La
diminuta mujer me observó con una mezcla de terror y compasión en
sus ojos. Marco sujetaba sus manos y le hablaba con voz trémula.
—¿Qué
hace ella aquí? -pregunté
al borde del colapso.
—No
te preocupes, Renesmee -trató
de tranquilizarme Akamu-.
Renata es de fiar.
Bufé
con incredulidad y miré a Japer, quien me pidió calma con la mirada
y un leve movimiento de cabeza. No me lo podía creer.
—¿De
fiar? Si no me falla la memoria, y dudo mucho que así sea, Renata es
algo así como la guardaespaldas personal de Aro. Según tengo
entendido, su don es muy parecido al de mi madre, bastante peor, por
supuesto -añadí
con mofa.
—Sí
-contestó
ella-. A
diferencia de Bella, yo sólo puedo escudar a aquellos que se
encuentren cerca de mí.
—¿Qué
hace ella aquí? -insistí
de nuevo a la vez que la ignoraba.
—Renata
ha venido a ayudarnos. Ella conoce de primera mano las verdaderas
intenciones de Aro.
—¿Y
no se os ha ocurrido pensar que podía tratarse de un engaño? ¿Y si
es Aro quien la envía para destapar nuestras
intenciones?
Marco
soltó las manos de la vampira y se acercó a mí.
—Cedric
se ha encargado de eliminar el influjo de Chelsea de ella, al igual
que hizo contigo. Podemos confiar en ella, créeme.
—¿También
le has mostrado a Cedric? -me
alarmé-.
Esto no me gusta.
—Renesmee,
no tienes por qué desconfiar de mí. Estoy cansada de servir a Aro.
Estoy harta de verle cometer injusticias. Aro se merece un poco de su
propia medicina, ¿no crees?
En
lugar de contestarle, le di la espalda y me dirigí a mi cama con la
esperanza de que la reunión de esa noche no se alargase demasiado.
Necesitaba dormir y sacar de mi cabeza todo tipo de preocupación,
aunque sólo fuese durante unas horas.
—Me
llevaré a Renata antes de que su ausencia llame demasiado la
atención e iré a ver a Cedric -anunció
Marco-.
Descansa, Renesmee. Mañana será un día complicado.
—¿Mañana?
-me reí
con sarcasmo-.
Nada complicado si lo comparamos con lo que nos esperas al día
siguiente -Akamu
carraspeó e hizo un extraño gesto hacia Jasper, quién se rascó la
sien con manifiesta incomodidad-.
¿Qué está pasando aquí? Sin rodeos.
—Renesmee,
verás...
—Jazz,
sin rodeos he dicho.
—Está
bien verás... Esto... Aro ha adelantado sus planes para mañana.
—¿¿Qué
ha hecho qué??
—Siéntate
-se pegó a
mi costado y me ayudó a sentarme al borde de la cama. Yo estaba
hiperventilando-.
En parte es mejor. Así terminaremos con todo ésto más rápidamente.
—No
estamos preparados -gemí.
—Sí
que lo estamos. Marco nos ha estado dando instrucciones.
—¿Qué
tipo de instrucciones?
—No
te preocupes por eso. Tú sólo debes limitarte a permanecer junto a
Akamu y hacer todo cuanto él te diga, ¿entendido?
—Tengo
miedo Jazz -hundí
mi cara en su cuello y rompí a llorar.
—Tranquila,
pequeña. Como tú misma me dijiste, todo va a salir bien.
Se
me revolvió el estómago a la vez que un incómodo pensamiento se me
introducía en la cabeza.
—¿Y
si todos están enfadados conmigo? ¿Y si no quieren que regrese?
—¿Cómo
puedes pensar eso? Ness, deben estar deseando verte.
—No
creo que todos lo estén deseando.
Su
rostro se dibujó en mi mente con total nitidez. Seguro que debía de
odiarme por haberme unido a los Vulturis. Ahora era, más que nunca,
su enemiga natural. En caso de estar dispuesto a ayudar a mi familia,
estaba segura de que no dudaría en acabar conmigo si eso fuera
necesario, lo cual me dolía sobremanera.
—Ness,
Jacob tiene tantas ganas de verte como los demás -solté un bufido
por respuesta-. Escúchame, hay cosas que aún no sabes y que debería
de haberte contado.
—¿Cosas?
¿Qué cosas?
—Verás,
Jacob...
El
corazón saltó en el interior de mi pecho y la respiración se me
cortó. Sujeté la mano de Jasper con fuerza mientras intentaba en
vano escupir las cientos de preguntas que me rasgaban la garganta.
¿Le había pasado algo? ¿Estaba bien? Recé porque no hubiese
cometido ninguna locura tras dejarme...
—Tranquila,
está bien. Es sólo que... Ness, Jacob nunca quiso hacerte daño
-exhalé todo el aire de golpe y me crucé de brazos con el ceño
fruncido. No tenía ganas de oir cómo defendía lo que había
hecho... Jacob me había roto el corazón sin darme una explicación
y eso no tenía defensa posible-. Escúchame, ¿sí? Él ni siquiera
quería dejarte.
—¿Entonces
por qué lo hizo? -estallé-. Todo estaba perfectamente. ¿Qué le
hice? ¿Qué maldito error cometí?
—Tranquilízate
-su don me atenazó los músculos y el enfado se esfumó tan deprisa
como había aparecido. Era verdaderamente como estar anestesiada-. Si
Jacob te dejó fue porque... Tu padre le pidió que lo hiciese.
Imagino
que fue él quién me impidió estallar en mil pedazos. Aunque me
sentía hecha una furia, no podía expresarlo. En lugar de ello,
seguía como atontada, como si no pudiese asimilar lo que acababa de
oir. ¿Mi padre...? No. Eso era imposible. Debía de ser un error.
