La
claridad me despertó. Entreabrí los ojos y tuve que volver a
cerrarlos. Había demasiada luz. Los fui abriendo poco a poco hasta
que logré recuperar la visión casi por completo.
Me
senté en el borde de la cama y me estiré.
—Buenos
días, dormilona.
El
corazón no me salió disparado por la boca de pura chiripa. Mis ojos
se abrieron tanto que pensé que iban a salirse de sus cuencas.
No
podía creerlo.
Sentado
en el alféizar de la ventana, con una enorme sonrisa, estaba Jacob.
Le había crecido el pelo. Ahora le llegaba algo más abajo de la
mandíbula.
Se
levantó y dio un par de pasos en mi dirección. Yo también me
incorporé, adoptando una actitud defensiva. Dio un paso más. Apreté
los dientes y achiqué mis ojos, con la respiración acelerada y el
corazón a punto de estallar.
—No
se te ocurra acercarte ni un solo paso más -le amenacé con un
gruñido.
—Ness,
yo sólo…
—Ni
un paso más. Aléjate.
Me
acerqué con cuidado al armario y, antes de que pudiese pestañear un
par de veces, cogí ropa limpia y mi neceser y volé al cuarto de
baño.
Tuve
que sentarme en el suelo, con la cabeza apoyada en mis rodillas, para
recuperar el control antes de meterme en la ducha.
A
pesar de que me moría de ganas de bajar y poder saludarles a todos,
especialmente a Charlie, no quería encontrarme con él. Creí
que en el aeropuerto le había quedado claro que esperaba no volver a
verle nunca más.
Olvidaba
lo persistente que podía llegar a ser.
Tardé
mucho más de lo normal en vestirme y arreglarme el pelo. Incluso me
maquillé un poco. Me esmeré demasiado en recoger y limpiar el baño.
Pero finalmente no hubo nada más que hacer allí dentro, y no me
quedó más remedio que salir y bajar.
Todos
habían llegado. Charlie con Sue y Seth; Jared, Quil, Embry, Paul y
Rachel; Sam y Emily; y también Billy.
Me
lancé a los brazos de Charlie, que me abrazó con tanta fuerza que
me dejó casi sin respiración.
—¡Pequeña!
Estás realmente preciosa. Deja que te vea -me apartó un poco para
observarme y volvió a estrujarme-.Tenía tantas ganas de verte…
¡Oh! Casi se me olvida. ¡Muchas felicidades!
—Gracias
abuelo. Yo también tenía muchas ganas de verte.
Cuando
Charlie por fin me liberó, fui saludando al resto y recibiendo sus
felicitaciones. Luego llegó el turno de nuestros amigos de Denali y,
por último, el de mi familia. Mi madre fue la última en acercarse.
Me abrazó. Yo mantuve los brazos pegados a mi cuerpo.
—Felicidades,
cielo.
Le
contesté con un inexpresivo gracias
y
me metí en la cocina en busca de algo para desayunar.
—Creo
que sólo falto yo por felicitarte.
Me
giré para encontrarme con la siempre amable sonrisa de Nahuel.
—Sí,
creo que sí.
—Pues…
-se acercó a mí y me abrazó-. Muchas felicidades.
—Gracias,
Nahuel.
—¿Qué
tienes pensado hacer? Es tu día especial.
—Pues
no lo he pensado. Pero, si te soy sincera, no tengo muchas ganas de
jaleo ahora mismo.
—¿Quieres
que vayamos a dar uno de nuestros paseos?
Acepté.
Me pareció una buena forma de aliviar la tensión. Además, también
me serviría para estar alejada de Jacob, que nos miró con las
pupilas dilatadas cuando pasamos a su lado y salimos a la calle.
Cada
segundo que pasaba junto a mi nuevo amigo hacía más fácil el hecho
de desconectar del mundo de tristeza y soledad en el que me había
sumido. Él conseguía hacerme ver las cosas desde una perspectiva
más optimista.
Pero,
a pesar de que a su lado todo era calma y tranquilidad, cada cosa que
hacía o decía, mi cerebro automáticamente lo relacionaba con algo
que ya había hecho o dicho Jacob. Eran dos personas totalmente
diferentes, pero ambos coincidían en varios aspectos. Sus profundos
y expresivos ojos negros, sus sonrisas… Pero, sobre todo, la
inmensa felicidad que ambos irradiaban.
