ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 12 ¡Hora De Abrir Los Regalos!


Aunque el camino de vuelta era largo y nosotros estábamos empeñados en alargarlo aún más, a ambos nos pareció demasiado corto.
Le detuve junto a la puerta y coloqué mi mano en su cuello, recordando el momento en el que me había dicho que me quería, y le susurré:
Yo a ti también.
Él volvió a besarme mientras sus brazos me apretaban contra su cuerpo.
Aún no te he felicitado.
Sí que lo has hecho… -extrañado, alzó una ceja y ladeó la cabeza-. Y me has dado incluso mi regalo.
Pero si aún no te he… -puse los ojos en blanco y clavé mi dedo índice en su pecho-. Vale, vale. Espero que no lo estés diciendo en serio. Si en verdad yo te parezco un regalo, me vas a tirar a un rincón en cuanto veas lo que te espera ahí dentro.
Le ignoré, sujeté su mano y abrí la puerta. Cuando entramos, las voces se silenciaron y todos los ojos se posaron en nuestros dedos entrelazados. Tras unos segundos de expectación, comenzaron los gritos, las risas, las exclamaciones… Entre todo el jaleo destacaban los ensordecedores silbidos de Quil, Jared y Seth, a los que enseguida se les unió Emmett. Me habría gustado ser una tortuga y haber podido esconder la cabeza para que no viesen lo roja, casi morada, que me había puesto. Pero a falta de caparazón, me cubrí el rostro con la mano que tenía libre.
Sentí el frío tacto de alguien en mi hombro. Entreabrí los dedos y descubrí a mi madre mirándome sonriente. Solté a Jacob y me lancé a sus brazos sin poder evitar echarme a llorar. Ella me devolvió el abrazo con más fuerza todavía.
Lo siento mucho, mamá. Siento haberte hecho sufrir. Siento haber sido tan estúpida y tan egoísta y haberte hecho daño. Perdóname, ¿sí?
Eres tú quien tiene que perdonarme. Tenía que habértelo contado todo desde el principio.
No, mamá. Tú tenías que cumplir tu promesa.
¿Sabes? Creo que tienes razón -entrecerró los ojos y me miró con picardía-. Aquí solamente hay un culpable.
Miramos hacia Jacob, que tragó saliva de forma ruidosa y nos devolvió la mirada con preocupación. Quiso hablar pero se lo impedimos lanzándonos sobre él. Era muy divertido verle casi ahogado de la risa. Nunca logré comprender cómo alguien a quien no dañaría ni un cañonazo, tenía tantas cosquillas.
Entonces mis ojos se encontraron con los de mi padre y corrí a abrazarle.
Te dije que todo saldría bien.
Iba a darle un beso, pero Alice -¿quién si no?- me cogió de la mano y me apartó de su lado.
Dejad los mimos para más tarde… ¡Hora de abrir los regalos!
Por el camino arrastró a Rosalie con nosotras. Comenzamos a subir las escaleras y nos detuvimos al llegar junto a la puerta de mi habitación. Alice me soltó y Rosalie me rodeó la cintura. Mi menuda tía desplegó su simpática sonrisa y me miró con los ojos brillantes.
Ahora, cierra los ojos.
Obedecí.
Entré en la habitación flanqueada por ambas. Olía a madera nueva y a pintura fresca.
Ya puedes abrirlos -canturrearon a la vez.
Cuando lo hice, estuvo a punto de desencajarse mi mandíbula inferior. Lo habían cambiado absolutamente todo. Los muebles, las cortinas, la colcha, el color de la pared… Todo era ahora de color blanco. Mi color favorito. Incluso habían pintado de blanco el baúl, la puerta y el marco de la ventana.
Y justo en el centro de la habitación, habían puesto un columpio. Una media luna de madera, también blanca, por supuesto, colgada del techo por una cadena metálica.
Supuse que sería absurdo preguntarles cómo se las habían ingeniado para hacer todo ese trabajo en una sola mañana. Así que me limité a seguir mirándolo todo boquiabierta.