Inspiré profundamente y fijé mis ojos en los de mi tío hasta que
él hizo lo mismo.
—A
ver, explícamelo todo desde el principio antes de que saque mis
propias conclusiones. Y te aviso de que estoy a un segundo de
hacerlo.
—Está
bien. Mira, todo empezó con una de las visiones de Alice. Digamos
que ella vio como los Vulturis se decidían a atacarnos usando como
excusa nuestra unión con los lobos, tal y como ha ocurrido... O está
a punto de ocurrir. -asentí algo aturdida-. Así que, para evitar
que fuese a mayores, tu padre habló con Jacob y le pidió que
tratase de alejarte de él por un tiempo, hasta que la amenaza se
hubiese evaporado. Obviamente el se negó encarecidamente, pero
después de barajar múltiples opciones y no encontrar ninguna
solución, decidió obedecer a tu padre.
—¿Por
qué no me dijisteis nada a mí? ¿Por qué no estaba avisada?
-pregunté desesperada-. No habría cometido la estupidez de venir
aquí de haber sabido que todo era una farsa.
—Pero
Aro se habría dado cuenta. Sin embargo, así ha sido más sencillo.
El verte y descubrirte absolutamente desolada, ha servido para que se
crea que no hay nada ya que una a nuestra familia con la manada.
—¡Pero
van a ir de todos modos, Jazz! ¿De qué ha servido entonces?
El
silencio me dio a entender que había dado en el clavo. Había dicho
lo que nadie se atrevía a decir. Todo este asunto de ocultarme todas
y cada una de las decisiones que se tomaban a mi alrededor no había
servido absolutamente para nada. Bueno sí, serviría para empeorarlo
todo.
Ni
siquiera sabía cómo sentirme en ese momento porque una nueva
sensación había entrado a formar parte de la inmensa nube de
emociones que ya me embargaban: tristeza, terror, aturdimiento,
confusión... Y ahora alegría. Una alegría inmensa de saber que
Jacob aún me quería. Que nada había cambiado entre nosotros y que,
lo único que podía sentir en ese momento hacia mí era miedo...
Como mucho decepción. Pero no odio. Jacob me seguía queriendo...
Aunque eso no sirviese para nada ahora que todos corríamos tan grave
peligro. Akamu se acercó a mi lado y me acarició el pelo.
—¿Por
qué no duermes un rato?
—¿Cómo
quieres que me duerme cuando es probable que toda nuestra familia...?
—Vuestra
familia va a estar perfectamente. Ellos sabrán lo que deben hacer.
Además, os tienen a Jasper y tí aquí. Vosotros podéis ayudarles
mejor que nadie... Principalmente tú. Aro confía en tí.
—¿Pero
y si...?
—No
hay peros... Descansa, ¿vale?
Me
giré hacia mi tío y rodeé su cintura con mis brazos, pegando mi
cara a su pecho.
—Jasper,
no quiero separarme de tí...
—Nos
veremos en cuanto llegues, te lo prometo. Ahora descansa.
—Eres
una jovencita muy fuerte, Renesmee. Sabrás afrontar esta situación
con valentía...¿Puedo contarte algo? -Akamu
se acercó a mi lado mientras me recostaba. Asentí-.
Verás, en mi tribu, nos asignaban nombres según nuestro aspecto
cuando nacíamos. Mi hermano y yo adoptamos los nombres de Adamu
y Akamu, que significan "tierra
roja" debido al color rojizo que tenía nuestra piel al nacer.
Desde siempre, he tenido por costumbre imaginar qué nombres tendrían
las personas que conozco si perteneciesen a mi tribu.
—¿Y
qué nombre me pondrías a mí? -pregunté
con curiosidad.
—A
tí te llamaría Flor de Luna, pues
a pesar de tu apariencia frágil, como la de una flor, llevas en tu
esencia la fortaleza y la eternidad características de la luna.
Incluso su brillo.
—Flor
de Luna... -repetí
para mí misma-.
Me gusta.
—Tenemos
una leyenda con la que probablemente podrías sentirte identificada.
Se llama "La leyenda de la Luna
y el Lobo" I
... ¿Te gustaría oirla? -asentí
con el corazón encogido y la cabeza repentinamente inundada de
recuerdos suyos
-.
Pues bien. Cuenta la leyenda que, en un tiempo sin tiempo, la Luna
era siempre redonda y lejana, atada detrás del cielo y colgada de la
nada entre vacíos. Miraba el mundo a sus pies coronada de plata y
olvido. Y estaba bien mirando en la distancia. Pero una noche,
distraída, se acercó demasiado a la Tierra y se le enredaron los
dedos en las ramas de un árbol. Cayó de pie sobre la hierba y, de
repente, le salió al paso una sombra oscura: pelo crespo y una
sonrisa lobuna.
<<Cabriolas
de luz de Luna enmarañadas de Lobo jugando entre arbustos y colinas.
Aullidos y risas y rumor de estrellas entre las hojas.
<<Pero
todo lo que empieza, acaba, y el Lobo volvió al bosque y la Luna al
cielo.
<<Cuenta
la leyenda que antes de separarse, la Luna le robó al Lobo su sombra
para vestirse de noche el rostro y recordar el aroma del bosque. Y
que, desde entonces, el Lobo le aúlla a la Luna llena pidiéndole
que le devuelva su sombra.
Aquella
noche me dormí pensando en la leyenda y con la absoluta certeza de
que aparecería un lobo en mis sueños.
Pero
na1da más lejos de la realidad pues, después de mucho tiempo, mis
sueños volvieron a ser protagonizados por seres con capuchas negras
.
I.
La
leyenda de "El Lobo y la Luna" no me pertenece. Desconozco
a su verdadero autor. (N. Del A.)
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