ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 7 Loca De Remate


Trepé por el árbol situado junto a mi ventana. Me resultó infinitamente más fácil de lo que me esperaba. Al igual que lo de saltar, tampoco había intentado nunca escalar. A pesar del agarrotamiento, mis extremidades se movían con agilidad. Afortunadamente, no había heredado la patosidad que caracterizaba a mi madre cuando era humana. Con un pequeño salto me colé por la ventana que, por suerte, nadie había cerrado. El agua de la lluvia había entrado en el interior, encharcando el suelo. La cerré y fui hacia el armario. Tenía que cambiarme. Me miré en el espejo y comprobé lo penoso de mi aspecto. Menos mal que no había entrado por la puerta principal. Estaba hecha una sopa. Mi ropa y las deportivas estaban caladas, tenía el pelo enredado y chorreando. Y se notaba por mis ojos, hinchados y enrojecidos, que había estado llorando durante bastante rato.
Guardé la mochila con los diarios dentro del armario. Ya comprobaría después si estaban muy mojados o si habían sufrido algún otro daño. Cogí una muda seca y mi neceser y decidí que lo mejor sería que me metiese directamente en la ducha.
Casi me da un infarto cuando, al cerrar la puerta del armario, vi a mi padre reflejado junto a mí.
¿Dónde has estado? Estaba muy preocupado. Ya iba a salir a buscarte.
Lo siento -murmuré-. Os dejé una nota para…
Cuando señalé hacia la mesilla, vi que la nota seguía exactamente donde y como yo la había dejado. Ni siquiera la habían visto.
¿Crees que una nota va a restarle importancia? ¡No sabía dónde estabas ni si estabas bien!
Lo siento.
Me enteré en cuanto te fuiste. Iba a salir detrás de ti, pero me pediste que te dejase sola y así lo hice. Les dije a los demás que estabas indispuesta. Al ver que el tiempo pasaba y no volvías -exhaló todo el aire por la nariz-. Me estaba volviendo loco. Ahora iba a hablar con Sam para salir en tu busca.
Al oír el nombre del jefe de la manada, volvieron los recuerdos y una nueva puñalada se clavó en mi estómago. Me llevé las manos a la tripa y apreté los dientes a causa del dolor. Mi padre me miró unos segundos, analizando mis pensamientos y mi rostro, y me atrajo hacia él. Apoyé mi cabeza contra su torso y rompí a llorar de nuevo.
Esto tiene que acabarse. No soporto verte así… Tienes que seguir, Nessie. Avanza. Te has detenido en el lugar equivocado. Lo has entendido todo mal.
Le miré tratando en vano de comprender lo que me estaba diciendo.
¿A qué te refieres? ¿Cómo que me he detenido en el lugar equivocado?
Me acarició la cara y movió la cabeza con resignación.
Es todo lo que puedo decirte. Ahora ve a ducharte. Todos te están esperando.
Me dejó sumida en un océano de dudas. ¿Qué intentaba decirme con eso?
Entré en la ducha dándole vueltas a sus últimas palabras. “Todos te están esperando”. En realidad, nadie me esperaba. Mejor dicho, nadie a quien yo realmente necesitase ver en ese momento. Ahogué el llanto, no sin esfuerzo. No podía seguir así. Estaba sufriendo yo y estaba haciendo sufrir a quienes de verdad me querían. Alguien como Jacob Black no merecía que derramara por él ni una sola de mis lágrimas. Incluso aunque la sola mención de su nombre me desgarrase el alma. Tenía que ser fuerte. Y lo más importante, tenía que olvidarme de él.
El calor del agua me fue desentumeciendo las articulaciones y cargándome de una nueva energía.
Mañana abandonaríamos Forks y con ello mi anterior vida. Iba a conservar a todas aquellas personas a las que apreciaba, pero no quería saber nada más de mi pasado. Ligado dolorosamente a su recuerdo.
La voz de Leah volvió a sonar de nuevo en mi cabeza haciéndome sonreír. “La distancia hace el olvido”. Ojalá tuviese razón.