Estaba realmente emocionada.
Fui a abrazarlas, pero Alice retrocedió.
Aún no lo has visto todo -contestó señalando al enorme armario.
Las miré frunciendo el ceño y vi que Rose parecía incluso más sorprendida que yo.
Dijimos que nada de regalos extra -se quejó.
Alice exhaló con irritación.
¿Y qué me dices de la cajita que guardas en tu bolso?
Rosalie sonrió y ambas se sacaron la lengua.
Vamos -me apremió Alice-, ¿a qué esperas?
Me acerqué al armario y lo abrí. Podía meterme en su interior sin problemas. Pero lo más increíble es que toda la ropa y los zapatos eran nuevos. Había renovado todo mi vestuario.
¡Oh, Alice! No tendrías que haberte molestado. Esto era innecesario.
¿Innecesario? Tu armario estaba pidiendo a gritos una renovación completa.
Ahora sí me dejaron abrazarlas.
Cuando volvimos al salón, la decoración me cogió por sorpresa. Con todo el escándalo de antes ni siquiera me había fijado. Me sentía como si me hubiese colado en la fiesta de cumpleaños de una Barbie. Todo estaba lleno de globos, guirnaldas y cintas de raso de múltiples tonos pasteles.
Y aún me esperaban más regalos. Carlisle, Esme y Jasper me tendieron un paquete. Al abrirlo me encontré con un precioso libro de piel negra y remaches dorados. Empecé a pasar las páginas y descubrí que todas estaban en blanco. ¿Era un diario? Miré a mi padre, que se encogió de hombros y me dedicó una de sus sonrisas traviesas. No podía leer su pensamiento, pero me jugaba cualquier cosa a que debía de estar pensando algo muy parecido a “ya tienes el tuyo propio”. Varios papeles cayeron de su interior. Al recogerlos pude ver que eran mis documentos actualizados –DNI, pasaporte…-, en los que se indicaba que tenía dieciocho años. Eso había sido con toda seguridad cosa de Jasper. Él era el encargado de solucionar el papeleo. Cogí uno de los documentos y le miré extrañada. Era un carnet de conducir. Mi carnet de conducir.
Eso es cosa mía -Emmett se acercó a mi lado y me tomó de la mano-. Mi regalo tampoco está aquí.
Me cogió en peso y se encaminó hacia el garaje. Se paró junto a la puerta y me pidió que cerrase los ojos. Entonces pude entender su extraño comportamiento del día anterior. Cuando volvió a dejarme en el suelo y pude abrir los ojos, quitó la sábana blanca que cubría mi regalo, dejando al descubierto un flamante deportivo negro.
Le miré incrédula.
¡Feliz cumpleaños, pequeñaja! -era incapaz de hablar, y él malinterpretó mi reacción-. ¿Qué pasa? ¿Es que no te gusta este modelo? Podemos cambiarlo por otro, el que tú prefieras.
¡No! No es eso. ¡Claro que me gusta! ¡Me encanta! Es sólo que… ¡Wow! No me lo esperaba. Además, te has olvidado de algo importante… -me miró expectante-. No sé conducir, Em.
¿Y dónde está el problema? Mañana mismo empezaremos con tus clases de conducción. Un par de semanas conmigo y no te hará sombra ni el mismísimo Michael Schumacher.
Tras ver el interior, tapizado de cuero negro, y oír todos los avances mecánicos que poseía, la potencia desmesurada de su motor y otros muchos detalles técnicos, la mayoría de los cuales ni siquiera comprendía, volvimos al salón donde seguí recibiendo regalos.
El clan de Denali me regaló una preciosa gargantilla de oro blanco y zafiros; Nahuel, que seguía un poco molesto por lo ocurrido aquella mañana, me entregó una cajita de madera. En su interior había un broche con forma de ojo. La piedra con la que estaba hecho el iris era de un negro intenso, lo cual me recordó a sus propios ojos.
