ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 4 El Tratado De Paz


Varias cosas habían cambiado aparte de mi aspecto. Como bien suponía, mis sentidos se habían perfeccionado más aún. Incluso mi fuerza había aumentado.
Otro cambio era que había adquirido un repentino pavor a la noche. Desde mi radical cambio de imagen me daba pánico dormir sola. Una terrorífica idea había anidado en mi cabeza: ¿Y si volvía a sufrir un nuevo crecimiento desmesurado y una mañana me levantaba convertida en una anciana? Me habían explicado cientos de veces que eso no iba a pasar, que mi crecimiento se había detenido y que no volvería a cambiar. Pero de nada les servía. No estaba tranquila si alguien no pasaba la noche a mi lado para asegurarme que todo iba bien.
Normalmente era Rose quien se cargaba de revistas –o de Emmett- y permanecía junto a mí hasta que llegaba el día y yo comprobaba por mí misma que todo seguía igual. A ella le encantaba quedarse conmigo por dos razones: la primera, porque le gustaba hacerlo. Encargarse de mi cuidado era su pasatiempo favorito; la segunda razón era que tanto ella como mi padre se negaban a que Jacob se quedase conmigo todas las noches. Sin embargo, nadie podía evitarle que me hiciese compañía al menos tres noches a la semana.
Lo cierto es que estaba encantada de que todos se turnasen para no dejarme sola mientras dormía. Pero yo ansiaba el momento en el que llegase el turno de Jake. Podíamos pasarnos la noche entera hablando y riéndonos sin parar. Lógicamente, al día siguiente estábamos tan agotados que nos pasábamos todo el tiempo tirados en cualquier sillón, muertos de sueño.
Me encantaba estar con él. Sabía hacer desaparecer cualquier preocupación que me acechase sólo mirándome con sus enormes ojos negros y sonriéndome mientras me aseguraba que todo iba a salir bien. Me sentía aliviada sabiendo que iba a estar a mi lado siempre que le necesitase. Era mucho más que mi mejor amigo y estaba unida a él por un lazo mucho más fuerte que el fraternal. No había nada que pudiese definir lo que significaba para mí. Era, simplemente, mi Jacob.
Pero, a pesar de ser casi imposible que hubiese en el mundo alguien más feliz que yo, había algo que empañaba esa felicidad. Algo que me extrañaba y me molestaba, y que me dolía más que cualquier otra cosa. La actitud de mi padre hacia mi amigo y viceversa. Siempre me había dado la sensación de que ninguno de los dos soportaba con demasiado agrado la cercanía del otro. Cuando le preguntaba a Jacob acerca de este asunto, él se refugiaba en lo mucho que aborrecía tenerle siempre dentro de su cabeza. Mi padre se limitaba a decirme cosas que yo aún no entendía. Y si insistía en saber cuáles eran esas cosas, me pedía que tuviera paciencia. “Todo se sabrá a su debido tiempo…”.
Pero el tiempo seguía pasando y a mí me sacaba de mis casillas ver cómo cada día que pasaba se llevaban peor. No entendía que era lo que mi padre veía en la mente de Jacob que tanto le molestaba. Y puesto que se negaba a contármelo, siempre acababa enfadándome y encerrándome en mi cuarto.
Las cosas estuvieron a punto de sobrepasar el límite una tarde, varias semanas después de mi transformación.
Carlisle estaba en el hospital, Esme y Rosalie habían salido de compras y mi madre, Alice y Jasper se encontraban cazando. Así que en casa estábamos mi padre, Emmett, Charlie, que había venido de visita, Jake y yo. El abuelo y Emmett estaban inmersos en un partido de baloncesto al que mi padre parecía estar prestándole demasiada atención, teniendo en cuenta lo poco que le interesaban los deportes. Pensé que debía de tratarse de un encuentro muy interesante.
Mientras tanto, Jacob y yo, acurrucados junto al ventanal, conversábamos animadamente sobre las anécdotas que habían tenido lugar ese fin de semana durante la boda de Sam y Emily. La habían estado posponiendo alegando diferentes motivos, pero todos sabíamos que la verdadera razón era Leah.