Me vestí, me recogí el pelo en una coleta y bajé. Todos me miraban. La mayoría preocupados, como si estuviesen esperando que me echase a llorar en cualquier momento. Sólo Alice, que posiblemente seguía sin poder ver nada sobre mí, frunció el ceño mientras sus ojos me recorrían de arriba abajo evaluando mi vestimenta. Al parecer no era la adecuada para la ocasión. Le saqué la lengua de forma burlona. Eso de estar ciega en cuanto a mi futuro se iba a terminar. Si la causa de ello era la que todos creían, ya no habría ningún obstáculo, por llamarlo de alguna manera. Me estaba encargando de eliminarlo.
Saludé a todos y tomé asiento entre mi padre y Carlisle quien, mirándome con una gran sonrisa, sujetó mi cara y me besó en la frente. Miré a Esme, que también me sonreía. Sin lugar a dudas, le había contado nuestra conversación de esa mañana... Era como si hubiesen pasado meses desde entonces.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que mi madre no estaba. Mi padre se envaró. Parecía molesto. Mi respiración se aceleró tanto, que la mayoría de los allí presentes, cuyos oídos eran demasiado agudos, pudieron notar el cambio de cadencia. Disimulé tanto como pude, pero una nueva puñalada me hizo tensarme cuando me vi obligada a pensar en él. Mi padre se frotó la sien mientras asentía una sola vez de forma casi imperceptible. El dolor se transformó en rabia. Así que mi madre estaba con él. Me devané el cráneo intentando encontrar el modo de ir a buscarla. Entonces la rabia dio paso a la impotencia. No podría hacerlo. En cuanto le tuviese frente a mí me derrumbaría. Y lo último que deseaba era mostrarle lo mucho que estaba sufriendo por su culpa.
La mano de mi padre se aferró a la mía. Apoyó su frente en mi mejilla y me habló al oído, casi para sí mismo.
Todo va a salir bien, mi vida. Te lo prometo. Sólo tienes que seguir buscando. No te pares ahí.
Ya estaba otra vez con lo mismo. Ahí. Sí, pero, ¿dónde? Quizá se refería a que la vida no acababa ahí. Que no podía pararme y que tenía que seguir buscando mi felicidad. Él soltó mi mano y fijó los ojos en la mesa. Parecía casi tan apenado como yo. A lo mejor se debía a la impotencia de no poder prohibir a mi madre que fuese a verle. Pero también podía ser que yo me estuviese equivocando y que eso no fuese lo que quería decirme. En ese caso, ¿qué era?
Iba a pedirle que no se preocupase, que yo iba a estar siempre a su lado, pasase lo que pasase. Pero Quil y Jared llamaron mi atención desde el otro lado de la mesa y me inmiscuyeron en su conversación.
De pronto, empecé a sentir una cálida sensación de tranquilidad. Miré a Jasper con una débil sonrisa y él asintió devolviéndomela. A veces, su don podía ser realmente gratificante.
Pasé el resto de la tarde bastante animada. Siempre había alguien dispuesto a mantener una conversación conmigo. Tras discutir con Embry sobre cuál de los dos ganaría una carrera de larga distancia y haber apostado para comprobarlo cuando volviésemos a vernos –pues mi padre, sin dar explicación alguna, no me dejó hacerlo en ese momento-, me levanté y fui a la cocina en busca de algo de beber. Tenía tanta sed que notaba como si cientos de agujas estuviesen atravesándome la garganta. Cogí un vaso y al girarme para buscar una de las bolsas de sangre que Carlisle traía para mí, descubrí que no estaba sola. Emily me había seguido y se encontraba junto a la puerta. Me esforcé por sonreírle.
¿Puedo hablar un segundo contigo?
Sí, claro. ¿Ocurre algo?
No. Verás, es sólo que… Renesmee, nuestra relación nunca ha ido más allá de la mera cordialidad. Y lo entiendo. Mantienes una gran amistad con Leah y es lógico que no puedas ser también amiga mía. Pero quiero que sepas que te aprecio muchísimo y que… Creo que eres muy especial, y nada me gustaría más que… -suspiró y me sonrió a medias-. Lo siento. Estoy dejando las frases sin acabar y creo que no debes estar entendiendo absolutamente nada, pero… Tengo que decirte algo y no sé por dónde empezar.
¿Y qué tal si lo haces por el principio? -le animé.
Sí, supongo que eso sería lo normal. Quizás pienses que me estoy metiendo donde no me importa pero… Jacob lo está pasando muy mal -tuve que reprimir las ganas de ponerme a gritar cuando oí pronunciar su nombre-. Y por lo que veo, esta tampoco es una situación fácil para ti.
Estuve varios segundos paralizada. Notaba una extraña presión en los oídos, como si toda la sangre de mi cuerpo se hubiese agolpado ahí, y una bola de metal se instaló en mi estómago. Me tambaleé y tuve que sujetarme a la encimera con los ojos cerrados para poder combatir el intenso mareo. ¿Qué él lo estaba pasando mal? Era evidente que Emily desconocía muchos detalles.
Preocupada por mi aspecto, se acercó a mí y sostuvo con fuerza mi brazo.
¿Te encuentras bien? Te has puesto aún más pálida de lo que ya estabas.
Ignoré su broma y solté mi brazo intentando aparentar una seguridad que, en ese momento, brillaba por su ausencia.
Sí, no es nada. Sólo estoy algo cansada -tomé aire y volví a tratar de sonreírle-. No pretendo ofenderte ni mucho menos. Yo también te aprecio mucho pero lo que pasa entre… Jacob… y yo... -un nuevo pinchazo en el estómago me indicó que sería mejor no pronunciar su nombre-. Bueno, eso es cosa nuestra.
Lo entiendo. Yo sólo digo que, antes de que os vayáis, estará bien que hablases con él.
Emily, yo lo único que quiero es hacerle desaparecer de mi vida.
Eso no es muy justo por tu parte. Él ha hecho… lo que ha hecho de forma involuntaria. En ningún momento quiso hacerte daño. Créeme, sé de lo que te hablo.
Pues daño es lo único que ha hecho -me miró compungida-. ¿Puedo pedirte algo?
Lo que quieras.
Dile que no quiero volver a verle. Que se olvide de que existo como haré yo con él. Que no intente llamarme y mucho menos ir a verme. Quiero que actúe como si jamás nos hubiésemos conocido. Y que deje en paz a mi familia… a toda mi familia.
Salí de la cocina tratando de mantenerme serena y con la mente en blanco. Pero a juzgar por el modo en el que todos me observaban, no sirvió de nada, así que dejé de fingir. Sam miró por encima de mi hombro, probablemente a Emily, después me miró a mí y por último, fijó la vista en sus manos haciendo una mueca de disgusto. Volví a sentarme junto a mi padre, ignorando los intentos de conversación. No noté que Jasper intentase influir en mi estado de ánimo y lo agradecí, pues no me apetecía sentirme bien en contra de mi voluntad.
Era ya muy tarde cuando nuestros invitados decidieron irse. Uno a uno fueron despidiéndose. Los jóvenes licántropos bromeaban con todo el mundo y la casa se llenó de una repentina algarabía, aún mayor de la que había reinado durante todo el día. Pese al atolondramiento que tenía, fui consciente de lo mucho que iba a echarles de menos.
Como mi madre seguía sin venir, Charlie decidió que se despediría de ella por la mañana.
Os espera un viaje muy largo y tenéis que descansar -alegó.
Emmett soltó una risotada. Obviamente, Charlie seguía sin comprender muchas cosas.
Me despedí también de Seth y Sue con la promesa de verles pronto. Al agacharme para darle un abrazo a Billy, éste aprovechó para hablarme al oído.
Dale a mi chico la oportunidad de explicarse. Él también lo está pasando mal con todo esto.
Me incorporé con un nudo en la garganta y notando cómo la bola de metal había duplicado su tamaño.
Adiós Billy. Espero verte pronto.
Fue lo único que conseguí decir antes de subir a mi cuarto para impedir que me viesen llorar.
Con las lágrimas cegándome, empecé a guardar mis cosas en la enorme maleta que Rosalie me había regalado. Antes de recoger también los diarios, los revisé y comprobé con alivio que no habían sufrido ningún daño. Ya encontraría el momento adecuado para devolverlos sin ser descubierta cuando estuviésemos en Fairbanks.
Cuando terminé, me metí en la cama y luché por conciliar el sueño.