Es un amuleto mapuche que se usa para alejar las malas influencias. Espero que te funcione -me explicó mirando fugazmente a Jacob-. La piedra del centro es ónix. Atrae la buena suerte.
Muchas gracias, Nahuel. Es precioso.
Acaricié su mano y le sonreí.
Los chicos de la manada, junto con Emily y Billy, me regalaron un gigantesco lobo de peluche y una enorme tarjeta firmada por todos, incluidos aquellos que no habían podido venir, donde pude leer cosas como: “Muchas felicidades, Renesmee. Siempre serás mi lobampira favorita”.
Rachel me entregó una pulserita multicolor y un lienzo envuelto en un llamativo papel granate. Era un precioso dibujo de una puesta de sol en el mar.
La pulsera es de mi parte -me dijo-, la he hecho yo. Y el cuadro te lo manda Rebecca. Me ha pedido que me disculpe en su nombre por no haber podido venir tampoco este año, y que te diga que espera que Jake y tú vayáis a visitarla pronto.
Jake y yo… Hasta Rebecca, en la otra punta del mundo, parecía saber lo que iba a ocurrir antes que yo misma.
Charlie y Sue me tendieron un sobre con dinero y una caja de mis bombones favoritos, y me pidieron disculpas por su falta de imaginación.
No digáis bobadas -les dije intentando hacer que se sintieran mejor-. Ya sabéis cuánto me gusta el chocolate. Además, esta marca no se vende por aquí.
El regalo de mis padres fue un talonario con varios billetes de avión sin fecha ni destino, para que, según dijeron, pudiese conocer todos esos lugares a los que siempre había querido ir.
Esta mañana llamó la abuela René -me informó mi madre-. Quería felicitarte y decirte que en cuanto tenga un par de días libres, vendrá a verte. Me pidió que la llamases.
¡Qué fastidio! Había recibido su carta en la que me contaba que Phil, que ahora era entrenador, estaba en plena temporada y que por ello no podrían venir. Para no variar. Creí que se estaba marcando un farol y que hoy la tendría aquí, bromeando y admirando todo lo que mi familia vampira hacía o decía, como cada año. En fin, luego, cuando estuviese el ambiente más relajado, la llamaría. Tenía que contarle todo lo que había pasado aquella mañana.
Miré hacia Jacob, esperando su regalo, y él enrojeció.
Lo siento -miró a mi padre con intención y volvió a fijarse en mí-, con los nervios del viaje lo olvidé en casa. Prometo enviártelo por correo en cuanto llegue.
Me acerqué a él y puse mi mano sobre su pecho, visualizando su rostro.
Ya te lo dije, no hay mejor regalo que éste.
Él me abrazó, repitiéndome una vez más que me quería, mientras todos volvían a alborotarse, silbidos incluidos.
Pero las sorpresas no habían terminado.
Después de un magnífico día, mientras cenábamos, sonó el timbre. Seth dio un respingo y el tenedor se resbaló de su mano. Mi padre me miró desde el sofá con una sonrisa intrigante.
Tienes visita. Ve a abrir.
Me levanté extrañada y fui hacia la puerta preguntándome quién podría ser. Salvo la abuela René y los miembros más jóvenes de la manada a quienes sus padres, por cierto recelo hacia mi familia no habían dejado venir, toda la gente que conocía y quería estaba conmigo. O al menos eso pensaba.
Abrí y me encontré con una mirada que hacía muchos meses que no había vuelto a ver. Ella me miraba indecisa, no sabía si abrazarme o no. Pero no dejé que se lo pensara durante mucho tiempo y me arrojé a sus brazos sollozando.
¡Leah! ¡Leah! ¡Leah! ¡No puedo creerme que hayas venido!
La abracé con tanta fuerza que, de haberse tratado de alguien normal, le habría roto varios huesos. Debía de haberme imaginado cuando pregunté por ella y Seth me contestó:
¿Quién sabe? A lo mejor se presenta aquí en cualquier momento.