Detuvimos
nuestra caminata junto al tronco derribado y cubierto de musgo de un
enorme tejo primigenio. Me senté sobre él con la mirada perdida en
la nada. Nahuel se agachó frente e mí y tomó mis manos entre las
suyas.
—No
me gusta verte triste.
Le
miré de forma nostálgica mientras me encogía de hombros una vez
más.
—Ya
deberías estar acostumbrado. Al fin y al cabo, es así como me has
conocido.
—Pero
sé que tú no eres realmente así. Y estoy dispuesto a hacer lo que
sea con tal de que vuelvas a sonreír, de que vuelvas a ser la
Renesmee que sé que un día fuiste.
Aparté
mis ojos de él. Eso no iba a ser posible. La Renesmee que un día
fui estaba muerta y enterrada.
Al
borde del llanto y con los párpados apretados, noté cómo una de
sus manos se separaba de las mías y se amoldaba a mi cuello. Pegó
su nariz a la mía.
—Tienes
que olvidarte de él. Sólo te está haciendo daño. Tú te mereces
algo mucho mejor. Mereces ser feliz.
Su
voz sonaba ronca, empañada por un sentimiento que no pude, o más
bien no quise descifrar. Iba a besarme. Lo sabía y no iba a hacer
nada por impedirlo.
Puede
que esa fuera la solución a mi problema. Puede que Nahuel me
ofreciese algo que aliviase de una vez el dolor que otro estaba
causando. Puede que incluso me ayudase a olvidar a quien me estaba
matando poco a poco y sin piedad.
Su
boca se detuvo a escasos centímetros de la mía mientras sus dedos
acariciaban mi rostro y mi cuello.
Me
habría gustado poder sentir algo. Cualquier cosa. Pero estaba
inerte. Sabía que seguía viva solo porque podía oír mi corazón y
notaba cómo el aire entraba y salía de mis pulmones, sólo por eso.
—Apártate
de ella.
Me
acarició una vez más antes de separarse de mi lado y enfrentarse a
él. Abrí los ojos. Jacob tenía la mandíbula tensa y los puños
apretados. Le conocía lo suficiente como para darme cuenta de la
lucha que estaba manteniendo consigo mismo para evitar transformarse.
Cuando
nuestras miradas se encontraron, traté de hacerle ver mi desprecio.
Pero sólo podía sentir pánico…
…Y
una desagradable y molesta sensación de alivio.
—Eres
tú quien debería apartarse de ella. Sólo tú le estás haciendo
mal.
Sus
temblores aumentaron a la misma velocidad que mi miedo. Se acercó a
él hasta que estuvieron tan cerca que casi se rozaban.
—No
sabes de lo que estás hablando, así que casi mejor cierra el pico y
no me digas lo que tengo que hacer.
—Yo
sólo sé lo que veo. Y lo que veo es todo lo que ella está
sufriendo por tu culpa. Si realmente te importa, aléjate de ella y
déjala ser feliz.
Se
dio la vuelta para volver a mi lado pero Jacob se lo impidió
poniéndose entre él y yo.
—No
me busques, lobo.
—Eres
tú quien está intentando encontrarme.
El
enorme corpachón de Jacob me impedía ver más allá de su espalda.
Quise pedirles que dejasen de discutir, pero mis cuerdas vocales
estaban tan paralizadas como el resto de mi cuerpo.
—Renesmee,
ven conmigo. Será mejor que nos vayamos.
No
habría podido aunque quisiese. Jacob retrocedió impidiéndole
acercarse a mí.
—Tengo
que hablar con ella.
—Ella
no tiene nada que hablar contigo.
—No
eres tú quien tiene que decidir eso.
Se
giró para poder mirarme. Los dos lo hacían. Deseé volverme
invisible. Desaparecer. Irme de allí y esconderme en un lugar donde
absolutamente nadie pudiese encontrarme. Supongo que eso era pedir
demasiado.
Así
que allí estaba yo, intentando elegir entre alguien a quien amaba
con todo mi ser, pero que me había hecho trizas, y alguien que me
ofrecía un futuro mejor, pero por quien no sentía lo más mínimo.
Aunque
me negaba a aceptarlo, la decisión estaba tomada antes de que fuese
consciente de ello.
—Nahuel,
déjale que hable.