No sé en qué momento exacto me quedé dormida ni si alguien vino a verme para asegurarse de que estaba bien antes de empezar a soñar. Era un sueño de lo más raro. En él yo seguía en mi cama con los ojos cerrados. Escuché cómo alguien intentaba abrir la ventana. Mis párpados no se abrían, tenía la vista muy cansada. El intruso consiguió meterse en mi cuarto. Era extraño, pero no tenía miedo. Continué tumbada, oyendo cómo quien fuese se acercaba a mi cama. Uno de los laterales del colchón se hundió cuando el invasor se sentó a mi lado. Su mano me apartó el pelo de la cara y la ardiente temperatura de ésta me hizo estremecer de dolor. Un dolor excesivamente real para ser parte de un sueño. El extraño acercó su boca a mi oído.
Lo siento mucho -me susurró-. Espero que algún día puedas perdonarme.
La voz del intruso era idéntica a la de Jacob, pero sonaba cargada de amargura. Se le quebró justo al final de la frase y yo volví a estremecerme mientras sentía cómo se clavaba otro puñal en mi pecho. ¿Cuántas puñaladas se supone que puede aguantar alguien antes de morir desangrado?
Su cálida mano recorría lentamente cada rincón de mi cara. Noté sus dedos deslizándose por mi frente, mis párpados, mis mejillas, siguiendo el contorno de mis labios… Estaba petrificada. No quería abrir los ojos. Me negaba a ver el rostro de esa persona, aunque sabía de sobra cuál era su identidad.
Dentro de mi sueño me imaginé retrocediendo en el tiempo. Volví a tener dos años, volví a ser una niña. Mi mejor amigo estaba junto a mí, haciéndome compañía hasta que me durmiese. Era él quien me acariciaba. Podía incluso percibir su dulce aroma.
Entonces su respiración se agitó. Su ardiente aliento azotaba mi cara y su mano se aferró con fuerza a mi cuello. Algunas lágrimas cayeron sobre mi frente…
Y me besó. Fue algo sublime. Sus labios, calientes como el fuego, se apretaron contra los míos con suavidad. Aunque solo fuese un sueño, me estaban besando… ¡Mi primer beso! Entreabrí la boca y su cálido aliento entró en mí como una llamarada. Nuestros corazones adquirieron un ritmo desenfrenado. Mi cabeza parecía a punto de estallar. Pero no quería que acabase. Quería seguir soñando y prolongar aquella maravillosa sensación durante el mayor tiempo posible.
Pero acabó. Sus labios se evaporaron y, cuando por fin mis manos se decidieron a reaccionar, se cerraron en el aire al no encontrar dónde sujetarse.
Me incorporé hasta quedar sentada en la cama. Estaba hiperventilando y lloraba. Me sentía mal. Sentía mi pecho vacío, como si me hubiesen arrancado el corazón y lo hubiesen arrojado contra la pared. ¿Por qué me había despertado? ¿Por qué ahora que estaba siendo feliz de nuevo? Era injusto.
Una corriente de aire me sobresaltó e hizo que me invadiera el pánico. La ventana estaba abierta de par en par. Estaba segura de haberla cerrado antes de meterme en la cama. Toqué mi frente, aún mojadas por unas lágrimas que, supuestamente, no eran mías. Me levanté a toda velocidad y me asomé al jardín con la esperanza de ver algo… O a alguien. Pero fuera sólo había silencio. Una profunda calma apenas rotas por el ulular del viento y el sonido de algún que otro animal. Cerré los cristales y volví a la cama. Sentía una mezcla de curiosidad y pavor. Curiosidad porque no sabía si había sido realmente un sueño. Y pavor porque si era real… No, no podía ser. Mi padre le habría escuchado y le habría impedido entrar. Además, él amaba a mi madre, ¿por qué iba entonces a besarme a mí? Aún podía notar el rastro que había dejado su aroma pero, aun así, no podía haber sido real. No tendría sentido alguno que lo fuese. Lo más probable es que estuviese volviéndome majareta. Nadie habría podido entrar en la casa sin ser descubierto. Sólo había sido un sueño. Alguien de mi familia habría abierto la ventana y las lágrimas de mi frente eran simplemente las mías, que se habían resbalado hasta ahí. Eso era. Sólo había sido un sueño demasiado real. Un estúpido sueño que había hecho que me despertase alterada y muy, pero que muy confusa.
Grabé esa idea en mi mente y una vez que logré convencerme a mí misma, volví a quedarme dormida de nuevo.

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