante todo este tiempo y sé que es por mi culpa. Han estado esperando a ver si ocurría el milagro de la imprimación... Como si eso fuese a ocurrirme a mí...- añadió a media voz-. Creí que ya lo había asumido y que podría soportarlo. Pero lo único que estaba haciendo era engañarme a mí misma… Lo he probado todo para olvidarle, ¡todo! Y no me ha servido de nada. Sólo me queda ver si es cierto eso de que la distancia hace el olvido.
Y, ¿dónde vive ese tío tuyo?
En Swindon -en nuestras caras debía de leerse que no teníamos ni idea de dónde estaba eso-. Es una ciudad pequeña. Está muy cerca de Londres.
¡Caray! Sí que te vas lejos.
Yo les observaba sin saber muy bien qué hacer o qué decir. No quería que Leah se fuese pero, a pesar de su eterna máscara de súper-mujer, había visto en innumerables ocasiones como sus ojos se entristecían cuando veía a Sam o, simplemente, oía hablar de él. En la manada debían de saberlo mejor que yo, incluso el propio Sam. Tampoco debía de ser fácil para él vivir cada día con la certeza de que era el único responsable de ese sufrimiento, ni ver cómo Leah se iba resquebrajando un poco más a cada momento. Lo que no lograba explicarme era cómo ninguno sabía nada acerca de su marcha. Probablemente, ella había evitado por todos los medios pensar en ello para evitar que lo descubriesen.
Te voy a echar de menos -le dije.
Quería lo mejor para ella. Quería que fuese feliz, y si para eso tenía que mudarse a miles de kilómetros, estaba más que dispuesta a aceptarlo.
Gracias, cariño y… Siento mucho todo el daño que haya podido causarte en el pasado.
¿Daño? -volví a mostrarle una vez más ese recuerdo que tan a fuego se había grabado en mi mente: el de aquel día en el que me salvó la vida-. Tú nunca me has hecho daño.
Prometo venir a visitarte… Quiero decir, a visitaros -tendió la mano hacia Jacob, que se la apretó con cariño-. Pese a todo, creo que voy a echarte de menos más de lo que nunca llegué a imaginar.
Sí, creo que sé cómo te sientes al respecto -se carcajeó.
Mantenme informada de todo lo que vaya ocurriendo -le pidió palmeándome la pierna. Incomprensiblemente, Jacob enrojeció de súbito-. Espero de corazón que todo os salga bien.
Ambos se abrazaron dejándome a mí en medio. Me sentía como si estuviese atrapada entre dos estufas. Y era muy agradable, pues el frío estaba empezando a calarme hasta los huesos. Un inoportuno escalofrío rompió la magia del momento. Leah me trasladó a los brazos de Jacob y besó mi frente.
Llévala dentro, está muerta de frío -él me abrazó intentando cobijarme-. Adiós, Nessie. Espero que volvamos a vernos pronto. Y en cuanto a ti… -acarició la mejilla de Jake-. Ya va siendo hora de que te cortes el pelo, ¿no? -intercambiaron una sonrisa cómplice-. Cuídate mucho, Jake. Y cuida mucho de ella.
Lo haré.
Vamos, entrad en casa o vas a tener que descongelarla.
Comenzamos a andar. Yo no dejaba de agitar mi mano en señal de despedida mientras las lágrimas me cegaban. Justo cuando llegamos al porche de la entrada comenzó a caer una fina lluvia. Permanecimos allí de pie, observando cómo Leah se alejaba hasta que la perdimos de vista cuando se internó entre los árboles.
Antes de cerrar la puerta, un prolongado aullido lastimero me hizo estremecer.
Adiós, Leah. Cuídate tú también.

Cap. 3 Cambios


Aquella noche aún estaba despierta cuando se marchó Jacob. Mis padres se habían ido a su cabaña hacía horas y en el piso de abajo reinaba un silencio absoluto.
Fuera, el viento y la lluvia parecían haberse puesto de acuerdo para derrumbar la casa. Las luces del jardín hacían que las ramas de los árboles proyectasen espeluznantes sombras en las paredes de mi habitación. Pero yo no tenía miedo. ¿Cómo iba a tenerlo cuando las criaturas más peligrosas de la zona eran mis familiares y amigos?
Me levanté y miré por la ventana. El viento soplaba con tanta violencia que parecía estar manteniendo una lucha a muerte con un pequeño manzano que se doblaba de tal forma que me sorprendió que no se hubiese tronchado.