Jacob
sonrió muy pagado de sí mismo.
—¿Estás
segura?
Asentí.
Muy segura no estaba pero al menos si le dejaba hablar, me dejaría
en paz. O eso esperaba.
Nahuel
se cruzó de brazos y le miró expectante.
—Si
no te importa, me gustaría que fuese en privado.
La
voz del que fue mi mejor amigo rezumaba ácido.
—No
pienso dejarla a solas contigo.
—No
te estoy pidiendo permiso.
Nahuel
avanzó con furia hacia él. De algún modo conseguí levantarme e
interponerme en su camino. El miedo me hacía temblar. Si Jacob se
transformase sería nefasto para Nahuel. Y un mordisco de éste
supondría… No quería ni pensarlo.
—Déjame
con él, ¿vale? -sonreí para tranquilizarle. No va a pasarme nada,
te lo aseguro. Tú vuelve a casa. Ahora te sigo.
Me
besó en la frente y fulminó a Jacob con la mirada antes de comenzar
a caminar. Le observaba alejarse a grandes zancadas. Pateando cada
una de las piedras que se cruzaban en su trayectoria.
Una
tremenda ansiedad me invadió cuando le perdí de vista y oí sus
pasos acercándose lentamente. No se detuvo hasta estar tan cerca de
mí que sentía su calor invadiendo cada poro de mi piel. Su aliento
quemaba mi nuca.
—Ness,
yo…
Justo
cuando sus manos iban a tocarme, me giré y me alejé varios pasos de
él.
—Dime
lo que tengas que decirme y lárgate.
Dio
un paso hacia mí mientras yo retrocedía otro. La diferencia es que
uno de los suyos equivalía a tres de los míos. Por lo que, con un
paso más, le tuve nuevamente pegado a mí. Sus ojos se clavaban en
los míos con fuerza. Era como si me hubiese hipnotizado. Me
resultaba imposible desviar mi mirada de la suya.
Un
cúmulo de sentimientos a medio enterrar salieron de improviso al
exterior mientras sentía cómo un intenso calor subía a mi cabeza
provocándome un enorme vértigo.
Sus
brazos me rodearon. Esta vez no intenté resistirme. Bajó su cara
hasta que su frente estuvo apoyada en la mía y me habló con
intensidad.
—No
te imaginas todo lo que te he echado de menos. Tengo tanto que
contarte…
—¿Puedo
pedirte algo primero?
—Claro
que sí, princesita.
Me
estremecí al oírle llamarme así y cerré los ojos.
—Lo
he pasado realmente mal, Jacob, así que te suplico que intentes
hacerme el menor daño posible.
-No
sé qué piensas que voy a decirte, pero te aseguro que no es nada
doloroso. Más bien todo lo contrario.
Me
soltó y me condujo de vuelta al tronco, donde me obligó a sentarme
junto a él. Cogió mi cara entre sus manos y la ladeó. Empezó a
acariciar mi mejilla con la punta de su nariz. Agradecí haberme
sentado. No creo que hubiese podido aguantar mucho tiempo de pie.
Apartó
su cara unos centímetros y me miró con preocupación.
—No
sabía cómo decirte esto. Lo hablé con tu madre y me aconsejó que
lo hiciera de forma que… -intenté levantarme pero su férreo brazo
me lo impidió-. Te he contado muchas historias acerca de mi tribu,
algunas reales y otras no tanto… Quiero que te tomes lo que voy a
decirte como si fuese una de esas historias.
—No
es una gran idea. Siempre me creí todas tus historias.
—Lo
sé. Por eso te lo pido.
Apartó
la vista y la perdió en el río. Entonces tuve un extraño deja
vú. Me
sentí como si estuviese viviendo en mi propia piel lo que vivió mi
madre el día que le contó lo de la imprimación.
Estaba
aterrada. ¿Es que iba a confesarme que iba a escaparse con ella?
—¿Recuerdas
que siempre me preguntabas qué pasó para que Sam dejase a Leah?
Aproveché
que tenía la guardia baja para levantarme y mirarle a un palmo de
distancia. Quería ver cuál iba a ser su reacción cuando
descubriese que ya lo sabía todo.
—Ahórrate
el cuento, Jacob. Ya me lo sé. Has llegado tarde.
Sus
cejas se alzaron de tal forma que parecía que iban a mezclarse con
el pelo de su cabeza.