Me lo tomé como uno más de sus comentarios sarcásticos, pero al verla allí, comprendí que Seth ya sabía de esta sorpresa.
Al igual que hizo Charlie por la mañana, me apartó unos centímetros y me recorrió de arriba abajo con la mirada.
¡Caramba, Nessie! Estás preciosa. Las fotos que me enviaste no te hacen justicia en absoluto, que lo sepas -me sonrió y me tendió una bolsa de papel-. ¡Muchas felicidades! No sabía qué regalarte. Pasé por una tienda de antigüedades y vi esto. Me hizo muchísima gracia.
Cogí la bolsa y saqué el paquete que había en su interior. Era una muñeca de porcelana con tirabuzones cobrizos y mejillas sonrojadas.
¡Qué graciosa! -exclamé divertida al percatarme del parecido-. ¡Soy yo!
¿Verdad que se te parece? Bueno, a la Renesmee bebé. No a la de ahora.
Ambas nos reímos y volvimos a abrazarnos. Cuando nos separamos no supe que hacer, si sentarme con ella en el porche o invitarla a pasar. Y así se lo hice saber.
Es tu día, Nessie. No he venido desde tan lejos para quedarme en tu puerta. Además, hace mucho tiempo que no veo a mi gente, y no estaría bien que me fuese sin ni siquiera saludar a mi madre y…
Me asusté cuando Seth apareció detrás de nosotras sin previo aviso y se abrazó a su hermana.
¡Lo siento, Lee! Tenía muchas ganas de verte y no podía esperar más tiempo. ¿Por qué no entráis?
La cogió de la mano y la arrastró hacia el interior. Cerré y fui tras ellos. Todos se levantaron a saludarla, incluso Sam y Emily. Temí su reacción y me sorprendió ver que les devolvía el saludo con el mismo entusiasmo que a los demás. Parecía que eso del distanciamiento sí había funcionado con ella.
Esme salió de la cocina trayéndole un plato de la deliciosa lasaña que había preparado en mi honor.
Pero ella ni se inmutó. Respiraba de forma apresurada y sus ojos estaban fijos en una dirección. En el lugar donde se encontraba Nahuel. Le miraba como si fuese lo más maravilloso del mundo y él correspondía a su mirada de un modo similar. Todos nos dimos cuenta enseguida de lo que estaba pasando.
¡Marchando una de imprimación! -canturreó Embry.
¡Oído cocina! -respondieron Quil, Jared y Paul a coro.
Todos estallaron en carcajadas y no tardaron mucho en oírse los escandalosos silbidos de los chicos y, cómo no, Emmett. Leah pestañeó varias veces tratando de volver al mundo real y tomó asiento entre Seth y su madre. No pude evitar fijarme en Sam. Parecía relajado. Debía de haberse quitado un enorme peso de encima.
El resto de la cena transcurrió con el mismo buen ambiente que había prevalecido durante todo el día. Hubo más tarta de postre, una diferente a la que ya nos habíamos comido por la tarde, pero del mismo tamaño desmesurado y con el mismo logo de “Feliz cumpleaños, Nessie”. Era ya de madrugada cuando un ruidoso bostezo de Jared nos hizo darnos cuenta de la hora.
Todos empezaron a repartirse por las habitaciones donde Esme y mi madre habían preparado varias camas supletorias mientras, aquellos que no necesitaban descansar, se dedicaban a desmontar la decoración. Quise quedarme para ayudar, pero no me dejaron. Así que me despedí de todos, dándoles nuevamente las gracias por un día tan increíble y subí a mi cuarto sabiendo que no iba a estar sola durante mucho tiempo.
Nada más ponerme el pijama, llegaron mis padres. Me recosté sobre la cama y ellos se sentaron uno a cada lado preguntándome por la fiesta y los regalos.
Y, ¿qué me dices? ¿Ya solucionaste todos tus problemas con Jacob? -la ironía reinaba en el tono de voz de mi padre.
