La
claridad del exterior me hirió cuando intenté abrir los ojos. Al
recuperar la visión, reconocí el lugar donde me encontraba. La
pequeña cama de madera, la desgastada colcha que la cubría, la
imágen del cobertizo de Billy frente a la ventana... Pensé que
había muerto y aquel era mi cielo particular. Y rompí a llorar.
¿Por qué tenía que ir al cielo? No había hecho nada bueno en mi
vida para merecérmelo. Debería estar ardiendo en el infierno.
Merecía todo el sufrimiento posible.
La
puerta se abrió y entraron mis padres y Alice. ¿Ellos también
habían muerto? Mi madre corrió a abrazarme mientras mi padre nos
observaba desde la puerta sujentando una de las manos de Alice entre
las suyas.
—¡Mi
pequeña! -sollozó mi madre-. No vuelvas a hacerme algo así, ¿me
oyes?
—Lo
siento. Siento mucho que hayáis muerto por mi culpa.
Se
apartó bruscamente de mí y me observó con el gesto contariado.
—
¿A
qué te refieres? ¿Es que acaso... crees que hemos muerto?
—¿Qué
íbamos a hacer aquí sino?
—Cielo,
estamos aquí porque es donde te trajo Jacob. No estamos... Nosotros
no...
No
era capaz de pronunciar esa palabra. Y eso me daba muy mala espina.
La observé mientras estudiaba el suelo. Miré a mi padre y la forma
en que sujetaba la mano de Alice. Miré la expresión aislada de mi
tía... Y después de varios segundos intentando reunir el valor
suficiente, pregunté a media voz:
—¿Dónde
está Jasper?
Alice
se mordió el labio inferior. A pesar de su intento por parecer
impasible, ví ensombrecerse su rostro.
—Dejadme
con ella.
Mi
padre rodeó sus hombros y la miró con ternura.
—No
hace falta, Alice. Nosotros podemos...
—Por
favor, Ed. Quiero hablar con Renesmee a solas.
—Como
quieras.
Besó
su frente y mi madre hizo lo mismo conmigo antes de unirse a mi padre
y salir de la habitación dejándonos a solas.
No
me atrevía a mirarla. Sabía lo que había ocurrido. Sabía lo que
iba a decirme... Y me negaba a oirlo y tener que asumirlo. Asumir que
no volvería a verle. Asumir que yo había sido la única culpable.
El llanto aumentó y Alice voló a abrazarme. No era justo que encima
fuese ella quien viniese a consolarme.
—Lo
siento -logré balbucear-. No tienes por qué estar aquí. Debes
odiarme. No te culpo por ello. Nadie lo hará.
—Nadie
te odia, pequeña. Yo tampoco. Jazz sólo quería que estuvieses
bien. Que volvieses sana y salva... Y aquí estás.
—Pero
tú... Él...
—Yo
estoy triste, no puedo negártelo. Pero saldré adelante. Y tú me
ayudarás, ¿a que sí? -asentí mientras ella me echaba levemente
hacia atrás para poder mirarme a los ojos-. Jasper ha... muerto por
una buena causa. Estoy orgullosa de él. Y de tí. Has sido muy
valiente.
—He
destruído a nuestra familia. Deberías odiarme en lugar de sentirte
orgullosa.
—No
digas bobadas. Podría haber sido mucho peor de no ser por tí. Y lo
sabes. Todos estamos orgullosos de tí. Jasper también lo estaría.
Cada
vez que la escuchaba pronunciar su nombre sentía calambres en el
estómago. Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que yo pudiese
nombrarle, o al menos pensar en él sin sentir que había muerto por
mi culpa.
Alice
sonrió con nostalgia. Tenía la mirada vacía. Estaba viendo algo.
Cuando volvió en sí, su sonrisa se amplió y me acarició el pelo.
—Apuesto
a que le habría encantado verte así. Vas a estar preciosa.
—¿A
qué te refieres? ¿Puedes ver mi futuro?- pregunté aterrada.
—Todo
a su tiempo, pequeña. No quiero inmiscuirme -me besó en la frente y
se levantó-. Te dejo a solas. Tienes visita.
—Alice
—¿Sí?
—Te
quiero.
—Y
yo a tí, pequeña. Muchísimo.
No
le dio tiempo a cerrar la puerta. Justo cuando ella estaba saliendo
entraron Marco, Akamu y Cedric. Era de lo más surrealista ver a
Marco allí, vestido de calle. Pero era aun más extraño estar con
ellos y no ver a Jasper por ningún lado. Otra vez la angustia y las
ganas de llorar. Los tres rodearon mi cama. Nadie hablaba.
Traté
de incorporarme y sentí como si tuviese una bola de fuego en las
costillas. Fue entonces cuando me percaté de que tenía el tronco
completamente vendado. Jadeé y volví a recostar la cabeza sobre la
almohada con los ojos cerrados. Me costaba respirar.
—Será
mejor que no te levantes -me dijo Marco acariciando mi frente-.
Carlisle dice que tienes tres costillas rotas. Así que necesitas
reposo.
—¿Reposo?
¿Cuanto tiempo?
Me
aterraba la idea de no poder salir de aquella casa... De aquella
cama...
—Un
mes más o menos. Todo depende de cómo evolucione la fractura. Y de
lo quieta que seas capaz de estar.
Se
me vino el mundo aun más encima. No podía ser posible. Un mes sin
poder moverme de su habitación. Probablemente teniendo que verle a
diario o, con suerte, teniendo sólo que oirle a diario.
Un
sollozo escapó de mi garganta. Así que ese iba a ser mi castigo..
Bien. Me parecía correcto. Merecía ser torturada.
—¿Te
encuentras bien? -preguntó Akamu con preocupación-. ¿Quieres que
vayamos a buscar a Carlisle?
—No.
Estoy bien. Un poco dolorida. Pero puedo soportarlo.
Omití
que sentía otro tipo de dolor más fuerte aún, un dolor que no
podía soportar: el que sentía en las entrañas... Pero no había
medicina para eso. Y, de haber existido una, me habría negado a
tomarla. Ese dolor me hacía ser consciente de lo que había
conseguido con mis rabietas. Tampoco quería llorar. Eso sólo haría
que los demás sintiesen lástima por mí en lugar de odio.
—Ness,
es mejor que saques lo que llevas dentro -Marco parecía estar
leyendo mi mente-. Desahógate. Habla, llora, grita... Pero no te lo
quedes dentro.
—Estoy
bien -insistí-. Sólo necesito algo de tiempo para poder asimilarlo.
—Como
quieras. Pero recuerda que tienes a mucha gente dispuesta a ayudarte.
—¿Puedo
preguntarte algo?
—Claro
que sí, pequeña. Pregunta cuanto quieras.
—Yo
sólo... Necesito saber qué... qué pasó. ¿Cómo terminó todo?
¿Alguien más ha...?
—Bueno...
No sé si estás en condiciones de saberlo.
—Te
aseguro que lo estoy.
Guardó
silencio unos segundos, pero al final decidió hablar. La batalla
había sido dura. Muy dura. Tras la muerte de Jasper, Alice se volvió
loca. Empezó a enfrentarse a todo aquel que se interponía en su
camino. Fue ella quien mató a Cayo.
—Nunca
he visto a un ser tan pequeño demostrar tanta valentía -comentó
Cedric-. Sin contarte a tí, por supuesto.
Le
miré extrañada.
—Pero
tú no... Tú no estabas.
—Llegó
en el momento adecuado -explicó Marco-. De no ser por él, Tú
habrías muerto.
La
noticia no me alegró en exceso. Aun así forcé una sonrisa y sujeté
su mano.
—Gracias.
Desde que te conozco, sólo tengo cosas que agradecerte.
—Llegó
a tu lado justo cuando Chelsea estaba a punto de... -suspiró sin
terminar la frase y sacudió la cabeza-. También yo tengo que
agradecerte qu terminases con ella.
—Vosotros
habríais hecho lo mismo -contestó-. Así que no tenéis nada que
agradecerme.
El
silencio se hizo en la habitación. Aún no habían resuelto mi duda,
así que insistí una vez más.
—Marco,
¿alguien más...? ¿Algun otro ha...?
Nada.
No podía pronunciar la frase completa. Aún así, él parecío
entender qué era lo que no podía preguntar.
—La
mayoría de la guardia Vulturi ha sido... diezmada, incluidos Aro y
Cayo. Y en cuanto al otro bando... Aparte de... Bueno, sólo han
perecido un par de chicos de la manada.
Traté
de incorporarme una vez más en vano. Los temblores hacían que el
dolor del pecho se incrementase. No podía hablar, por lo que coloqué
la palma de mi mano sobre la mejilla de Marco mientras visualizaba
los rostros de Leah, Seth, Quil... Y su rostro. Pronto recordé que
había sido él quien me trajo hasta aquí. La angustia remitió
levemente. Aún así seguía temblando.
-No
conozco sus nombres, pero por las conversaciones que he oído, sé
que uno era un miembro reciente y el otro era el hermano de la chica.
Seth...
No.
No podía ser. Él no. Traté de contener las lágrimas. Pero no pude
soportarlo. Rompí a llorar entre sollozos ahogados. Dos víctimas
más de mi estupidez. Marco me abrazaba y Cedric seguí sosteniendo
mi mano. Pero ninguno de los dos lograba calmarme. Ni ellos ni Akamu,
quien nos miraba desde la distancia. Él lo había visto todo antes
de que ocurriese. Ahora comprendía su estado de ánimo esa mañana.
Mis
padres entraron en la habitación. Solté la mano de Cedric y me
cubrí el rostro.
—¿Podéis
dejarme a solas? Necesito... Necesito estar sola.
—Renesmee,
cálmate. Ya pasó.
—Papá,
por favor, marchaos.
—Si
necesitas algo, estaremos ahí fuera.
Lloré
durante horas y horas. Al principio, el dolor del pecho era
insoportable, pero después de un rato me acostumbré a él. Sin
embargo, el dolor que sentía por la pérdida de Jasper y Seth
parecía estar tatuado en mí. Sabía que no se iría jamás. Pensé
en Leah. Ya había perdido a su padre y ahora había perdido también
a su hermano. Esperaba que al menos ella sí me odiase. Pensé
también en Sue. No podía imaginarme siquiera por lo que debían de
estar pasando ambas en ese momento. Y eso sin mencionar a Alice.
Aunque mi tía quiso parecer fuerte frente a mí, el dolor estaba
incrustado en cada uno de sus gestos. No sabía cómo iba a
compensarles, pero lo haría. Aunque ello conllevase arriesgar mi
propia vida. Al fin y al cabo, ellos habían dado la suya por mí.
Cuando
abrí los ojos me encontraba en medio del bosque. Estaba soñando. Lo
sabía porque los vendajes y el dolor del pecho había desaparecido.
Lo sabía también porque, a lo lejos, podía oir la voz de Jasper..
Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar al claro donde se
encontraba. La visión me paralizó. Volvía estar en el suelo y con
la cabeza apresada bajo el pie de Cayo. Un chillido salió de mi
garganta. Mi tío fijó sus aterrorizados ojos en mí y gritó:
—¡Corre,
Renesmee!
Su
voz parecía haber quedado grabada en el aire y se repetía como un
eco interminable. "¡Corre, Renesmee! Renesmee... Renesmee..."
—¡Renesmee!
-abrí los ojos de golpe. Estaba empapada en sudor. Volvía a estar
en la cama y Jacob me zarandeaba intentando despertarme-. ¿Estás
bien? Tenías una pesadilla.
Le
miraba sin poder hablar. La claridad que entraba por la puerta
entreabierta le iluminaba tenuemente la mitad del rostro. Aun no se
había afeitado.
—¿Puedes
hablar? -me preguntó agitándome suavemente de nuevo-. ¿Estás
dormida?
Continué
observándole. Mi mano tomó la decisión de actuar sin mi
consentimiento. Mis dedos se enredaron en los pelos de su barba. Le
oí suspirar al notar el contacto. No se lo esperaba. No le transmití
imágen alguna. Sólo quería... necesitaba acariciarle. Sujetó mi
mano y la acercó a sus labios para poder besarla.
Pensé
en qué habría sido de mí si le hubiese ocurrido algo y rompí a
llorar de nuevo. Él colocó sus manos a ambos lados de mi cara y
apoyó su frente en la mía.
—Estoy
aquí Ness, contigo -susurró-. Siempre lo he estado. Y siempre lo
estaré.
Aquello
era demasiado. No podía ser que él siguiese estando a mi lado. No
después de haber sido la causante de la muerte de Seth. El gesto
risueño del que fue mi amigo se extendió por cada rincón de mi
mente. Noté cómo Jacob se estremecía. Le había llegado la imágen.
—Murió
por mi culpa. No llegué a tiempo de quitarle a ese estúpido
chupasangres
de encima... Al menos pude vengarle. Me quedo con eso. Y tú... -alzó
la cabeza y fijó sus ojos en mí mientras sujetaba mi mentón-. Deja
de mortificarte. No eres culpable de nada y nadie te odia. Al revés.
Eres una especia de... heroína o algo así -bufé incrédula-.
Créeme, Ness. Todos están deseando poder darte las gracias. Has
librado a mucha... gente...
del miedo que esos
engendros provocaban.
Desvié
la mirada. No me había parado a verlo de ese modo. ¿En serio? ¿Yo
había hecho algo bueno? Ver las cosas desde ese punto de vista me
daba una chispa de esperanza. Puede que Jasper, Seth y el joven
licántropo no hubiesen muerto en vano. Puede que relmente hubiese
hecho algo bueno. Puede que, a pesar de lo ocurrido, mis actos podían
haber sido de ayuda para muchos. Estaba segura de que Marco
gobernaría de
un modo justo. Y eso se había logrado con mi ayuda.
Volví
a mirarle. Sus ojos seguían clavados en los míos. Sus manos
descansaban sobre la colcha. Repasé con el dedo sus nudillos y sentí
cómo se le erizaba la piel con el contacto. Le escuché tragar
saliva y el latido desenfranado de su corazón martilleándole en el
pecho.
—¿Te
puedo pedir un favor?
—Lo
que quieras, princesita.
Me
estremecí al oir ese apelativo después de tanto tiempo. Enredé mis
manos en su pelo y cogí aire.
—Dime
que me quieres.
Su
boca se torció formando una tímida sonrisa.
—Me
temo que eso no es posible -esta vez fui yo la que tragó saliva
atropelladamente. Reconozco que no me esperaba esa respuesta-.
Necesito tiempo, Renesmee.
—Lo
entiendo, pero... -mi interior estalló en llamas-. ¿Sabes? No. No
lo entiendo. Sé que tú sólo querías protegerme. Sé que lo
hiciste por mi propio bien. Pero yo no sabía nada. ¡Maldita sea!
Vosotros y vuestra estúpida manía de andar siempre ocultándome
cosas.
—Escúchame,
Ness...
—¡No!
Escúchame tú. Tú tienes la culpa de todo lo sucedido. Tú fuiste
quien decidió dejarme. Y tú fuiste el culpable de que decidiese
irme a Volterra. Yo sólo quería alejarme de tí. Y por tu culpa
Jasper y Seth ya no están. ¡¡Tú les has matado, no yo!!
En
cuanto pronuncié esas dos últimas frases me arrepentí de haberlo
hecho. Su cara se contrajo. Me miró con una mezcla de ira y pena y
salió a toda velocidad de la habitación.
—¡Jacob!
¡Jacob, espera! -imploré-. ¡Lo siento! ¡No quería decir eso!
Intenté
levantarme y salir tras él. Pero el dolor me hizo caer de bruces. Y
allí me quedé, tirada en el suelo y repitiendo "Lo siento"
una y otra vez, hasta que Rosalie entró a recogerme. Me alzó del
suelo y me tumbó de nuevo sobre la cama. Se recostó junto a mí y
yo me abracé a ella llorando desconsolada.
¿Por
qué había dicho eso? ¿Por qué había tenido que culparle a él?
La rabia y la frustración se habían aliado para jugarme una mala
pasada. Y vaya si lo habían conseguido.
Habían
pasado ya dos semanas desde el accidente con Jacob y no había vuelto
a verle. Esa misma tarde le pedí a mi padre que me trasladasen a mi
casa. Mentí diciendo que no me dolía tanto y que descansaría mejor
en mi propia cama. Y aunque Carlisle en un primer momento se negó,
acabó cediendo.
Poco
a apoco, todo el mundo había venido a verme. Marco, Akamu y Cedric
vinieron a despedirse esa misma noche. Marco y Cedric regresaban a
Volterra y Akamu había decidido ir en busca de su hermano.
Leah
y Sue vinieron un par de días después acompañadas por Charlie y
Nahuel. El funeral de Seth había sido esa misma mañana. A Charlie
le habían dicho que murió en un accidente de moto. No querían
añadir más leña al fuego de su incertidumbre y asustarle aún más.
Ni siquiera sabía que Seth y Leah eran licántropos. Madre e hija
estaban envueltas en un manto de dolor. Pero, al igual que había
hecho Alice, ambas trataron de parecer fuertes para infundirme
corajo, probablemente alentadas por mi padre.
El
sentir que nadie me culpaba por lo ocurrido, me hacía sentir cada
día un poco mejor. Alice se pasaba todo el día en mi cuarto. Juntas
veíamos películas, escuchábamos música... Pero, sobre todo, nos
ayudábamos la una a la otra a superar lo ocurrido.
Fue
varias semanas después cuando mi padre me anunció que tenía
visita. No hacía falta que me dijese de quien se trataba. Podía oir
los latidos de su corazón al otro lado de la puerta. Un sonido que
reconocería entre un millón. Tardé varios segundos en reaccionar.
No sabía en que estado iba a encontrarle. Si vendría en son de paz
o dispuesto a acabar con todo definitivamente.
—Si
no quieres, puedo decirle que se vaya.
—No
-me incorporé a duras penas y mi padre acomodó la almohada a mi
espalda-. Puede pasar.
—Como
quieras. Estaré abajo.
Eso
último había sido una frase de aviso. No exactamente para mí. Tras
lo ocurrido, mi padre había sobrepasado los límites de la
sobreprotección. No iba a permitir que me perturbasen. Ni siquiera
aunque fuese yo quien lo provocase.
Jacob
entró a paso lento. Con el semblante sombrío y los ojos fijos en
mí. Estaba aún más descuidado que la última vez. Se acercó hasta
el borde de mi cama y permaneció observándome en silencio durante
un rato que se me antojó eterno.
—Soy
un imbécil -dijo al fin-. Soy un completo y rotundo imbécil. Lo
siento.
—¿Tú?
Deja de autocompadecerte, Jacob. Ambos sabemos que hay un único
imbécl en esta habitación. Y no eres tú.
—¿Hay
alguien escondido en tu armario? -bromeó.
Ambos
sonreímos. Di un par de palmadas para que se sentase a mi lado. Y
cuando lo hizo, sujeté su mano.
—Déjame
pedirte perdón, por favor.
—No
tienes que hacerlo.
—Necesito
hacerlo. Por favor.
—Como
quieras... Adelante.
—Lo
siento. Siento haberme comportado como una niñata malcriada. Siento
haberte culpado. Y si tengo que conformarme con tenerte solamente
como amigo, estoy más que dispuesta a aceptarlo.
—¿Ya
no recuerdas de lo que te conté sobre la imprimación? -su mano se
adaptó a mi cuello-. Lo que siento, es para siempre.
—Pero
el otro día dijiste...
—Estaba
confundido. Demasiados sentimientos se entremezclaban en mi cabeza en
ese momento. No sé por qué lo dije. -me besó en la frente y dejó
su frente apoyada en mi nariz-. Vuelve a pedírmelo.
—¿Cómo?
¿El qué? Yo no...
Estaba
aturdida y más pendiente de controlar mi respiración que de
buscarle un sentido a sus palabras.
—Vuelve
a pedirme que te lo diga.
Se
apartó unos centímetros de mi cara y permaneció ahí, observándome
con esa sonrisa traviesa suya que me volvía loca.
—Dime
que me quieres.
—Te
amo.
Sus
labios buscaron los míos. Llevaba tanto tiempo anhelándolos que me
costó creer que aquel momento fuese real. Sin embargo, no supuso
ningún inconveniente a la hora de responderle.
—He
soñado cada noche con este momento -susurró sin despegar su boca de
la mía-. Con poder besarte. Con poder abrazarte. Con tenerte de
nuevo entre mis brazos.
—Pues
aquí estoy. Y no pienso alejarme de tí nunca jamás. Te lo prometo.
Se
incorporó y me miró con su resplandeciente sonrisa.
—¿Puedo
pedirte yo algo?
Le
observé extrañada.
—Claro.
Pide lo que quieras.
Casi
me da un ifarto cuando, tras rebuscar unos segundos en los bolsillos
de sus pantalones, le vi hincar la rodilla en el suelo y arrodillarse
frente a mí mientras abría una cajita y me mostraba un reluciente
anillo.
—¿Sabes?
Durante tu ausencia he vivido sin casa, sin ropa, sin amigos. He
estado viviendo lejos, sin mi familia... Y he descubierto que puedo
vivir perfectamente sin ninguna de esas cosas. Pero no puedo vivir
sin tí. Renesmee Carlie Cullen, ¿quieres casarte conmigo?
Las
lágrimas se desbordaron de mis ojos. Apenas podía verle, casi no
podía respirar. Asentí al borde del infarto y él colocó en mi
dedo el símbolo de que estaríamos juntos... Por siempre jamás.
Oh que lindo al final.Pero en serio ¿Jasper?:( ¿Seth?:(, pobres. Al menos ha acabado bien. Me ha encantado la historia, me voy a leer ahora mismo el epílogo.
ResponderEliminarLa vida no siempre es justa, ¿no? Gracias por haber estado "leyéndome". Ha sido un placer escribir para vosotros :'(
ResponderEliminar