Ambos nos reíamos recordando cómo había tenido que hacerme pasar por una prima de mi madre delante de la gente normal. Más de una vez se me había escapado llamarla “mamá”, provocando que cualquiera de los licántropos que anduviera por allí en ese momento rompiera a reír a carcajadas.
Estabas realmente preciosa con aquel vestido rojo. Levantaste casi más expectación que la propia Emily. ¿Qué has hecho con él?
Guardarlo, ¿por…?
Porque pienso que deberías ponértelo más a menudo.
Sí, debe de ser muy cómodo salir a cazar con él -ironicé-. Recuérdame que me lo ponga la próxima vez que vayamos al bosque.
Miró al exterior sonriente. Pude oir cómo se alteraba la respiración de mi padre. En un primer momento pensé que se debía a algún lance del partido, pues Emmett y el abuelo saltaron del sillón en ese mismo instante, pero vi cómo miraba a Jacob con el rabillo del ojo. Intenté no darle importancia y seguir con nuestra conversación.
Voy a pedirle a Rose que me corte el pelo.
Pese a que me esforcé por usar el tono más casual posible, hubo una leve nota de preocupación en mi voz.
¿Cómo? ¿Estás de guasa? No se te ocurra hacerlo.
Tuve que reírme al verle. Se había incorporado a medias y me miraba con los ojos muy abiertos y sin parar de gesticular. Mi pelo era su punto débil.
¿Cómo que no? Tú te lo cortaste la semana pasada.
No es lo mismo. Lo mío es por comodidad -me incorporé para mirarle más de cerca-. Lo es y lo sabes.
Ya, pues Quil y Brady lo llevan bastante largo.
Sí, y pregúntales cómo se lo pasan cuando tienen que peinarse.
Siempre usas la misma excusa. Mamá me contó que cuando ella llegó a Forks, lo tenías larguísimo.
Puso los ojos en blanco y me dio tres toquecitos en la sien con el dedo índice.
¿Tengo que recordarte que hace mucho, cuando tu madre llagó a Forks, yo aún no era un licántropo?
Imité su gesto.
¿Y yo tengo que recordarte que a mí me gustas más con el pelo largo?
Su cara se expandió en una enorme sonrisa.
¿En serio? -entorné los ojos viéndole venir-. ¿Te gusto?
¡Tú no, idiota! Lo que me gusta es tu pelo… Cuando lo tienes largo, claro, no ahora que pareces una… bombilla.
Vale, vale. Me dejaré el pelo algo más largo. Lo que sea con tal de que mi princesita esté contenta. Pero tú deja el tuyo como está, ¿entendido?
Asentí, intenté copiar su sonrisa y volví a acomodarme entre sus cálidos brazos. A pesar de que el día no era frío en absoluto, me sentía a gusto pegada a él. Últimamente notaba como su temperatura corporal estaba descendiendo de forma sutil. Era un cambio minúsculo que nadie habría podido notar con facilidad. Nadie excepto yo, que estaba tan acostumbrada a su cercanía que podría notar enseguida cualquier cambio que se produjera en él por insignificante que fuese.
Una de las noches en las que se quedó conmigo le pregunté a qué podía deberse el enfriamiento de su piel.
<<Tengo dos teorías al respecto. La primera es que pasar tanto tiempo rodeado de chupasang… ¡ay! -le asesté un codazo en las costillas-, es decir, de tu familia, está haciendo que me transforme en uno de ellos. La segunda teoría es que mi organismo se está normalizando. Sinceramente, espero que sea lo segundo.
Mientras recordaba esto, permanecimos abrazados en silencio. Él acariciaba mi pelo y yo hacía dibujos en su pecho con mi dedo. Entonces mi padre se levantó y se acercó a nosotros a una velocidad vertiginosa. Sus ojos se habían oscurecido y tenía las aletas de la nariz dilatadas. Emmett y Charlie habían dejado de prestarle atención al partido y paseaban sus ojos de él a nosotros con una mezcla de sorpresa y miedo en ellos.
¡Ya está bien, perro! -rugió.
¡Eso mismo digo yo! -Jacob me soltó y se puso en pie frente a él-. ¡Son mis pensamientos!