¿Hablas
en serio? ¿Te lo ha contado Bella?
—No,
mi madre no me ha contado nada -contesté molesta-. Nunca lo ha
hecho. Digamos simplemente que lo sé.
Se
levantó y se llevó una mano a la nuca, frotándosela con
incredulidad. Se acercó a mí de una zancada y me sujetó por los
hombros.
—No
puede ser. ¡Es imposible que lo sepas! -tenía
la voz teñida de ansiedad-.
¿Cómo entonces…? ¿Tú me…? ¿Me odias por eso?
—¿Por
qué iba a ser si no?
—¡Eso
es absurdo!
Se
giró y propinó tal puntapié al tronco que varios pedazos de madera
saltaron por los aires. Me miró enfadado.
—Nessie,
esto es algo que no he podido evitar. Es lo más fuerte que he
sentido jamás. Puedo entender que no compartas lo que siento, pero
no que me odies por ello -su expresión se relajó y sus cejas
descendieron lentamente hasta pegarse a sus párpados-. Aunque, por
otro lado, esto es justo lo que me temía… Ésta reacción… Que
te lo tomases de éste modo.
—¿Y
cómo supones que tengo que tomármelo? ¿Quieres que me alegre? ¿Qué
celebre que vas a destrozar a mi familia?
—¿Destrozar
a tu familia? ¿De qué demonios estás hablando?
—Ya
te he dicho que lo sé todo. Y me refiero a todo.
—¿Y
puedes explicarme que parte de ese todo
es
la que está relacionada con la supuesta destrucción de tu familia?
—¿Estás
intentando tomarme el pelo?
—Nada
más lejos de la realidad. En serio. No te comprendo. Esto no tiene
por qué afectar lo más mínimo a tu familia.
—Ah,
¿no? Pues explícame cómo crees que se va a sentir mi padre.
—¿Tu
padre? Él está al corriente de todo desde el principio. Lo supo
incluso antes que tu madre y te puedo asegurar que para él no supone
ningún problema. Bueno, casi
ninguno.
—¿Casi
ninguno?
-estaba
empezando a ponerme histérica-.
No puedo creerme que seáis tan egoístas. ¿En serio piensas que le
va a dar igual que tú y mi madre…?
—Espera,
espera -me detuvo-. ¿Yo y tu madre? -sus ojos volvieron a abrirse
con incredulidad. Se acercó una vez más a mi lado y alzó mi
barbilla para obligarme a mirarle-. Ness, ¿puedes explicarme
exactamente qué es lo que sabes?
—No
te hagas el tonto, Jacob -solté mi cara y me alejé otra vez-. Sabes
de sobra a qué me refiero.
—No.
Te prometo que no tengo ni la más remota idea.
Tragué
saliva y me aclaré la voz. Tenía que evitar echarme a llorar cuando
pronunciase la palabra que tanto daño me había hecho.
—Me
estoy refiriendo a lo de la… imprimación -él asintió invitándome
a continuar hablando-. Sé lo que sucede entre tú y mi madre. Sé
que…
La
voz se me quebró y me giré para que no pudiese verme llorar.
Un
ruido sordo resonó en su pecho. Me volví a mirarle. Tenía los
labios fruncidos y estaba intentando sofocar la risa. Eso era ya el
colmo. Sin contener más el llanto y con la rabia desbordándome,
comencé a andar de regreso a casa. Sólo me faltaba esto, que se
riese de mí en mi propia cara.
Me
alcanzó y sujetó con fuerza mi brazo mientras yo intentaba seguir
caminando. Visto desde fuera debía resultar una escena de lo más
cómica. Él parado, sujetándome sin esfuerzo aparente y yo andando
sin moverme del sitio.
Cuando
me cansé volví a mirarle. En su cara seguía habiendo una mueca
estúpida. Entonces encontré un modo mejor de sofocar mi enfado y
comencé a golpearle con todas mis fuerzas. No era consciente de
dónde le daba ni de qué hacía él. Estaba cegada por la rabia.
Tenía los ojos cerrados y le golpeaba una y otra vez sin dejar de
llorar ni de gritarle lo mucho que le odiaba.
Finalmente,
exhausta a causa del esfuerzo, dejé caer los brazos a ambos lados de
mi cuerpo y pegué la barbilla al pecho. Mis manos temblaban a causa
del dolor y mis piernas estaban a punto de fallarme. Él también
debió de notarlo. Me pegó a su pecho y me abrazó con fuerza. No
podía parar de reírse. Me habría gustado encontrar un modo de
atizarle que le hiciese verdadero daño, pero sabía que intentar
hacerle daño a él era como intentar herir a una piedra. Además,
apenas podía moverme. Por lo que permanecí allí, aferrada a él,
sintiendo la más cruel de las humillaciones.
Me
dejó llorar durante mucho rato, hasta que me vacié por completo.
Cuando ya sólo podía hipar, me limpió las lágrimas y me miró a
la cara. Ya no se reía, pero seguía sonriendo.
—Ahora
que estás más tranquila, quiero que me contestes a algo -mi mirada
se endureció. ¿Iba a atreverse encima a exigirme cosas?-. ¿En
serio crees que yo…? ¿Crees que he imprimado a tu madre?
No
contesté. Alcé los ojos. El sol se encontraba justamente sobre
nuestras cabezas. Últimamente no era muy consciente del paso del
tiempo. Estaba muy nublado y debía de hacer bastante frío, pero la
cercanía de Jacob me impedía comprobarlo por mí misma.
—O
tú eres más estúpida de lo que yo pensaba o es que yo no tengo ni
idea de cómo se hacen éstas cosas -hice rechinar los dientes con
irritación. No iba a tolerar ni un insulto más-. Durante todos
estos años, ¿no te he dado las suficientes muestras? Ness, ¿es que
no te has dado cuenta de nada?
Me
estaba empezando a perder. No entendía a dónde pretendía ir a
parar.
—¿Qué
es lo que tendría que haber descubierto? -pregunté con la voz
cascada-. ¿Es que sigues sin enterarte de que ya lo sé todo?
—Deja
de repetir eso y de ser tan cabezota. Estás muy equivocada. No
tienes ni idea de nada.
—Entonces,
¿a qué esperas para explicármelo?
—Vale,
vale… ¡Caray! Debo de ser realmente torpe. Pero… No sé… ¿De
verdad nunca has penado que…? Vaya. Yo…
—¿Quieres
dejar de soltar frases incompletas y aclararme de una vez qué está
pasando?
Su
sonrisa se ensanchó mientras sus dedos se paseaban por mi garganta.
Una descarga recorrió mi columna cuando sus manos se adaptaron al
contorno de mi cintura. Volvió a mirarme antes de acercar sus labios
a mi oído. Su sonrisa había desaparecido.
—¿Ni
siquiera recuerdas la noche en que entré en tu cuarto a despedirme?
El
recuerdo de aquel momento me sacudió con violencia. Había pasado
tanto tiempo intentando convencerme de que sólo había sido un
sueño… Pero él acababa de confesarlo. Había sido real. Su
presencia, el calor, las caricias… Y aquel beso. Todo había sido
real.
—¿En
qué piensas?
—En
aquella noche -contesté en un acceso de sinceridad-. Pensaba que
sólo había sido un sueño.
Su
deslumbrante sonrisa se traspasó a mi cara. Ya no había motivos
para reprimirme. Levanté mis brazos y hundí mis doloridas manos en
su melena. Él cerró los ojos. Oía su pausada respiración mientras
mis dedos se enredaban en su pelo.
Y
no pude contenerme.
Me
alcé sobre las puntas de los pies y apreté mis labios contra los
suyos. Jacob me devolvió el beso. Mientras una de sus manos seguía
aferrada a mi cintura, la otra ascendió hasta mi nuca. Cuando sentí
su aliento abrasador entrando en mi garganta, no tuve ninguna duda de
que lo ocurrido aquella noche había sido indiscutiblemente real.
Nuestras
respiraciones se agitaron y mi corazón empezó a latir con tanta
fuerza que temí que pudiese romperme alguna costilla. Mis manos se
perdieron en la anchura de su espalda al mismo tiempo que su boca
recorría mi mejilla hasta llegar a mi cuello.
De
no ser porque me tenía firmemente agarrada, me habría desplomado en
ese mismo instante.
Sujetó
otra vez mi cara entre sus manos, y otra vez pegó su frente a la
mía… Y pronunció las dos palabras que hicieron que mi mundo
volviera a iluminarse y a llenarse de color… Que todo volviese a
cobrar sentido.
—Te
quiero.
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