Sopesé durante un rato la posibilidad de ir en busca de la tía Rosalie para contarle que no podía dormir. Ella era una de las razones por las que prefería pasar las noches en la enorme casa blanca en lugar de hacerlo en el acogedor refugio de mis padres. El otro motivo –el principal- era Jacob, quien detestaba estar conmigo cuando mi padre estaba cerca escudriñando entre sus pensamientos.
Al final decidí volver a la cama, situada en el centro del dormitorio que antes había pertenecido a mi padre. Estaba segura de que mi falta de sueño se debía a la repentina marcha de Leah y al malestar que ello me provocaba. Me arropé hasta el cuello y fijé los ojos en la chimenea. Carlisle la había dejado encendida, no sólo por el frío. Sabía lo mucho que me gustaba el fuego y el efecto relajante que éste tenía sobre mí. Era probable que Jasper le hubiera informado sobre mi estado de ánimo. El fuego siempre me había resultado algo hipnótico. Podía pasarme horas mirando el restallar de las llamas casi sin pestañear. Al final, conseguí dormirme.
Pasé una noche horrible. Me dolían todos y cada uno de los huesos. Me despertaba cada dos por tres con la sensación de haber tenido una espantosa pesadilla de la que no lograba recordar nada.
Una de las veces en las que me desperté sobresaltada, una luz mortecina entraba por el ventanal iluminando tenuemente la estancia. Estaba amaneciendo.
Me dispuse a bajar para tomar un vaso de sangre y aliviar así la sequedad que me quemaba la garganta. Pero al ponerme en pie todo comenzó a dar vueltas. Las piernas no me respondieron y me precipité hacia el suelo logrando llamar a Rosalie justo antes de perder el conocimiento.
Cuando volví a despertarme estaba de nuevo en mi cama y tenía a toda mi familia a mi alrededor. Mis padres y Rosalie estaban a mi lado, junto a Carlisle; Emmett me miraba fijamente desde la ventana con expresión contrariada. Pero quien más me preocupaba era Alice que, apoyada en la puerta con los ojos cerrados y flanqueada por Jasper y Esme, parecía estar haciendo un esfuerzo titánico por conseguir ver algo que se le resistía. Intuí que ese algo tenía que ver conmigo, pues varias veces la había oído quejarse de que, a causa de mi fuerte amistad con Jacob, le era imposible visualizar nada en relación con mi futuro.
Renesmee, ¿estás bien? —Carlisle puso su mano sobre mi frente—. Su temperatura ha descendido —informó.
Pensé en lo sencillo que tenía que resultarle constatar este hecho gracias a su casi inexistente temperatura corporal. Así que a eso se debía la terrorífica noche que había pasado, a la fiebre. En fin, al menos mi cerebro parecía estar en perfectas condiciones a pesar de la banda de percusionistas que se había alojado en mi cabeza.
Cielo, ¿cómo estás? -esta vez fue mi madre la que habló-. Nos has dado un susto de muerte.
Sonreí interiormente ante lo absurda que sonaba esa frase puesta en boca de un vampiro. Mi padre también sonrió mientras me acariciaba el dorso de la mano. Todos, excepto Alice que seguía concentrada, me miraban. Parecían estar impacientes, casi ansioso por algo que no lograba entender. Yo permanecía allí tumbada, preocupada únicamente por una cosa
Tranquila. Ya viene de camino.
Miré a mi padre, que sujetaba mi mano con delicadeza, como si temiese reducirla a cenizas con la más leve presión.
¿Qué me ha pasado?
Me quedé paralizada al escucharme y me llevé la mano que tenía libre a la garganta. Mi voz era diferente. Había adquirido una tonalidad distinta. Su sonido infantil había dado paso a uno más armonioso, más adulto. Todos seguían observándome en completo silencio.
Mis ojos volaron hacia Carlisle.
Verás, Nessie. Esta noche han tenido lugar una serie de cambios en ti.
El acelerado sonido de mi corazón me indicó que el cambio al que se refería no era el que yo había temido en un primer momento.
Pero, ¿qué cambios? -pregunté aterrada-. Hay algo mas además de mi voz, imagino…
Más silencio.
Bueno…-todos parecían dudar acerca de qué y cómo decirme lo que pasaba, así que fue Emmett quien tomó la palabra-. Pareces haber crecido diez años de golpe.
Le miré aterrada. ¿Diez años? ¿De golpe? Intenté ponerme en pie, pero Carlisle me lo impidió empujándome suavemente, pero con firmeza, hasta que volví a tumbarme.
Es mejor que sigas acostada, cariño. Aún estás muy débil.
¿Débil? Eso no podía ser verdad. Sentía fluir una fuerza demoledora por cada terminación nerviosa de mi cuerpo.
Quiero verme —insistí—. Por favor, necesito hacerlo.
Ya tendrás tiempo. Ahora debes descansar.
La voz de Esme tuvo sobre mí un extraño efecto calmante. Aunque lo más probable es que Jasper estuviese haciendo de las suyas.
Mi padre se levantó de golpe.
Jacob está llegando -anunció.
Se dirigió a la puerta. Mi madre fue tras él y le detuvo.
Edward, hazlo con delicadeza, por favor.
Él la besó y salió, y ella volvió a sentarse en la cama, a mi lado. La habitación volvió a quedarse en silencio, por lo que me resultó más sencillo escuchar la conversación que mi padre y mi amigo estaban manteniendo.
¿Y ahora qué pasa? -le oí preguntar- ¿Es que he vuelto a pensar en algo que te ha molestado? Ya estoy empezando a hartarme de tus excursiones por mi mente.
Jacob, antes de que veas a Renesmee tengo que hablar contigo. Esta noche ha pasado algo y…
¿Qué le ha pasado? ¿Está bien? -parecía estar al borde de la histeria-. Si ha sido por el frío de ayer, yo…
Tranquilízate, Renesmee está bien. Es sólo que está algo… cambiada.
Explícate, ¿quieres? No estoy de humor para adivinanzas.
Lo siento. Estoy intentando hacerlo lo mejor que puedo.
Pues esfuérzate un poco más, si no es mucho pedir.
Su voz sonaba excesivamente alterada. Podía oír el sonido de su respiración. Tenía el corazón desbocado. Ambos sonidos me llegaban con absoluta nitidez, como si tuviese la cabeza apoyada en su pecho. Seguramente mis sentidos, ya desarrollados de por sí, se habían agudizado.
De acuerdo -continuó mi padre-, iré al grano si es lo que prefieres.
Bien, parece que nos vamos entendiendo.
Voy a pedirte que no me interrumpas hasta que haya terminado. Después podrás hacer todas las preguntas que quieras, ¿entendido? -se produjo un breve paréntesis que traduje como una afirmación de Jake-. Esta noche Nessie ha sufrido una serie de cambios. Carlisle está intentando averiguar cómo se han producido tan deprisa, pero aún no ha llegado a ninguna conclusión -una risa ronca estalló en su pecho-. Tranquilo. No le han salido tres ojos ni nada por el estilo. Es sólo que… Digamos que ha dado un pequeño estirón.
Pero eso le lleva pasando desde que nació. Ya estoy más que acostumbrado. No entiendo que hayas montado este circo por una bobada como esa.
Esta vez el cambio ha sido un poco más… brusco.
Otra pausa. Mi padre debía estar estudiando las reacciones de Jacob. Yo temblaba de los nervios. ¿Tanto había cambiado? Miré mis manos. Mis dedos se entremezclaban con los de mi madre y a duras penas podía distinguir cuáles eran los de cada una.
¿Cómo de brusco?
Bastante… Jacob, te ruego que seas discreto. Está muy asustada y no le haría ningún bien que la alterases aún más… No te preocupes, ella está perfecta. Te lo prometo.
Tras una nueva pausa, le oí subir las escaleras y aproximarse. El pomo de la puerta giró con una desquiciante lentitud. Clavé los ojos en la ventana. Mi madre soltó mi mano y me acarició la cabeza antes de salir seguida por todos los demás.
La puerta se cerró.
Yo me negaba a volver la vista. Temía ver la reacción de Jacob ante mi nuevo cambio. El silencio, la tensión y el persistente golpeteo de los tambores en mi cabeza junto con el dolor que éstos me producían, me estaban volviendo loca. Podía oir sus latidos acompañando a los míos en una desenfrenada sinfonía y el sonido de su saliva bajando atropelladamente por su garganta. Oía también sus pasos acercándose a mi cama. Carraspeó y volvió a tragar saliva.
¿Ness?
Era incapaz de mirarle. Finalmente llegó a mi lado. Como ya me había ocurrido en otras ocasiones, noté cómo sus ojos se incrustaban en mí intentando atraer mi mirada. Pero los míos seguían fijos en el bosque del exterior. Se sentó a mi lado y sujetó mi barbilla con la misma delicadeza con la que mi padre había tomado antes mi mano. Era como si temiesen romperme. Giró mi cabeza y me obligó a mirarle. Yo intenté resistirme, pero acabé cediendo. Con una dulzura infinita limpió las lágrimas que resbalaban por mi cara. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando. Al encontrarme con sus ojos, vi que tenían un brillo indescifrable. Estaba sonriendo.
¡Jo, tío! Cuando tu padre me dijo que estabas perfecta, no tenía ni idea de que se refería a esto.
Jacob, por favor -me esforcé por volver la cara, pero él la tenía sujeta con firmeza entre sus manos-. No tengo ganas de bromas.
¿Y quién está bromeando? ¡Mírate! Estás… ¡Guau! No tengo palabras para poder expresarlo con justicia.
No seas exagerado.
Exagerado, ¡ja! ¿Tú te has visto?
Ante mi negativa, echó la cabeza hacia atrás y me miró estrechando tanto los ojos que se convirtieron en dos finas líneas bajo sus gruesas cejas.
¿Lo dices en serio? ¿Aún no te has visto? -me encogí levemente de hombros-. Pues eso tiene fácil solución.
Pasó su brazo por mi cintura y me ayudó a levantarme. Suspiré aliviada cuando descubrí que Rosalie me había vestido con uno de sus elegantes camisones. El suelo se encontraba más lejos de mí de lo que solía estarlo. Me detuve y cerré los ojos tratando de combatir el intenso mareo que sentía.
¿Te encuentras bien? -preguntó preocupado mientras me sostenía-. ¿Quieres volver a tumbarte?
¡No! No. Quiero verme. Estoy bien.
Abrí los ojos y me concentré en caminar. Carlisle tenía razón. Me sentía muy débil. Lo de la fuerza parecía ahora una mera ilusión. Las rodillas me temblaban tanto que tuve que sujetarme con fuerza a su brazo para no caerme. Con paso lento nos acercamos hasta el enorme armario, regalo de Alice, cuyas puertas eran espejos.
Al verme reflejada estuve a punto de volver a desmayarme a causa de la impresión. Jacob aumentó la fuerza con la que me sujetaba y me pegó a su costado. Si me comparaba con él, podía constatar que mi estatura había aumentado en bastante más de medio metro. Ahora mi cabeza le llegaba exactamente a la mitad del pecho. No podía decirse que fuera alta, a duras penas sobrepasaría el metro sesenta y cinco, pero era deslumbrantemente hermosa. Una perfecta sincronía entre las características de mis padres. Aunque lo cierto es que mi reflejo se asemejaba mucho más al de mi madre, a excepción de su pelo y el color de sus ojos. Mis tirabuzones habían desaparecido. Mi pelo era abundante y liso, del mismo color broncíneo que el de mi padre y caía hasta la mitad de mi espalda. Sólo mis ojos seguían siendo los mismos. Lo cierto es que eso me decepcionó. Esperaba que hubiesen adquirido el tono dorado que tanto me gustaba de los ojos de mi familia, pero mantenían su marrón oscuro anterior. Mi piel, que ya era bastante clara, había empalidecido aún más, pero mis mejillas eran rosadas.
Mientras analizaba mi nuevo aspecto, me pregunté cómo habrían podido reconocerme mis padres, abuelos y tíos. También me asaltó la duda de cómo iba a encajar todo aquello Charlie, que seguía sin querer saber más de lo necesario, y cómo iba a decírselo a René y al resto de mis conocidos.
Mis ojos se toparon con los de Jacob a través del espejo. Me observaba boquiabierto, maravillado, como si estuviese viendo a un ángel.
Eso es lo que pareces.
Me sonrojé por completo. Había estado mostrándole mis pensamientos de forma inconsciente a través de la mano que tenía apoyada en su brazo.
¿Sabes? Si no fuese porque estoy oyendo cómo late tu corazón y porque estás roja como un tomate, juraría que te has convertido en… uno de ellos.
¿Y eso sería un problema? -le desafié.
El único problema sería que me despertase y tú sólo hubieses sido un sueño.
Si tenía alguna duda acerca de si era posible enrojecer hasta los dedos de los pies, en ese momento quedó resuelta.