¡Y ella es mi hija!
Veinte pavos por Edward -oí murmurar a Emmett.
Yo apuesto por Jacob -le rebatió Charlie.
Mi padre retiró los labios para dejar a la vista su reluciente dentadura. Fue como una señal para que mi tío se dejase de bromas y volase literalmente a su lado para intentar calmar los ánimos. Yo me sacudí el miedo que me atenazaba cada uno de mis músculos y me coloqué entre ambos.
¿Alguien va a hacer el favor de explicarme qué demonios está pasando aquí?
Miré primero a uno y luego al otro con la esperanza de que dejasen de matarse con la mirada y me prestasen atención. Pero era como si me hubiera vuelto invisible de repente. Comencé a dar saltitos y a agitar los brazos delante de sus narices para ver si, aunque fuese haciendo el payaso, conseguía que me mirasen
¡Eo! Estoy aquí. ¿Es que no me veis? -después de todo, conseguí mi objetivo y ambos me miraron-. Decidme qué es lo que pasa.
Eso pregúntaselo a tu mascota.
¡Ya vale, papá! Ten al menos un poco de respeto. Yo no sé qué es lo que ha podido hacer Jacob. Pero lo que tengo claro es que él no te ha ofendido.
No hace falta insultar para ofender -ambos volvieron a mirarse con furia-. Hay muchas otras formas de hacerlo y él parece saber cómo emplearlas.
El primero que falta al respeto eres tú entrometiéndote en lo que no te importa.
¿Qué no me importa? -daba la sensación de que iban a atacarse de un momento a otro y no se me ocurría forma alguna de evitarlo-. ¿Lo dices en serio? ¿Cómo puede no importarme que…?
¡Se acabó! -grité temblando de rabia-. Mirad, no sé qué clase de problema tenéis, pero ya no lo soporto más. O cambiáis o no quiero saber nada más de ninguno de vosotros.
Me di la vuelta para irme. Jacob intentó detenerme, pero esquivé su mano y subí a mi cuarto. Cerré con un portazo y me tumbé en la cama poniéndome los cascos y subiendo el volumen del reproductor al máximo. Si iban a seguir discutiendo, prefería no enterarme.
Unos minutos después la puerta se abrió. Era Jacob. Me quité los auriculares y dejé el reproductor sobre la mesilla. Me incorporé hasta quedar sentada y fijé los ojos en el suelo. Estaba tan enfadada que ni siquiera quería mirarle.
¿Puedo pasar?
Ya estás dentro -le respondí con sequedad.
Ladeó la mandíbula inferior en un gesto de absoluta contrariedad. No hacía falta leerle la mente para saber que no tenía ni idea de lo que iba a decirme.
Creí que había quedado claro que no quiero saber nada de vosotros hasta que hubieseis solucionado vuestras diferencias. ¿Es que ahora resulta que no hablamos el mismo idioma?
Le di la espalda con el único fin de hacerle sentir incómodo y que volviese a dejarme sin más compañía que la de mi música. No funcionó.
Oye, Ness, no seas así, ¿vale? He venido en son de paz.
No quiero una tregua, sino el final de esta guerra -le miré reticente-. ¿Crees que sería posible?
¡Mi teniente! -se colocó totalmente erguido y colocó su mano derecha en la sien, imitando la pose de un soldado-. Pido permiso para hablar, señor.
Haciendo un enorme esfuerzo por no reírme, asentí.
Señor, los contendientes hemos firmado un tratado de paz. La guerra ha terminado, señor.
¿Está seguro de que no es una burda tregua, soldado?
Totalmente seguro, señor. El enemigo se ha mostrado dispuesto a dialogar y ambos bandos hemos acordado las condiciones de paz, señor.
Ya sin poder aguantarme, esbocé una sonrisa y moví la cabeza con resignación. Se sentó a mi lado y me pasó el brazo sobre los hombros, acercándome a él. Apoyé la cabeza en su pecho, dejando que su calor me invadiera. Empezó a hablar tan bajo que me hizo dudar sobre si se dirigía a mí o a sí mismo.
Te aseguro que a mí todo esto me gusta casi tan poco como a ti. Pero no soporto que esté continuamente controlando todo lo que pienso.
A veces me gustaría haber heredado ese don y poder saber qué es eso en lo que piensas que tanto le molesta.
La mayoría de las veces no son más que bobadas.
¿Y las demás veces? Jake, mi padre no es precisamente de los que se enfadan porque sí. Debe de haber algo en esa cabezota tuya que él no soporta.
Alargué la mano y le di unos golpecitos en la frente.
Pues tú dirás… -se removió incómodo-. Yo sólo puedo decirte lo que sé. Pregúntale a él para conocer su versión.
¿Y antes?
¿Antes?
Bueno, por lo poco que pude entender, creo que lo que le ofendió fue algo que pensaste sobre mí.
¿Sobre ti? Esto… ¡No! Yo no… No estaba pensando en nada que… No estaba pensando en ti, de verdad.
Oí cómo su corazón se disparaba. Separé mi cabeza de él para poder mirarle a los ojos. Los apartó enseguida de los míos, ligeramente sonrojado.
¿Jake?
En serio, no era nada.
¿Eres consciente de lo mal que se te da mentir? ¿Es que no confías en mí?
¡Eh! Eso no es justo. No estás jugando limpio.
Tú tampoco lo haces al ocultarme cosas. Se supone que eres mi mejor amigo, y los amigos se lo cuentan todo.
Vale, vale. He caído en la trampa. Verás, yo… Bueno, pensaba en… Me estaba acordando de tu vestido rojo.
¡Deja de mentirme, Jacob!
¡Pero si es la verdad!
¿Acaso crees que voy a tragarme que mi padre ha estado a punto de lanzarse a tu garganta sólo porque has pensado en mi vestido?
Eres su hija, Nessie. Su única hija. Ya sabes lo q eso significa.
Me arrodillé sobre la cama para tener mis ojos a la altura de los suyos y le miré con gesto asesino.
¿Qué estás insinuando?
No insinúo nada. Ya sabes lo que pasa con los hijos únicos. Sabes cómo son de…
Salté sobre él sin dejarle terminar, haciéndole caer de espaldas y golpeándole mientras él se partía de risa sin intentar siquiera defenderse. Aunque emplease todas mis fuerzas, él apenas lo notaría. Estaba tan pendiente de buscarle un punto débil que no me di cuenta de que mi padre nos miraba desde la puerta hasta que le oí carraspear. Me incorporé a toda velocidad y tiré de la camiseta de Jacob para que hiciese lo mismo.
Perdón mi padre parecía casi tan incómodo como yo-. Siento molestar, pero Charlie se va y quería despedirse.
Ahora mismo bajamos.
Observó a Jacob de forma interrogante durante unos segundos, suspiró y volvió a salir. Examiné la cara de mi amigo y comprobé que su expresión había cambiado por completo. Estaba serio, casi molesto. Sus uñas se clavaban en mi edredón con tal fuerza que temí que fuese a desgarrarlo. Enrosqué mis manos alrededor de sus muñecas hasta que sus músculos volvieron a relajarse.
¿Ocurre algo?
No.
¿Más mentiras, Jacob?
Tengo que irme.
Se levantó y se encaminó a la puerta. Yo me adelanté y me coloqué frente a él cortándole el paso.
Primero dime qué es lo que pasa.
Ahora no, Ness, por favor. Llevo todo el día sin pasarme por casa y mi viejo se preguntará dónde ando.
¿Desde cuándo te importa llegar pronto a casa?
He notado a Billy algo molesto conmigo. No paso mucho tiempo con él y hay cosas que no puede hacer sólo.
¿Y qué hay de Paul y Rachel? Ellos también pueden ayudarle con esas cosas, ¿no?
Dudó unos instantes. Finalmente se inclinó sobre mí, me besó en la frente y me rodeó para llegar a la puerta.
Mañana nos vemos… Supongo.
Fue lo único que dijo antes de salir y volver a cerrar dejándome sumida en la certeza de que me estaba ocultando algo importante.
Aunque bajé a los pocos segundos, cuando llegué al salón él ya se había ido.