Enrojecí por completo cuando, sin querer, recordé lo vivido aquella mañana. Me vi obligada a pensar en gatos para no tener que volver a avergonzarme. Mi padre no pudo reprimir una carcajada.
¡Eso no vale! -se quejó mi madre dándole un golpe en el hombro-. Yo también quiero reírme.
Creo que a Nessie le han dado su primer beso.
¡Papá!
Los dos se echaron a reír cuando me cubrí la cara con un cojín.
No creo que haya sido el primero.
Bajé el cojín sin comprender por qué mi madre había dicho eso. Ella se giró hacia mi padre.
¿Te importaría dejarnos a solas? Me gustaría hablar con ella y explicarle… algunas cosas.
Asintió, nos dio un beso a cada una y salió. Mi madre me arropó y se tumbó a mi lado, abrazándome por encima de la colcha.
Verás, sé que debes de tener algunas dudas acerca de todo lo que ha pasado y me gustaría hablar contigo sobre ello antes de que lo haga Jacob. ¿Por dónde podría empezar?
Por donde quieras -la animé.
A ver… ¿Recuerdas tu última noche en Forks?
Era muy probable que mi padre no anduviese muy lejos, por lo que volví a pensar en gatos una vez más.
Lo recuerdo perfectamente.
Escuché cómo le preguntabas a papá por qué, si lo que te había ocurrido no había sido un sueño, nadie había visto ni oído nada… Di muchas vueltas hasta encontrar un modo con el que Jake pudiera despedirse de ti sin que nadie le molestase -gatitos, gatitos blancos en cestas de mimbre…-. Alice no supuso ningún problema al ser incapaz de verle, pero papá… Me costó una barbaridad darme cuenta de que estaba pasando por alto lo más obvio. Jacob puso el sigilo y yo... Bueno, yo dirigí mi escudo sobre él para evitar que tu padre pudiese escucharle.
Me incorporé para poder verle la cara. Estaba sonriendo. Me sentí una completa estúpida. ¿Cómo podía haber pensado tantas absurdeces? Yo creyendo que ella se había ido a pasar aquella tarde con él y resulta que lo que hacían para que Jacob pudiese despedirse de mí Volví a recostar la cabeza. Estaba muy enfadada conmigo misma.
Mi madre siguió hablando.
Y en el aeropuerto de Seattle, cuando te desmayaste, yo salí tras él para convencerle de que no podía dejar que nos fuésemos sin contarte la verdad. Pero fue imposible. Entró en fase y no pude hablar con él. Fue un acto algo egoísta por mi parte. Lo que me obligaba a forzarle para que te lo contara era que no quería que estuvieses mal conmigo, tal y como ocurrió. Todos lo hemos pasado muy mal durante estos meses. Sobre todo tú, es cierto. Pero a mí me mataba verte sufrir y no poder hacer nada para solucionarlo. Y qué decirte de Jacob. No te haces una idea de lo dura que ha sido su situación. Se pasaba los días en su forma lobuna para evitar los sentimientos que le acosaban cuando era humano. Corriendo de un lado a otro y cazando. Buscando un modo de no pensar en ti. Yo le llamaba a menudo pero rara vez le pillaba en casa. Nunca desde que le conozco le había visto tan hundido.
¿Y por qué no me dijo la verdad desde el principio?
Tenía miedo a cómo podías reaccionar. A que le despreciases. Odiaba pensar que podía perderte si te confesaba sus sentimientos.
Aunque no hubiera correspondido a sus sentimientos, y no era el caso, no habría cambiado nada.
Pero eso él no podía saberlo.
Iba a seguir hablando, pero llamaron a la puerta. Ella se levantó y me besó dulcemente en la frente.
Os dejo a solas. Tenéis muchas cosas de las que hablar. Hasta mañana, cielo.
La puerta se abrió y Jacob asomó la cabeza.
¿Puedo pasar?
Mi madre le revolvió el pelo y le abrazó al pasar junto a él y cerró dejándonos a solas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario