ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 30 Por Siempre Jamás


La claridad del exterior me hirió cuando intenté abrir los ojos. Al recuperar la visión, reconocí el lugar donde me encontraba. La pequeña cama de madera, la desgastada colcha que la cubría, la imágen del cobertizo de Billy frente a la ventana... Pensé que había muerto y aquel era mi cielo particular. Y rompí a llorar. ¿Por qué tenía que ir al cielo? No había hecho nada bueno en mi vida para merecérmelo. Debería estar ardiendo en el infierno. Merecía todo el sufrimiento posible.
La puerta se abrió y entraron mis padres y Alice. ¿Ellos también habían muerto? Mi madre corrió a abrazarme mientras mi padre nos observaba desde la puerta sujentando una de las manos de Alice entre las suyas.
¡Mi pequeña! -sollozó mi madre-. No vuelvas a hacerme algo así, ¿me oyes?
Lo siento. Siento mucho que hayáis muerto por mi culpa.
Se apartó bruscamente de mí y me observó con el gesto contariado.
¿A qué te refieres? ¿Es que acaso... crees que hemos muerto?
¿Qué íbamos a hacer aquí sino?
Cielo, estamos aquí porque es donde te trajo Jacob. No estamos... Nosotros no...
No era capaz de pronunciar esa palabra. Y eso me daba muy mala espina. La observé mientras estudiaba el suelo. Miré a mi padre y la forma en que sujetaba la mano de Alice. Miré la expresión aislada de mi tía... Y después de varios segundos intentando reunir el valor suficiente, pregunté a media voz:
¿Dónde está Jasper?
Alice se mordió el labio inferior. A pesar de su intento por parecer impasible, ví ensombrecerse su rostro.
Dejadme con ella.
Mi padre rodeó sus hombros y la miró con ternura.
No hace falta, Alice. Nosotros podemos...
Por favor, Ed. Quiero hablar con Renesmee a solas.
Como quieras.
Besó su frente y mi madre hizo lo mismo conmigo antes de unirse a mi padre y salir de la habitación dejándonos a solas.
No me atrevía a mirarla. Sabía lo que había ocurrido. Sabía lo que iba a decirme... Y me negaba a oirlo y tener que asumirlo. Asumir que no volvería a verle. Asumir que yo había sido la única culpable. El llanto aumentó y Alice voló a abrazarme. No era justo que encima fuese ella quien viniese a consolarme.
Lo siento -logré balbucear-. No tienes por qué estar aquí. Debes odiarme. No te culpo por ello. Nadie lo hará.
Nadie te odia, pequeña. Yo tampoco. Jazz sólo quería que estuvieses bien. Que volvieses sana y salva... Y aquí estás.
Pero tú... Él...
Yo estoy triste, no puedo negártelo. Pero saldré adelante. Y tú me ayudarás, ¿a que sí? -asentí mientras ella me echaba levemente hacia atrás para poder mirarme a los ojos-. Jasper ha... muerto por una buena causa. Estoy orgullosa de él. Y de tí. Has sido muy valiente.
He destruído a nuestra familia. Deberías odiarme en lugar de sentirte orgullosa.
No digas bobadas. Podría haber sido mucho peor de no ser por tí. Y lo sabes. Todos estamos orgullosos de tí. Jasper también lo estaría.
Cada vez que la escuchaba pronunciar su nombre sentía calambres en el estómago. Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que yo pudiese nombrarle, o al menos pensar en él sin sentir que había muerto por mi culpa.
Alice sonrió con nostalgia. Tenía la mirada vacía. Estaba viendo algo. Cuando volvió en sí, su sonrisa se amplió y me acarició el pelo.
Apuesto a que le habría encantado verte así. Vas a estar preciosa.
¿A qué te refieres? ¿Puedes ver mi futuro?- pregunté aterrada.
Todo a su tiempo, pequeña. No quiero inmiscuirme -me besó en la frente y se levantó-. Te dejo a solas. Tienes visita.
Alice
¿Sí?
Te quiero.
Y yo a tí, pequeña. Muchísimo.
No le dio tiempo a cerrar la puerta. Justo cuando ella estaba saliendo entraron Marco, Akamu y Cedric. Era de lo más surrealista ver a Marco allí, vestido de calle. Pero era aun más extraño estar con ellos y no ver a Jasper por ningún lado. Otra vez la angustia y las ganas de llorar. Los tres rodearon mi cama. Nadie hablaba.
Traté de incorporarme y sentí como si tuviese una bola de fuego en las costillas. Fue entonces cuando me percaté de que tenía el tronco completamente vendado. Jadeé y volví a recostar la cabeza sobre la almohada con los ojos cerrados. Me costaba respirar.
Será mejor que no te levantes -me dijo Marco acariciando mi frente-. Carlisle dice que tienes tres costillas rotas. Así que necesitas reposo.
¿Reposo? ¿Cuanto tiempo?
Me aterraba la idea de no poder salir de aquella casa... De aquella cama...
Un mes más o menos. Todo depende de cómo evolucione la fractura. Y de lo quieta que seas capaz de estar.
Se me vino el mundo aun más encima. No podía ser posible. Un mes sin poder moverme de su habitación. Probablemente teniendo que verle a diario o, con suerte, teniendo sólo que oirle a diario.
Un sollozo escapó de mi garganta. Así que ese iba a ser mi castigo.. Bien. Me parecía correcto. Merecía ser torturada.
¿Te encuentras bien? -preguntó Akamu con preocupación-. ¿Quieres que vayamos a buscar a Carlisle?
No. Estoy bien. Un poco dolorida. Pero puedo soportarlo.
Omití que sentía otro tipo de dolor más fuerte aún, un dolor que no podía soportar: el que sentía en las entrañas... Pero no había medicina para eso. Y, de haber existido una, me habría negado a tomarla. Ese dolor me hacía ser consciente de lo que había conseguido con mis rabietas. Tampoco quería llorar. Eso sólo haría que los demás sintiesen lástima por mí en lugar de odio.
Ness, es mejor que saques lo que llevas dentro -Marco parecía estar leyendo mi mente-. Desahógate. Habla, llora, grita... Pero no te lo quedes dentro.
Estoy bien -insistí-. Sólo necesito algo de tiempo para poder asimilarlo.
Como quieras. Pero recuerda que tienes a mucha gente dispuesta a ayudarte.
¿Puedo preguntarte algo?
Claro que sí, pequeña. Pregunta cuanto quieras.
Yo sólo... Necesito saber qué... qué pasó. ¿Cómo terminó todo? ¿Alguien más ha...?
Bueno... No sé si estás en condiciones de saberlo.
Te aseguro que lo estoy.
Guardó silencio unos segundos, pero al final decidió hablar. La batalla había sido dura. Muy dura. Tras la muerte de Jasper, Alice se volvió loca. Empezó a enfrentarse a todo aquel que se interponía en su camino. Fue ella quien mató a Cayo.
Nunca he visto a un ser tan pequeño demostrar tanta valentía -comentó Cedric-. Sin contarte a tí, por supuesto.
Le miré extrañada.
Pero tú no... Tú no estabas.
Llegó en el momento adecuado -explicó Marco-. De no ser por él, Tú habrías muerto.
La noticia no me alegró en exceso. Aun así forcé una sonrisa y sujeté su mano.
Gracias. Desde que te conozco, sólo tengo cosas que agradecerte.
Llegó a tu lado justo cuando Chelsea estaba a punto de... -suspiró sin terminar la frase y sacudió la cabeza-. También yo tengo que agradecerte qu terminases con ella.
Vosotros habríais hecho lo mismo -contestó-. Así que no tenéis nada que agradecerme.
El silencio se hizo en la habitación. Aún no habían resuelto mi duda, así que insistí una vez más.
Marco, ¿alguien más...? ¿Algun otro ha...?
Nada. No podía pronunciar la frase completa. Aún así, él parecío entender qué era lo que no podía preguntar.
La mayoría de la guardia Vulturi ha sido... diezmada, incluidos Aro y Cayo. Y en cuanto al otro bando... Aparte de... Bueno, sólo han perecido un par de chicos de la manada.
Traté de incorporarme una vez más en vano. Los temblores hacían que el dolor del pecho se incrementase. No podía hablar, por lo que coloqué la palma de mi mano sobre la mejilla de Marco mientras visualizaba los rostros de Leah, Seth, Quil... Y su rostro. Pronto recordé que había sido él quien me trajo hasta aquí. La angustia remitió levemente. Aún así seguía temblando.
-No conozco sus nombres, pero por las conversaciones que he oído, sé que uno era un miembro reciente y el otro era el hermano de la chica.
Seth...
No. No podía ser. Él no. Traté de contener las lágrimas. Pero no pude soportarlo. Rompí a llorar entre sollozos ahogados. Dos víctimas más de mi estupidez. Marco me abrazaba y Cedric seguí sosteniendo mi mano. Pero ninguno de los dos lograba calmarme. Ni ellos ni Akamu, quien nos miraba desde la distancia. Él lo había visto todo antes de que ocurriese. Ahora comprendía su estado de ánimo esa mañana.
Mis padres entraron en la habitación. Solté la mano de Cedric y me cubrí el rostro.
¿Podéis dejarme a solas? Necesito... Necesito estar sola.
Renesmee, cálmate. Ya pasó.
Papá, por favor, marchaos.
Si necesitas algo, estaremos ahí fuera.
Lloré durante horas y horas. Al principio, el dolor del pecho era insoportable, pero después de un rato me acostumbré a él. Sin embargo, el dolor que sentía por la pérdida de Jasper y Seth parecía estar tatuado en mí. Sabía que no se iría jamás. Pensé en Leah. Ya había perdido a su padre y ahora había perdido también a su hermano. Esperaba que al menos ella sí me odiase. Pensé también en Sue. No podía imaginarme siquiera por lo que debían de estar pasando ambas en ese momento. Y eso sin mencionar a Alice. Aunque mi tía quiso parecer fuerte frente a mí, el dolor estaba incrustado en cada uno de sus gestos. No sabía cómo iba a compensarles, pero lo haría. Aunque ello conllevase arriesgar mi propia vida. Al fin y al cabo, ellos habían dado la suya por mí.




Cuando abrí los ojos me encontraba en medio del bosque. Estaba soñando. Lo sabía porque los vendajes y el dolor del pecho había desaparecido. Lo sabía también porque, a lo lejos, podía oir la voz de Jasper.. Corrí con todas mis fuerzas hasta llegar al claro donde se encontraba. La visión me paralizó. Volvía estar en el suelo y con la cabeza apresada bajo el pie de Cayo. Un chillido salió de mi garganta. Mi tío fijó sus aterrorizados ojos en mí y gritó:
¡Corre, Renesmee!
Su voz parecía haber quedado grabada en el aire y se repetía como un eco interminable. "¡Corre, Renesmee! Renesmee... Renesmee..."
¡Renesmee! -abrí los ojos de golpe. Estaba empapada en sudor. Volvía a estar en la cama y Jacob me zarandeaba intentando despertarme-. ¿Estás bien? Tenías una pesadilla.
Le miraba sin poder hablar. La claridad que entraba por la puerta entreabierta le iluminaba tenuemente la mitad del rostro. Aun no se había afeitado.
¿Puedes hablar? -me preguntó agitándome suavemente de nuevo-. ¿Estás dormida?
Continué observándole. Mi mano tomó la decisión de actuar sin mi consentimiento. Mis dedos se enredaron en los pelos de su barba. Le oí suspirar al notar el contacto. No se lo esperaba. No le transmití imágen alguna. Sólo quería... necesitaba acariciarle. Sujetó mi mano y la acercó a sus labios para poder besarla.
Pensé en qué habría sido de mí si le hubiese ocurrido algo y rompí a llorar de nuevo. Él colocó sus manos a ambos lados de mi cara y apoyó su frente en la mía.
Estoy aquí Ness, contigo -susurró-. Siempre lo he estado. Y siempre lo estaré.
Aquello era demasiado. No podía ser que él siguiese estando a mi lado. No después de haber sido la causante de la muerte de Seth. El gesto risueño del que fue mi amigo se extendió por cada rincón de mi mente. Noté cómo Jacob se estremecía. Le había llegado la imágen.
Murió por mi culpa. No llegué a tiempo de quitarle a ese estúpido chupasangres de encima... Al menos pude vengarle. Me quedo con eso. Y tú... -alzó la cabeza y fijó sus ojos en mí mientras sujetaba mi mentón-. Deja de mortificarte. No eres culpable de nada y nadie te odia. Al revés. Eres una especia de... heroína o algo así -bufé incrédula-. Créeme, Ness. Todos están deseando poder darte las gracias. Has librado a mucha... gente... del miedo que esos engendros provocaban.
Desvié la mirada. No me había parado a verlo de ese modo. ¿En serio? ¿Yo había hecho algo bueno? Ver las cosas desde ese punto de vista me daba una chispa de esperanza. Puede que Jasper, Seth y el joven licántropo no hubiesen muerto en vano. Puede que relmente hubiese hecho algo bueno. Puede que, a pesar de lo ocurrido, mis actos podían haber sido de ayuda para muchos. Estaba segura de que Marco gobernaría de un modo justo. Y eso se había logrado con mi ayuda.
Volví a mirarle. Sus ojos seguían clavados en los míos. Sus manos descansaban sobre la colcha. Repasé con el dedo sus nudillos y sentí cómo se le erizaba la piel con el contacto. Le escuché tragar saliva y el latido desenfranado de su corazón martilleándole en el pecho.
¿Te puedo pedir un favor?
Lo que quieras, princesita.
Me estremecí al oir ese apelativo después de tanto tiempo. Enredé mis manos en su pelo y cogí aire.
Dime que me quieres.
Su boca se torció formando una tímida sonrisa.
Me temo que eso no es posible -esta vez fui yo la que tragó saliva atropelladamente. Reconozco que no me esperaba esa respuesta-. Necesito tiempo, Renesmee.
Lo entiendo, pero... -mi interior estalló en llamas-. ¿Sabes? No. No lo entiendo. Sé que tú sólo querías protegerme. Sé que lo hiciste por mi propio bien. Pero yo no sabía nada. ¡Maldita sea! Vosotros y vuestra estúpida manía de andar siempre ocultándome cosas.
Escúchame, Ness...
¡No! Escúchame tú. Tú tienes la culpa de todo lo sucedido. Tú fuiste quien decidió dejarme. Y tú fuiste el culpable de que decidiese irme a Volterra. Yo sólo quería alejarme de tí. Y por tu culpa Jasper y Seth ya no están. ¡¡Tú les has matado, no yo!!
En cuanto pronuncié esas dos últimas frases me arrepentí de haberlo hecho. Su cara se contrajo. Me miró con una mezcla de ira y pena y salió a toda velocidad de la habitación.
¡Jacob! ¡Jacob, espera! -imploré-. ¡Lo siento! ¡No quería decir eso!
Intenté levantarme y salir tras él. Pero el dolor me hizo caer de bruces. Y allí me quedé, tirada en el suelo y repitiendo "Lo siento" una y otra vez, hasta que Rosalie entró a recogerme. Me alzó del suelo y me tumbó de nuevo sobre la cama. Se recostó junto a mí y yo me abracé a ella llorando desconsolada.
¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué había tenido que culparle a él? La rabia y la frustración se habían aliado para jugarme una mala pasada. Y vaya si lo habían conseguido.






Habían pasado ya dos semanas desde el accidente con Jacob y no había vuelto a verle. Esa misma tarde le pedí a mi padre que me trasladasen a mi casa. Mentí diciendo que no me dolía tanto y que descansaría mejor en mi propia cama. Y aunque Carlisle en un primer momento se negó, acabó cediendo.
Poco a apoco, todo el mundo había venido a verme. Marco, Akamu y Cedric vinieron a despedirse esa misma noche. Marco y Cedric regresaban a Volterra y Akamu había decidido ir en busca de su hermano.
Leah y Sue vinieron un par de días después acompañadas por Charlie y Nahuel. El funeral de Seth había sido esa misma mañana. A Charlie le habían dicho que murió en un accidente de moto. No querían añadir más leña al fuego de su incertidumbre y asustarle aún más. Ni siquiera sabía que Seth y Leah eran licántropos. Madre e hija estaban envueltas en un manto de dolor. Pero, al igual que había hecho Alice, ambas trataron de parecer fuertes para infundirme corajo, probablemente alentadas por mi padre.
El sentir que nadie me culpaba por lo ocurrido, me hacía sentir cada día un poco mejor. Alice se pasaba todo el día en mi cuarto. Juntas veíamos películas, escuchábamos música... Pero, sobre todo, nos ayudábamos la una a la otra a superar lo ocurrido.
Fue varias semanas después cuando mi padre me anunció que tenía visita. No hacía falta que me dijese de quien se trataba. Podía oir los latidos de su corazón al otro lado de la puerta. Un sonido que reconocería entre un millón. Tardé varios segundos en reaccionar. No sabía en que estado iba a encontrarle. Si vendría en son de paz o dispuesto a acabar con todo definitivamente.
Si no quieres, puedo decirle que se vaya.
No -me incorporé a duras penas y mi padre acomodó la almohada a mi espalda-. Puede pasar.
Como quieras. Estaré abajo.
Eso último había sido una frase de aviso. No exactamente para mí. Tras lo ocurrido, mi padre había sobrepasado los límites de la sobreprotección. No iba a permitir que me perturbasen. Ni siquiera aunque fuese yo quien lo provocase.
Jacob entró a paso lento. Con el semblante sombrío y los ojos fijos en mí. Estaba aún más descuidado que la última vez. Se acercó hasta el borde de mi cama y permaneció observándome en silencio durante un rato que se me antojó eterno.
Soy un imbécil -dijo al fin-. Soy un completo y rotundo imbécil. Lo siento.
¿Tú? Deja de autocompadecerte, Jacob. Ambos sabemos que hay un único imbécl en esta habitación. Y no eres tú.
¿Hay alguien escondido en tu armario? -bromeó.
Ambos sonreímos. Di un par de palmadas para que se sentase a mi lado. Y cuando lo hizo, sujeté su mano.
Déjame pedirte perdón, por favor.
No tienes que hacerlo.
Necesito hacerlo. Por favor.
Como quieras... Adelante.
Lo siento. Siento haberme comportado como una niñata malcriada. Siento haberte culpado. Y si tengo que conformarme con tenerte solamente como amigo, estoy más que dispuesta a aceptarlo.
¿Ya no recuerdas de lo que te conté sobre la imprimación? -su mano se adaptó a mi cuello-. Lo que siento, es para siempre.
Pero el otro día dijiste...
Estaba confundido. Demasiados sentimientos se entremezclaban en mi cabeza en ese momento. No sé por qué lo dije. -me besó en la frente y dejó su frente apoyada en mi nariz-. Vuelve a pedírmelo.
¿Cómo? ¿El qué? Yo no...
Estaba aturdida y más pendiente de controlar mi respiración que de buscarle un sentido a sus palabras.
Vuelve a pedirme que te lo diga.
Se apartó unos centímetros de mi cara y permaneció ahí, observándome con esa sonrisa traviesa suya que me volvía loca.
Dime que me quieres.
Te amo.
Sus labios buscaron los míos. Llevaba tanto tiempo anhelándolos que me costó creer que aquel momento fuese real. Sin embargo, no supuso ningún inconveniente a la hora de responderle.
He soñado cada noche con este momento -susurró sin despegar su boca de la mía-. Con poder besarte. Con poder abrazarte. Con tenerte de nuevo entre mis brazos.
Pues aquí estoy. Y no pienso alejarme de tí nunca jamás. Te lo prometo.
Se incorporó y me miró con su resplandeciente sonrisa.
¿Puedo pedirte yo algo?
Le observé extrañada.
Claro. Pide lo que quieras.
Casi me da un ifarto cuando, tras rebuscar unos segundos en los bolsillos de sus pantalones, le vi hincar la rodilla en el suelo y arrodillarse frente a mí mientras abría una cajita y me mostraba un reluciente anillo.
¿Sabes? Durante tu ausencia he vivido sin casa, sin ropa, sin amigos. He estado viviendo lejos, sin mi familia... Y he descubierto que puedo vivir perfectamente sin ninguna de esas cosas. Pero no puedo vivir sin tí. Renesmee Carlie Cullen, ¿quieres casarte conmigo?
Las lágrimas se desbordaron de mis ojos. Apenas podía verle, casi no podía respirar. Asentí al borde del infarto y él colocó en mi dedo el símbolo de que estaríamos juntos... Por siempre jamás.

2 comentarios:

  1. Oh que lindo al final.Pero en serio ¿Jasper?:( ¿Seth?:(, pobres. Al menos ha acabado bien. Me ha encantado la historia, me voy a leer ahora mismo el epílogo.

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  2. La vida no siempre es justa, ¿no? Gracias por haber estado "leyéndome". Ha sido un placer escribir para vosotros :'(

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