Charlie me recibió con expresión divertida y aprovechó mientras me abrazaba para hablarme al oído.
Cariño, tenías que haberte quedado. El lobo ha conseguido amaestrar al murciélago.
Mi padre gruñó y Emmett no pudo reprimir una carcajada. Charlie les miró sorprendido de que le hubiesen oído. Aún no sabía que, por muy bajo que hablase, en aquella casa se le oiría como si estuviese gritando.
Abuelo, no seas cruel -le di un beso-. Vuelve pronto, ¿sí?
El viernes hay partido -informó Emmett desde el sofá.
Charlie asintió complacido. Entre ellos había nacido una gran amistad alentada por la pasión que ambos sentían por el deporte.
Entonces te veo el viernes —apretó su abrazo—. Cuídate.
Le vi desaparecer tras la puerta de la cocina, donde mi madre y Esme le estaban preparando unos espaguetis especiales que olían de miedo. Su olor me recordó a Jacob. Era su comida favorita. Sobre todo los que llevaban el ingrediente secreto de Esme, que no era otra cosa que salsa barbacoa.
¿Qué le habría pasado? ¿Por qué se había marchado con tanta urgencia? Miré a mi padre en busca de respuestas, pero se limitó a encogerse de hombros y meterse también en la cocina. Menudo momento había escogido para dejar de interesarse por los pensamientos de mi amigo… Enfurruñada, me senté junto a Emmett, que seguía ensimismado viendo el resumen del partido, y esperé a que la cocina quedase vacía.
Me comí un enorme plato de espaguetis. La fobia que sentía hacia la comida cuando era pequeña había pasado a la historia. Fregué mi plato y decidí irme a la cama.
Tía Rose, hoy no hace falta que subas.
Todos me miraron. Unos sorprendidos y otros extrañados. Rosalie frunció el ceño.
¿Estás segura?
Sí, tranquila. Estoy agotada. Hoy ni siquiera creo que me despierte.
De acuerdo, como quieras. Pero si necesitas algo avísanos, ¿de acuerdo?
Lo haré. Buenas noches.
Buenas noches -contestaron todos a la vez. Ni un coro lo habría hecho mejor.
Apenas había apagado la luz cuando oí a alguien subiendo las escaleras. La puerta se abrió y pude distinguir en la oscuridad la perfecta sonrisa de mi padre. Cerró y vino a sentarse a mi lado.
¿Va todo bien?
Como la seda, ¿por qué?
Por nada en especial. Sólo quería asegurarme de que no había ningún problema.
Nos quedamos en silencio. El tono de su voz me indicaba que estaba preocupado. Me incorporé y apoyé la mejilla en su hombro.
Cielo, me gustaría disculparme por lo ocurrido esta tarde. Nos hemos comportado como niños y te hemos ofendido. Jacob y yo hemos hablado y hemos intentado buscar la solución más adecuada. Yo no me entrometeré en sus pensamientos y él intentará no pensar en… ciertas cosas.
¿Y cómo sabes si él va a estar pensando en esas cosas si no vas a leerle el pensamiento?
Va a ser imposible cumplir del todo mi parte del trato -hice un mohín-.Te prometo que intentaré actuar de modo que él ni lo notará… Siempre y cuando él cumpla su parte.
Espero que así sea. No me gusta que estéis siempre como el perro y el gato. Detesto veros discutir.
Lo sé. Y una vez más, te pido disculpas.
Disculpas aceptadas.
Acarició mi mejilla con la punta de su nariz y se levantó para irse. Sujeté su mano.
Papá, ¿me harías un favor?
Claro que sí, lo que quieras.
¿Podrías quedarte conmigo hasta que me duerma?
Nada me gustaría más.
Se tumbó sobre la colcha y yo me refugié entre sus brazos. Sentía el frío de su piel traspasando la ropa de cama pero, al igual que me ocurría con la calidez de Jacob, era algo a lo que ya estaba acostumbrada y que no me molestaba en absoluto.
Con su dulce voz comenzó a tararear la melodía que le pedí que compusiera para mí años atrás, cuando mi madre me habló de su nana.
Mis ojos comenzaron a cerrarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario