ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 1 Pesadilla


Me metí en la cama de un salto y le miré con una sonrisa tan enorme que ocupaba casi toda mi cara. Era una rutina que llevaba desempeñando prácticamente desde que nací. Y él sabía lo que eso significaba: quería que me arropase, que se tumbase a mi lado y me contase una de esas historias quileutes que tanto me gustaban. Jacob me devolvió la sonrisa y se acercó lentamente a mi cama con los brazos extendidos y moviendo los dedos.
¡No, Jake! -le supliqué-. Por favor. Eso no. No me gusta. No lo hagas Jake. ¡No!
Pero de nada sirvieron mis ruegos. Él se lanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas. Al final ocurrió lo que tanto temía: me dio un ataque de hipo.
Te dije ¡hip! que no lo hicieras ¡hip! -le dije mientras golpeaba su pecho con mis puñitos, convencida de que apenas lo estaría notando-. Esto ¡hip! es por tu culpa ¡hip! ¡hip!
¡Oh! Vaya... Lo siento. Te prometo que no volverá a pasar.
¡Hip! ¿Me lo prometes?
Te lo prometo. No volveré a hacerlo más... ésta noche.
¡Eso ¡hip! no vale ¡hip! ! ¡Tramposo!
Se sentó al borde de la cama y me tapó la nariz.
Ahora, aguanta la respiración y empuja el hipo muy, muy abajo. Hasta que notes cómo desaparece.
Cogí una bocanada de aire e hinché los carrillos, cerrando los ojos para poder concentrarme en hacer desaparecer esa horrible sensación. Cuando por fin pasó, volví a tumbarme. Jacob me arropó y se tumbó a mi lado.
Y ahora, a dormir.
¡Jo! ¿Hoy no vas a contarme una historia?
Hoy no. Ya es muy tarde. Mañana te contaré una de las largas, ¿vale?
Si no lo haces no voy a poder dormir -le dije haciendo sobresalir mi labio inferior-. Por favor.
¿Cómo lo haces para salirte siempre con la tuya?
Pues porque soy tu princesita y tienes que hacer lo que yo te diga.
Vale, vale -se incorporó e hizo una reverencia-. A sus pies, alteza.
Los dos rompimos a reír. De pronto, Jacob se puso serio y volvió a sentarse rápidamente en el borde de la cama. Mi padre entró pocos segundos después.
Tranquilo, Jacob. Sólo vengo a darle las buenas noches.
¡Papi! -me incorporé y enrollé mis brazos en su cuello-. ¿Dónde está mamá?
Abajo, hablando con la tía Alice.
¿Lo ves, Jake? Mamá y la tía aún no se han ido a dormir. Eso es porque aún no es tarde.
Puso los ojos en blanco.
Cualquier excusa es buena con tal de no dormirte.
Vamos, Nessie, vuelve a la cama.
¡No, papá! Aún no. No tengo sueño -apreté más mis brazos, pero él se deshizo rápidamente de mi trampa y me metió de nuevo en la cama-. ¡Eso no es justo! Eres mucho más fuerte que yo. Vas a ver cuando crezca. No podrás conmigo.
Pues entonces tendré que pedirle ayuda al tío Emmett.
Pues... -no sabía qué responderle. Emmett me parecía excesivamente grande y fuerte. Un recuerdo vino a mi mente. Era un día soleado del pasado otoño. Mi tío jugaba conmigo en el bosque. Los dos estábamos cubiertos de hojas secas. Él estaba tumbado de espaldas sobre la hojarasca y yo estaba de rodillas sobre su pecho, sujetando sus manos mientras intentaba soltarse y quitarme de encima. Pero no podía conmigo. Obviamente, Emmett estaba fingiendo, pero mi padre no tenía por qué saberlo. Coloqué una mano sobre su mejilla para compartir mi visión con él-. ¿Ves? ¡No le tengo miedo!
Tienes razón. Cuando seas mayor nadie va a poder contigo -sonreí triunfal mientras él volvía a arroparme-. Pero aún tienes que esperar un poco para eso. Por ahora, sigo siendo más fuerte que tú.
¡Disfruta mientras puedas! -le dije mientras Jacob trataba en vano de ahogar una carcajada. Le había oído esa frase a Quil cientos de veces y me pareció el momento oportuno para usarla.
¿Qué pasa aquí?
Mi madre asomó la cabeza por la puerta y me miró sonriente. ¡Caray! Ella sí que parecía una princesa. Era la más hermosa de cuantos vampiros había visto, ¡y mira que había visto muchos a cada cual más impresionante! Pero, sin duda alguna, era la mejor. Resultaba imposible apartar los ojos de ella.
Cruzó la puerta y se sentó a mi lado, junto a mi padre, en apenas medio segundo. Coloqué mi mano en su cuello para hacerle saber lo que pensaba de ella, que mostró su perfecta dentadura en una espléndida sonrisa y me abrazó apoyando su frente en mi pecho. Cuando volvió a incorporarse, miró a mi padre y a Jacob con curiosidad.
¿No me vais a contar el chiste? Os he oído reír y no he podido resistirme a venir a ver qué pasaba.
Lo que pasa es que Renesmee no debería pasar tanto tiempo con sus animales de compañía.
Jacob le lanzó una mirada furibunda. Volví a levantarme y le froté el entrecejo para deshacer el gesto de enfado que había aparecido en su rostro. Él se inclinó y me besó en la frente.
Papá está enfadado porque sabe que de mayor voy a ser más fuerte que él.
¿En serio? ¿Y más fuerte que yo también? -asentí pletórica-. ¡Vaya!
¡Y más que Jacob! -recalqué.
Sí, sí. Qué más quisieras -me crucé de brazos y le miré estrechando los ojos para parecer enfadada-. Vale, vale. Tienes razón -dijo alzando las palmas de las manos como señal de rendición-. También vas a ser más fuerte que yo. Vas a ser la más fuerte de todos.
¡Bien! -me lancé a abrazarle y él me estrechó con fuerza-. Voy a ser la más fuerte de todos. Y nunca más podréis obligarme a dormir. Pienso estar siempre despierta y me pasaré las noches con Jake oyendo muchas, muchas historias.
¡Eh! Yo necesitaré descansar -me separé para poder mirarle y fruncí el ceño-. Recuerda que yo no seré tan fuerte como tú y voy a necesitar dormir para reponer fuerzas.
Vale, pero sólo un ratito.
¿Un ratito?
Sí. Como mucho… una hora.
¿Sólo una hora? ¡Puff! Eso es muy poco tiempo.
Mmm… Bueno, pues dos. ¡Pero ni una más! Que luego me aburro sola.
¿Sola? ¡Pero si tienes a tus padres y a los demás! También puedes jugar con ellos, ¿no?
Sí, ya lo sé. Pero contigo me lo paso mejor.
Cogí sus manos y visualicé todas las cosas que solíamos hacer juntos y lo mucho que me gustaba estar con él. Pude ver cómo se sonrojaba mientras volvía a estrecharme fuertemente contra su pecho.
Mi padre se levantó repentinamente tenso sorprendiendo a mi madre, que nos miraba medio embobada. En ese momento no comprendí qué podía pasarle. Ahora sé que debió de leer algo en la mente de Jacob que no le gustó especialmente.
Edward... -mi madre sujetó su mano y le sonrió con dulzura. Cuando pareció relajarse un poco, ella le soltó y se giró de nuevo hacia mí-. Creo que ya es hora de dormir.
Esta vez fue ella la encargada de meterme otra vez en la cama y arroparme.
¿Puede quedarse Jake? -mi padre tensó la mandíbula y él les miró de reojo-. Sólo hasta que me duerma.
Eso deberías preguntárselo a él, ¿no crees?
Ella le miró y ambos intercambiaron sendas sonrisas cómplices. Realmente no era necesario preguntarle nada. Jacob siempre estaba dispuesto a quedarse conmigo. De todos modos, le miré. Él asintió una vez. Mis padres se levantaron.
Buenas noches, mami. Te quiero.
Buenas noches, cielo. Yo también te quiero.
Mi padre se agachó a mi lado y me acarició el pelo.
¿Papi?
¿Sí?
Me alegro de que seas más fuerte que yo.
Estaba convencida de que ése era el verdadero motivo de su enfado y me sentía culpable. Él me besó mientras me dedicaba una de sus sonrisas traviesas. La favorita de mi madre… Y la mía.
Te quiero mucho, princesita.
Vaya... Al final se va a acabar creyendo que es una princesa de verdad —musitó Jacob.
Lo es, Jake -los dos se miraron sonrientes. Le dio un toque en el hombro y se encaminó a la puerta junto a mi madre-. Buenas noches.
Cuando nos quedamos a solas, Jacob apagó la luz y se acostó a mi lado, pasándome un brazo por encima. Era agradable tenerle tan cerca mientras fuera caía la nieve y rugía el viento. Saqué una mano y comencé a enredar mis dedos en su pelo. Hacía tiempo que quería preguntarle algo, pero siempre acababa avergonzándome y dejándolo pasar.
Esta vez, la oscuridad me dio la confianza necesaria.
Jake -aunque todo estaba en penumbras, noté la fuerza de sus ojos clavándose en mí. Tragué saliva y traté de continuar-, ¿puedo hacerte una pregunta?
¡Claro! ¿Qué quieres saber?
¿Tú piensas que soy… rara? -sentí como el rubor se arremolinaba en mis mejillas-. Me refiero a que, bueno, yo no soy como el resto de niños de mi edad.
De pronto me puse triste. Nunca podría tener amigos, ni ir al colegio, ni hacer las cosas normales que hacían el resto de niños. A mis casi ocho años, en apariencia y mentalidad tenía bastantes más. Me sentía un bicho raro.
La mano que tenía apoyada en su antebrazo le hizo partícipe de estos pensamientos.
Claro que no eres como los demás niños de tu edad -mi barbilla empezó a temblar y tuve que luchar contra mis ganas de llorar-. Tú eres mucho más especial.
Sólo lo dices para que me sienta mejor -las lágrimas empezaron a desbordarse-. Sabes que soy rara. Sólo quieres confortarme.
¡No! No digas eso, ¿me oyes? -me apretó contra él-. Tú no eres rara. No lo eres.
Sí que lo soy. ¡Mírame bien! Usáis la palabra especial para no decir la verdad. Y la verdad es que soy rara.
Por enésima vez: tú no eres rara. ¿Te has fijado en cómo te miran todos? ¡Eres un encanto! ¡Qué más quisieran los niños de tu edad que parecerse a ti aunque sólo fuese un poco! Eres lista, pareces mucho mayor y eres muchísimo más hermosa que ellos… ¿Sabes? Pensándolo bien, sí que eres rara. Eres rara porque eres increíblemente especial.
¿Lo dices en serio?
Por supuesto.
Entonces, ¿los demás niños me envidian?
¡Sin duda alguna! ¿Cuántos de ellos pueden presumir de tener a un hombre lobo como mejor amigo?
Mmm… ¿Ninguno?
Ninguno. Sólo tú. ¿Y sabes por qué?
¿Por qué soy especial?
Eso es… Nessie, ni yo ni nadie pensamos que seas un bicho raro. No quiero volver a oírte decir eso nunca más, ¿entendido?
Entendido -me besó en la cabeza y me limpió las lágrimas-. Jake, ¿por qué me siento tan bien contigo? Incluso mejor que con mis padres o con la tía Rose. Pero, ¡eh! no les digas nada de esto a ellos, ¿vale?
Él sonrió. Apuesto a que le habría encantado que Rosalie escuchase lo que yo acababa de decir.
Tranquila, será nuestro secreto -dijo bajando la voz-. Y en cuanto a la pregunta… Bueno. Verás, aún eres demasiado pequeña para entenderlo, pero… Digamos que para mí eres incluso más especial que para los demás. Prometo explicártelo mejor cuando seas un poco más mayor.
Está bien -volví a juguetear con un mechón de su pelo-. ¿Jake?
Dime.
Tú también eres muy especial para mí.
Lo sé -supe que sonreía porque noté estirarse la piel de su mejilla, que estaba apoyada sobre mi cabeza-. Y ahora duérmete, ¿vale? Es muy tarde.
Le obedecí. Morfeo había hecho acto de presencia y los párpados parecían pesarme toneladas.
Esa fue la primera vez que tuve aquel extraño sueño. Supe que estaba soñando porque las imágenes estaban envueltas en la característica bruma. Estaba en el prado donde solía ir a cazar con mi madre y con Jacob. Pero esta vez la escena era bastante diferente. Frente a mí se encontraban Cayo, Marco y Aro. Éste último tendía su mano hacia mí con una sonrisa inquietante. Yo no quería acercarme a él, pero mis piernas avanzaban involuntariamente a su encuentro. El abuelo Carlisle intentaba detenerme, pero antes de que pudiera alcanzarme caía al suelo lanzando un terrible alarido.
Tras los jefes de los Vuturis pude reconocer a mi padre y a mi tía Alice. Pero no parecían ellos. Estaban ataviados con unas largas túnicas oscuras y sus ojos tenían un extraño matiz rojizo. Me miraban inexpresivos, como si fuesen dos estatuas. Su gesto me aterrorizaba. Les escoltaban otros seres vestidos de forma idéntica entre los que se encontraba Jane, que fijaba sus ojos en mí con su habitual sonrisa angelical. Fue entonces cuando comprendí lo que le ocurría a Carlisle.
Me detuve y me giré. A mi espalda se encontraba el resto de mi familia. Emmett, que sujetaba a Esme y a Rosalie, era quien estaba más cerca de mí y también quien parecía más enfadado. Tenía los labios retirados y mostraba toda la magnificencia de su dentadura, dirigiendo una furiosa mirada a aquellos que se encontraban frente a nosotros. A su lado, unos pasos más atrás Jasper permanecía agachado junto a Carlisle, que se aferraba con fuerza a su brazo intentando levantarse. Ninguno de los dos me quitaba los ojos de encima. Justo detrás de ellos estaba mi madre. Al verla sentí una aguda punzada de dolor. Miraba fijamente al suelo y, a pesar de que era un hecho imposible, supe por el temblor de su barbilla que lloraba.
No te lo pienses más, Renesmee -me apremió Aro-. ¿Es que quieres que sufra alguien más?
Le miré confundida y paseé mi vista por los alrededores con ansiedad. ¿Quién había sufrido? Estaba convencida de que no lo decía por Carlisle. ¿Pero entonces…? Al seguir buscando caí en la cuenta de que faltaba alguien. La vista se me nubló y mis piernas comenzaron a temblar de tal modo que a duras penas podían sostenerme. Todo daba vueltas a mi alrededor… ¿Dónde estaba Jacob? ¿Qué le habían hecho?




Me desperté aterrorizada. Jacob se había ido ya y el no verle me alteró aún más. Salté de la cama y salí de la habitación. Todos se me quedaron mirando cuando aparecí por las escaleras. Rosalie se levantó y en un instante me tuvo entre sus brazos. Intenté explicarles el sueño, pero el llanto me impedía hablar con claridad. Aun así, ellos parecieron entenderme. Miré a mi alrededor. Mis padres y Emmett no estaban. Supuse que habrían salido de caza.
¿Quieres que vayamos a buscar a mamá? -me preguntó Esme. Yo negué con la cabeza y oculté el rostro entre los pelos de mi tía. Mi madre quería a Jacob casi tanto como yo. No quería asustarla.
Esto no me gusta -le oí decir a Alice.
Carlisle la miró con escepticismo.
Alice, sólo ha sido un sueño. No debemos darle más importancia de la que tiene.
Acuérdate de Bella, Carlisle. Sus sueños solían cumplirse a menudo. ¿Y si a la niña le sucede lo mismo?
No todos se cumplían -replicó él-. Y los que lo hacían no eran exactamente como ella los soñó.
De todos modos, Alice tiene razón -comentó Esme preocupada-. A mi tampoco me gusta nada todo esto. Creo que deberíamos hablarlo con Edward y Bella y permanecer alerta.
¿Era eso cierto? ¿Los sueños de mi madre se cumplían? ¿Y si Alice tenía razón y a mí me ocurría lo mismo? Mis temblores se acentuaron y comencé a sollozar mientras le transmitía mis miedos a Rosalie.
¡Ya está bien! -pidió ella-. La estáis asustando.
Todos se quedaron callados. Con la cara oculta en el cuello de mi tía, noté sus miradas puestas en mí y el efecto tranquilizante que me estaba mandando Jasper. Esme se acercó a nosotros y Rosalie me depositó con cuidado en sus brazos.
Tranquila, pequeña. No va a pasar nada.
Pero habéis dicho que... los sueño... mi Jacob... -el berrinche me hacía hablar con dificultad.
Nadie va a hacerle daño a Jacob.
¿De verdad?
Te lo prometo.
La dulce voz de Esme, junto a la seguridad que depositó en su promesa y el poder de Jasper, lograron calmarme lo suficiente como para que pudiera volver a dormirme.
Cuando abrí los ojos de nuevo, era mi madre quien me sujetaba entre sus brazos.
¿Mami?
Sí, soy yo, Duérmete otro ratito, ¿vale? Aún es temprano.
Quise contarle mi pesadilla, pero cuando fui a poner mi mano en su cuello, ella me lo impidió.
No te preocupes, cielo, Ya me lo han contado todo -algo me decía que el verdadero motivo de no dejarme enseñárselo por mí misma no era tanto que ya lo supiera como que no quería verlo-. Sólo ha sido un sueño. No debes estar asustada por eso.
Pero tía Alice dijo que a ti...
Tú no eres yo, Renesmee -su voz se elevó de forma brusca. Al ver que me había asustado, sus facciones se endulzaron-. No tienen por qué pasarte las mismas cosas que me pasaron a mí. Sinceramente, espero que no tengas que pasar por casi nada de lo que pasé yo.
Nadie va a hacerte daño, mi vida -mi padre se agachó para estar a mi altura-. Ni a Jacob tampoco, te lo aseguro. Sólo ha sido una pesadilla. Pero te juro que si alguna vez te encuentras en verdadero peligro, yo voy a estar ahí donde me necesites para ayudarte -hizo un gesto con el brazo para abarcar a todos los que estaban en el salón-. Todos vamos a estar ahí.
Traté de sonreírle, pero sólo fui capaz de esbozar una mueca que en nada se parecía a una sonrisa. Por mucho que intentasen consolarme, no iba a estar tranquila hasta que no llegase Jacob.
Debe estar a punto de venir -susurró mi padre-. Vuelve a dormirte. Cuando llegue te avisaré.
Esta vez, mi débil sonrisa fue algo más definida. Cerré los ojos intentando dormir. Los brazos de mi madre se amoldaban perfectamente a mi cuerpo pero, pese a lo cómoda que estaba con ella, eran otros brazos entre los que me habría gustado estar en ese momento. Unos brazos más fuertes y robustos… e infinitamente más cálidos.
Por suerte, no había conseguido dormirme aun cuando le oí llegar. Salté de mi madre a él casi sin tocar el suelo.
Mi respiración se agitó de felicidad y alivio.
¡Hey! ¿Qué haces levantada tan temprano? -me preguntó mientras yo me aferraba fuertemente a su cuello-. ¿Tanto me echabas de menos que no podías dormir? -asentí de forma frenética. A pesar de su tono burlón, su pregunta me pareció una afirmación de lo más apropiada-. Estás bien?
Iba a contarle mi horrible sueño, pero justo antes de que pudiera mostrarle imagen alguna, mi padre me separó de él y me llevó a mi cuarto
¿Se puede saber qué diantres está pasando aquí? -le oí vociferar mientras nos alejábamos a toda velocidad.
Eso mismo me preguntaba yo.
Hasta que no estuve sentada en mi cama, no me di cuenta de que Rosalie había venido con nosotros.
Papi, ¿por qué me has traído aquí? Yo quiero ir abajo. ¡Yo quiero estar con Jake!
Ahora podrás bajar. Pero primero tenemos que hablar con él.
¿Por qué no me has dejado contarle mi pesadilla?
Estaba empezando a sentirme verdaderamente frustrada. Mi padre se inclinó y sujetó mi cara entre sus manos con suma delicadeza.
Verás, Nessie. Ya sabes lo protector que es Jacob contigo y lo influenciable que puede llegar a ser con todo aquello que tenga que ver con su princesita. Si se lo hubieses mostrado, probablemente habríamos tenido que salir tras él para evitar que se enfrentase a los Vulturis él sólo -aunque sabía que estaba exagerando, me estremecí ante la idea y sacudí la cabeza para alejar esa imagen de mi mente-. Es mejor que se lo contemos nosotros -asentí y puse mi mano en su mejilla-. Jacob va a estar bien. Tú quédate aquí con la tía Rose. Enseguida podrás bajar.
Él desapareció tras la puerta y yo me quedé allí, inmersa en los múltiples pliegues de la colcha.
Rosalie intentó jugar conmigo, hacerme mimos, decirme adivinanzas… Pero al ver mi poca predisposición, optó por cogerme en brazos y sentarse en la cama mientras me acunaba como cuando era un bebé. Yo trataba por todos los medios de escuchar la conversación que estaban manteniendo en el piso de abajo pero el sonido me llegaba bastante distorsionado a causa de la distancia. ¡Lo que habría dado por tener el sentido del oído de cualquiera de los allí presentes! En comparación con ellos, me sentía como si estuviese sorda.
Un buen rato después oí sus fuertes pisadas ascendiendo a toda velocidad por las escaleras. Cuando se abrió la puerta, volé a sus brazos por segunda vez. Me apretujó mientras yo le transmitía mi preocupación proyectando en su mente el fragmento de sueño en el que yo le buscaba desesperada.
No hay nada de qué preocuparse, cariño -a pesar de la enorme seguridad que destilaba su voz, noté cómo un escalofrío recorría su cuerpo-. Esas asquerosas sanguijuelas no me tocaran ni un pelo -Rosalie soltó un bufido, pero él hizo caso omiso y siguió hablándome-. Nadie va a hacerme daño, princesita. Pero lo que es más importante: nadie va a hacerte daño a ti.
Me da igual lo que me pase a mí mientras tú estés bien.
En cuanto terminé de hablar me mordí el labio inferior y me giré para mirar a Rosalie sintiéndome culpable por estar preocupada únicamente por Jacob. Pese a que trató rápidamente de cambiar de expresión, la sorprendí mirándonos enternecida. Le sonreí y añadí:
No quiero que os pase nada a ninguno por mi culpa.
Tú no tienes la culpa de nada, tesoro -dijo ella acercándose a nosotros-. Además, sólo ha sido una estúpida pesadilla. No entiendo por qué le dan tanta importancia.
Jacob la miró sorprendido.
¡Vaya! Creo que es la primera vez que estoy de acuerdo contigo en algo -ella le sonrió muy pagada de sí misma-. No sabía que las de tu clase pudieseis decir cosas tan coherentes.
¿Las de mi clase?
Sí, ya me entiendes. Me refiero a las… rubias.
Ella volvió a besarme y, poniendo los ojos en blanco, me besó en la parte superior de la cabeza y salió de la habitación murmurando algo así como: “Maldito perro pulgoso”. Jacob se tronchaba de la risa y yo les miraba tratando de comprender por qué se llevaban tan mal.
¡Ups! Se me había olvidado por completo… Oye Ness, ¿sabes que ha venido conmigo alguien que quiere verte?
¿A mí? -intenté hacer memoria, pero juraría que le había visto llegar solo- ¿Quién es? ¿Le conozco?
Sí, claro que le conoces. Te está esperando fuera.
¿Fuera? ¿Y por qué no le dices que entre?
Mmm… Digamos que no es buena idea.
Me quedé pensativa durante un rato. Ladeé la cabeza y me toqué la barbilla, igual que le había visto hacer a él cuando tramaba algo. ¿Por qué quien fuese no iba a poder entrar a verme? ¿Cómo iba a preferir alguien quedarse fuera, con el frío que hacía, en lugar de entrar en casa?
Entonces caí en la cuenta. ¡Claro! ¿Cómo no se me habría ocurrido antes?
¡Es Leah! ¡Es Leah! -coreé- ¿A que sí? ¿A que es ella?
¿Cómo narices has podido adivinarlo? -parecía realmente sorprendido, lo cual me pareció a la vez absurdo y divertido.
¡Fácil! ¿Quién si no ella no iba a querer entrar?
Cierto… -su cara adoptó un gesto tan estúpido que me hizo romper a reír-. Bueno, ¿bajamos o no a verla?
Me separé de él y comencé a tirar de su mano con todas mis fuerzas, pero no se movió ni un milímetro. Le miré de forma interrogativa. Él me pegó a su pecho con un leve tirón y me alzó del suelo.
¿De verdad piensas que voy a dejarte salir así con el frío que hace? ¿Es que quieres que tu madre acabe conmigo?
Se acercó al armario, lo abrió y cogió mi anorak y unos calcetines gruesos. Me puso de pie sobre la cama y me colocó el abrigo sobre el pijama. Tuve que sujetarme a su hombro mientras me ponía los calcetines y remetía en ellos la pernera del pantalón. Cuando acabó, me examinó sonriente y me montó a caballito.
Ahora sí podemos bajar.

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