Me
metí en la cama de un salto y le miré con una sonrisa tan enorme
que ocupaba casi toda mi cara. Era una rutina que llevaba
desempeñando prácticamente desde que nací. Y él sabía lo que eso
significaba: quería que me arropase, que se tumbase a mi lado y me
contase una de esas historias quileutes que tanto me gustaban. Jacob
me devolvió la sonrisa y se acercó lentamente a mi cama con los
brazos extendidos y moviendo los dedos.
—¡No,
Jake! -le
supliqué-.
Por favor. Eso
no.
No me gusta. No lo hagas Jake. ¡No!
Pero
de nada sirvieron mis ruegos. Él se lanzó sobre mí y empezó a
hacerme cosquillas. Al final ocurrió lo que tanto temía: me dio un
ataque de hipo.
—Te
dije ¡hip!
que
no lo hicieras ¡hip!
-le
dije mientras golpeaba su pecho con mis puñitos, convencida de que
apenas lo estaría notando-.
Esto ¡hip!
es por tu culpa ¡hip!
¡hip!
—¡Oh!
Vaya... Lo siento. Te prometo que no volverá a pasar.
—¡Hip!
¿Me
lo prometes?
—Te
lo prometo. No volveré a hacerlo más... ésta noche.
—¡Eso
¡hip!
no
vale ¡hip!
!
¡Tramposo!
Se
sentó al borde de la cama y me tapó la nariz.
—Ahora,
aguanta la respiración y empuja el hipo muy, muy abajo. Hasta que
notes cómo desaparece.
Cogí
una bocanada de aire e hinché los carrillos, cerrando los ojos para
poder concentrarme en hacer desaparecer esa horrible sensación.
Cuando por fin pasó, volví a tumbarme. Jacob me arropó y se tumbó
a mi lado.
—Y
ahora, a dormir.
—¡Jo!
¿Hoy no vas a contarme una historia?
—Hoy
no. Ya es muy tarde. Mañana te contaré una de las largas, ¿vale?
—Si
no lo haces no voy a poder dormir -le dije haciendo sobresalir mi
labio inferior-. Por favor.
—¿Cómo
lo haces para salirte siempre con la tuya?
—Pues
porque soy tu princesita y tienes que hacer lo que yo te diga.
—Vale,
vale -se incorporó e hizo una reverencia-. A sus pies, alteza.
Los
dos rompimos a reír. De pronto, Jacob se puso serio y volvió a
sentarse rápidamente en el borde de la cama. Mi padre entró pocos
segundos después.
—Tranquilo,
Jacob. Sólo vengo a darle las buenas noches.
—¡Papi!
-me incorporé y enrollé mis brazos en su cuello-. ¿Dónde está
mamá?
—Abajo,
hablando con la tía Alice.
—¿Lo
ves, Jake? Mamá y la tía aún no se han ido a dormir. Eso es porque
aún no es tarde.
Puso
los ojos en blanco.
—Cualquier
excusa es buena con tal de no dormirte.
—Vamos,
Nessie, vuelve a la cama.
—¡No,
papá! Aún no. No tengo sueño -apreté más mis brazos, pero él se
deshizo rápidamente de mi trampa y me metió de nuevo en la cama-.
¡Eso no es justo! Eres mucho más fuerte que yo. Vas a ver cuando
crezca. No podrás conmigo.
—Pues
entonces tendré que pedirle ayuda al tío Emmett.
—Pues...
-no sabía qué responderle. Emmett me parecía excesivamente grande
y fuerte. Un recuerdo vino a mi mente. Era un día soleado del pasado
otoño. Mi tío jugaba conmigo en el bosque. Los dos estábamos
cubiertos de hojas secas. Él estaba tumbado de espaldas sobre la
hojarasca y yo estaba de rodillas sobre su pecho, sujetando sus manos
mientras intentaba soltarse y quitarme de encima. Pero no podía
conmigo. Obviamente, Emmett estaba fingiendo, pero mi padre no tenía
por qué saberlo. Coloqué una mano sobre su mejilla para compartir
mi visión con él-. ¿Ves? ¡No le tengo miedo!
—Tienes
razón. Cuando seas mayor nadie va a poder contigo -sonreí triunfal
mientras él volvía a arroparme-. Pero aún tienes que esperar un
poco para eso. Por ahora, sigo siendo más fuerte que tú.
—¡Disfruta
mientras puedas! -le dije mientras Jacob trataba en vano de ahogar
una carcajada. Le había oído esa frase a Quil cientos de veces y me
pareció el momento oportuno para usarla.
—¿Qué
pasa aquí?
Mi
madre asomó la cabeza por la puerta y me miró sonriente. ¡Caray!
Ella sí que parecía una princesa. Era la más hermosa de cuantos
vampiros había visto, ¡y mira que había visto muchos a cada cual
más impresionante! Pero, sin duda alguna, era la mejor. Resultaba
imposible apartar los ojos de ella.
Cruzó
la puerta y se sentó a mi lado, junto a mi padre, en apenas medio
segundo. Coloqué mi mano en su cuello para hacerle saber lo que
pensaba de ella, que mostró su perfecta dentadura en una espléndida
sonrisa y me abrazó apoyando su frente en mi pecho. Cuando volvió a
incorporarse, miró a mi padre y a Jacob con curiosidad.
—¿No
me vais a contar el chiste? Os he oído reír y no he podido
resistirme a venir a ver qué pasaba.
—Lo
que pasa es que Renesmee no debería pasar tanto tiempo con sus
animales de compañía.
Jacob
le lanzó una mirada furibunda. Volví a levantarme y le froté el
entrecejo para deshacer el gesto de enfado que había aparecido en su
rostro. Él se inclinó y me besó en la frente.
—Papá
está enfadado porque sabe que de mayor voy a ser más fuerte que él.
—¿En
serio? ¿Y más fuerte que yo también? -asentí pletórica-. ¡Vaya!
—¡Y
más que Jacob! -recalqué.
—Sí,
sí. Qué más quisieras -me crucé de brazos y le miré estrechando
los ojos para parecer enfadada-. Vale, vale. Tienes razón -dijo
alzando las palmas de las manos como señal de rendición-. También
vas a ser más fuerte que yo. Vas a ser la más fuerte de todos.
—¡Bien!
-me lancé a abrazarle y él me estrechó con fuerza-. Voy a ser la
más fuerte de todos. Y nunca más podréis obligarme a dormir.
Pienso estar siempre despierta y me pasaré las noches con Jake
oyendo muchas, muchas historias.
—¡Eh!
Yo necesitaré descansar -me separé para poder mirarle y fruncí el
ceño-. Recuerda que yo no seré tan fuerte como tú y voy a
necesitar dormir para reponer fuerzas.
—Vale,
pero sólo un ratito.
—¿Un
ratito?
—Sí.
Como mucho… una hora.
—¿Sólo
una hora? ¡Puff! Eso es muy poco tiempo.
—Mmm…
Bueno, pues dos. ¡Pero ni una más! Que luego me aburro sola.
—¿Sola?
¡Pero si tienes a tus padres y a los demás! También puedes jugar
con ellos, ¿no?
—Sí,
ya lo sé. Pero contigo me lo paso mejor.
Cogí
sus manos y visualicé todas las cosas que solíamos hacer juntos y
lo mucho que me gustaba estar con él. Pude ver cómo se sonrojaba
mientras volvía a estrecharme fuertemente contra su pecho.
Mi
padre se levantó repentinamente tenso sorprendiendo a mi madre, que
nos miraba medio embobada. En ese momento no comprendí qué podía
pasarle. Ahora sé que debió de leer algo en la mente de Jacob que
no le gustó especialmente.
—Edward...
-mi madre sujetó su mano y le sonrió con dulzura. Cuando pareció
relajarse un poco, ella le soltó y se giró de nuevo hacia mí-.
Creo que ya es hora de dormir.
Esta
vez fue ella la encargada de meterme otra vez en la cama y arroparme.
—¿Puede
quedarse Jake? -mi padre tensó la mandíbula y él les miró de
reojo-. Sólo hasta que me duerma.
—Eso
deberías preguntárselo a él, ¿no crees?
Ella
le miró y ambos intercambiaron sendas sonrisas cómplices. Realmente
no era necesario preguntarle nada. Jacob siempre estaba dispuesto a
quedarse conmigo. De todos modos, le miré. Él asintió una vez. Mis
padres se levantaron.
—Buenas
noches, mami. Te quiero.
—Buenas
noches, cielo. Yo también te quiero.
Mi
padre se agachó a mi lado y me acarició el pelo.
—¿Papi?
—¿Sí?
—Me
alegro de que seas más fuerte que yo.
Estaba
convencida de que ése era el verdadero motivo de su enfado y me
sentía culpable. Él me besó mientras me dedicaba una de sus
sonrisas traviesas. La favorita de mi madre… Y la mía.
—Te
quiero mucho, princesita.
—Vaya...
Al final se va a acabar creyendo que es una princesa de verdad
—musitó Jacob.
—Lo
es, Jake -los dos se miraron sonrientes. Le dio un toque en el hombro
y se encaminó a la puerta junto a mi madre-. Buenas noches.
Cuando
nos quedamos a solas, Jacob apagó la luz y se acostó a mi lado,
pasándome un brazo por encima. Era agradable tenerle tan cerca
mientras fuera caía la nieve y rugía el viento. Saqué una mano y
comencé a enredar mis dedos en su pelo. Hacía tiempo que quería
preguntarle algo, pero siempre acababa avergonzándome y dejándolo
pasar.
Esta
vez, la oscuridad me dio la confianza necesaria.
—Jake
-aunque todo estaba en penumbras, noté la fuerza de sus ojos
clavándose en mí. Tragué saliva y traté de continuar-, ¿puedo
hacerte una pregunta?
—¡Claro!
¿Qué quieres saber?
—¿Tú
piensas que soy… rara?
-sentí
como el rubor se arremolinaba en mis mejillas-. Me refiero a que,
bueno, yo no soy como el resto de niños de mi edad.
De
pronto me puse triste. Nunca podría tener amigos, ni ir al colegio,
ni hacer las cosas normales que hacían el resto de niños. A mis
casi ocho años, en apariencia y mentalidad tenía bastantes más. Me
sentía un bicho raro.
La
mano que tenía apoyada en su antebrazo le hizo partícipe de estos
pensamientos.
—Claro
que no eres como los demás niños de tu edad -mi barbilla empezó a
temblar y tuve que luchar contra mis ganas de llorar-. Tú eres mucho
más especial.
—Sólo
lo dices para que me sienta mejor -las
lágrimas empezaron a desbordarse-.
Sabes que soy rara. Sólo quieres confortarme.
—¡No!
No digas eso, ¿me oyes? -me apretó contra él-. Tú no eres rara.
No lo eres.
—Sí
que lo soy. ¡Mírame bien! Usáis la palabra especial
para no decir la verdad. Y la verdad es que soy rara.
—Por
enésima vez: tú no eres rara. ¿Te has fijado en cómo te miran
todos? ¡Eres un encanto! ¡Qué más quisieran los niños de tu edad
que parecerse a ti aunque sólo fuese un poco! Eres lista, pareces
mucho mayor y eres muchísimo más hermosa que ellos… ¿Sabes?
Pensándolo bien, sí que eres rara. Eres rara porque eres
increíblemente especial.
—¿Lo
dices en serio?
—Por
supuesto.
—Entonces,
¿los demás niños me envidian?
—¡Sin
duda alguna! ¿Cuántos de ellos pueden presumir de tener a un hombre
lobo como mejor amigo?
—Mmm…
¿Ninguno?
—Ninguno.
Sólo tú. ¿Y sabes por qué?
—¿Por
qué soy especial?
—Eso
es… Nessie, ni yo ni nadie pensamos que seas un bicho raro. No
quiero volver a oírte decir eso nunca más, ¿entendido?
—Entendido
-me besó en la cabeza y me limpió las lágrimas-. Jake, ¿por qué
me siento tan bien contigo? Incluso mejor que con mis padres o con la
tía Rose. Pero, ¡eh! no les digas nada de esto a ellos, ¿vale?
Él
sonrió. Apuesto a que le habría encantado que Rosalie escuchase lo
que yo acababa de decir.
—Tranquila,
será nuestro secreto -dijo bajando la voz-. Y en cuanto a la
pregunta… Bueno. Verás, aún eres demasiado pequeña para
entenderlo, pero… Digamos que para mí eres incluso más especial
que para los demás. Prometo explicártelo mejor cuando seas un poco
más mayor.
—Está
bien -volví a juguetear con un mechón de su pelo-. ¿Jake?
—Dime.
—Tú
también eres muy especial para mí.
—Lo
sé -supe que sonreía porque noté estirarse la piel de su mejilla,
que estaba apoyada sobre mi cabeza-. Y ahora duérmete, ¿vale? Es
muy tarde.
Le
obedecí. Morfeo había hecho acto de presencia y los párpados
parecían pesarme toneladas.
Esa
fue la primera vez que tuve aquel extraño sueño. Supe que estaba
soñando porque las imágenes estaban envueltas en la característica
bruma. Estaba en el prado donde solía ir a cazar con mi madre y con
Jacob. Pero esta vez la escena era bastante diferente. Frente a mí
se encontraban Cayo, Marco y Aro. Éste último tendía su mano hacia
mí con una sonrisa inquietante. Yo no quería acercarme a él, pero
mis piernas avanzaban involuntariamente a su encuentro. El abuelo
Carlisle intentaba detenerme, pero antes de que pudiera alcanzarme
caía al suelo lanzando un terrible alarido.
Tras
los jefes de los Vuturis pude reconocer a mi padre y a mi tía Alice.
Pero no parecían ellos. Estaban ataviados con unas largas túnicas
oscuras y sus ojos tenían un extraño matiz rojizo. Me miraban
inexpresivos, como si fuesen dos estatuas. Su gesto me aterrorizaba.
Les escoltaban otros seres vestidos de forma idéntica entre los que
se encontraba Jane, que fijaba sus ojos en mí con su habitual
sonrisa angelical. Fue entonces cuando comprendí lo que le ocurría
a Carlisle.
Me
detuve y me giré. A mi espalda se encontraba el resto de mi familia.
Emmett, que sujetaba a Esme y a Rosalie, era quien estaba más cerca
de mí y también quien parecía más enfadado. Tenía los labios
retirados y mostraba toda la magnificencia de su dentadura,
dirigiendo una furiosa mirada a aquellos que se encontraban frente a
nosotros. A su lado, unos pasos más atrás Jasper permanecía
agachado junto a Carlisle, que se aferraba con fuerza a su brazo
intentando levantarse. Ninguno de los dos me quitaba los ojos de
encima. Justo detrás de ellos estaba mi madre. Al verla sentí una
aguda punzada de dolor. Miraba fijamente al suelo y, a pesar de que
era un hecho imposible, supe por el temblor de su barbilla que
lloraba.
—No
te lo pienses más, Renesmee -me apremió Aro-. ¿Es que quieres que
sufra alguien más?
Le
miré confundida y paseé mi vista por los alrededores con ansiedad.
¿Quién había sufrido? Estaba convencida de que no lo decía por
Carlisle. ¿Pero entonces…? Al seguir buscando caí en la cuenta de
que faltaba alguien. La vista se me nubló y mis piernas comenzaron a
temblar de tal modo que a duras penas podían sostenerme. Todo daba
vueltas a mi alrededor… ¿Dónde estaba Jacob? ¿Qué le habían
hecho?
Me
desperté aterrorizada. Jacob se había ido ya y el no verle me
alteró aún más. Salté de la cama y salí de la habitación. Todos
se me quedaron mirando cuando aparecí por las escaleras. Rosalie se
levantó y en un instante me tuvo entre sus brazos. Intenté
explicarles el sueño, pero el llanto me impedía hablar con
claridad. Aun así, ellos parecieron entenderme. Miré a mi
alrededor. Mis padres y Emmett no estaban. Supuse que habrían salido
de caza.
—¿Quieres
que vayamos a buscar a mamá? -me preguntó Esme. Yo negué con la
cabeza y oculté el rostro entre los pelos de mi tía. Mi madre
quería a Jacob casi tanto como yo. No quería asustarla.
—Esto
no me gusta -le oí decir a Alice.
Carlisle
la miró con escepticismo.
—Alice,
sólo ha sido un sueño. No debemos darle más importancia de la que
tiene.
—Acuérdate
de Bella, Carlisle. Sus sueños solían cumplirse a menudo. ¿Y si a
la niña le sucede lo mismo?
—No
todos se cumplían -replicó él-. Y los que lo hacían no eran
exactamente como ella los soñó.
—De
todos modos, Alice tiene razón -comentó Esme preocupada-. A mi
tampoco me gusta nada todo esto. Creo que deberíamos hablarlo con
Edward y Bella y permanecer alerta.
¿Era
eso cierto? ¿Los sueños de mi madre se cumplían? ¿Y si Alice
tenía razón y a mí me ocurría lo mismo? Mis temblores se
acentuaron y comencé a sollozar mientras le transmitía mis miedos a
Rosalie.
—¡Ya
está bien! -pidió ella-. La estáis asustando.
Todos
se quedaron callados. Con la cara oculta en el cuello de mi tía,
noté sus miradas puestas en mí y el efecto tranquilizante que me
estaba mandando Jasper. Esme se acercó a nosotros y Rosalie me
depositó con cuidado en sus brazos.
—Tranquila,
pequeña. No va a pasar nada.
—Pero
habéis dicho que... los sueño... mi Jacob... -el berrinche me hacía
hablar con dificultad.
—Nadie
va a hacerle daño a Jacob.
—¿De
verdad?
—Te
lo prometo.
La
dulce voz de Esme, junto a la seguridad que depositó en su promesa y
el poder de Jasper, lograron calmarme lo suficiente como para que
pudiera volver a dormirme.
Cuando
abrí los ojos de nuevo, era mi madre quien me sujetaba entre sus
brazos.
—¿Mami?
—Sí,
soy yo, Duérmete otro ratito, ¿vale? Aún es temprano.
Quise
contarle mi pesadilla, pero cuando fui a poner mi mano en su cuello,
ella me lo impidió.
—No
te preocupes, cielo, Ya me lo han contado todo -algo me decía que el
verdadero motivo de no dejarme enseñárselo por mí misma no era
tanto que ya lo supiera como que no quería verlo-. Sólo ha sido un
sueño. No debes estar asustada por eso.
—Pero
tía Alice dijo que a ti...
—Tú
no eres yo, Renesmee -su
voz se elevó de forma brusca. Al ver que me había asustado, sus
facciones se endulzaron-.
No tienen por qué pasarte las mismas cosas que me pasaron a mí.
Sinceramente, espero que no tengas que pasar por casi
nada de lo que pasé yo.
—Nadie
va a hacerte daño, mi vida -mi padre se agachó para estar a mi
altura-. Ni a Jacob tampoco, te lo aseguro. Sólo ha sido una
pesadilla. Pero te juro que si alguna vez te encuentras en verdadero
peligro, yo voy a estar ahí donde me necesites para ayudarte -hizo
un gesto con el brazo para abarcar a todos los que estaban en el
salón-. Todos vamos a estar ahí.
Traté
de sonreírle, pero sólo fui capaz de esbozar una mueca que en nada
se parecía a una sonrisa. Por mucho que intentasen consolarme, no
iba a estar tranquila hasta que no llegase Jacob.
—Debe
estar a punto de venir -susurró mi padre-. Vuelve a dormirte. Cuando
llegue te avisaré.
Esta
vez, mi débil sonrisa fue algo más definida. Cerré los ojos
intentando dormir. Los brazos de mi madre se amoldaban perfectamente
a mi cuerpo pero, pese a lo cómoda que estaba con ella, eran otros
brazos entre los que me habría gustado estar en ese momento. Unos
brazos más fuertes y robustos… e infinitamente más cálidos.
Por
suerte, no había conseguido dormirme aun cuando le oí llegar. Salté
de mi madre a él casi sin tocar el suelo.
Mi
respiración se agitó de felicidad y alivio.
—¡Hey!
¿Qué haces levantada tan temprano? -me preguntó mientras yo me
aferraba fuertemente a su cuello-. ¿Tanto me echabas de menos que no
podías dormir? -asentí de forma frenética. A pesar de su tono
burlón, su pregunta me pareció una afirmación de lo más
apropiada-. Estás bien?
Iba
a contarle mi horrible sueño, pero justo antes de que pudiera
mostrarle imagen alguna, mi padre me separó de él y me llevó a mi
cuarto
—¿Se
puede saber qué diantres está pasando aquí? -le oí vociferar
mientras nos alejábamos a toda velocidad.
Eso
mismo me preguntaba yo.
Hasta
que no estuve sentada en mi cama, no me di cuenta de que Rosalie
había venido con nosotros.
—Papi,
¿por qué me has traído aquí? Yo quiero ir abajo. ¡Yo quiero
estar con Jake!
—Ahora
podrás bajar. Pero primero tenemos que hablar con él.
—¿Por
qué no me has dejado contarle mi pesadilla?
Estaba
empezando a sentirme verdaderamente frustrada. Mi padre se inclinó y
sujetó mi cara entre sus manos con suma delicadeza.
—Verás,
Nessie. Ya sabes lo protector que es Jacob contigo y lo influenciable
que puede llegar a ser con todo aquello que tenga que ver con su
princesita. Si
se lo hubieses mostrado, probablemente habríamos tenido que salir
tras él para evitar que se enfrentase a los Vulturis él sólo
-aunque
sabía que estaba exagerando, me estremecí ante la idea y sacudí la
cabeza para alejar esa imagen de mi mente-.
Es mejor que se lo contemos nosotros -asentí
y puse mi mano en su mejilla-.
Jacob va a estar bien. Tú quédate aquí con la tía Rose. Enseguida
podrás bajar.
Él
desapareció tras la puerta y yo me quedé allí, inmersa en los
múltiples pliegues de la colcha.
Rosalie
intentó jugar conmigo, hacerme mimos, decirme adivinanzas… Pero al
ver mi poca predisposición, optó por cogerme en brazos y sentarse
en la cama mientras me acunaba como cuando era un bebé. Yo trataba
por todos los medios de escuchar la conversación que estaban
manteniendo en el piso de abajo pero el sonido me llegaba bastante
distorsionado a causa de la distancia. ¡Lo que habría dado por
tener el sentido del oído de cualquiera de los allí presentes! En
comparación con ellos, me sentía como si estuviese sorda.
Un
buen rato después oí sus fuertes pisadas ascendiendo a toda
velocidad por las escaleras. Cuando se abrió la puerta, volé a sus
brazos por segunda vez. Me apretujó mientras yo le transmitía mi
preocupación proyectando en su mente el fragmento de sueño en el
que yo le buscaba desesperada.
—No
hay nada de qué preocuparse, cariño -a
pesar de la enorme seguridad que destilaba su voz, noté cómo un
escalofrío recorría su cuerpo-.
Esas asquerosas sanguijuelas no me tocaran ni un pelo -Rosalie
soltó un bufido, pero él hizo caso omiso y siguió hablándome-.
Nadie va a hacerme daño, princesita. Pero lo que es más importante:
nadie va a hacerte daño a
ti.
—Me
da igual lo que me pase a mí mientras tú estés bien.
En
cuanto terminé de hablar me mordí el labio inferior y me giré para
mirar a Rosalie sintiéndome culpable por estar preocupada únicamente
por Jacob. Pese a que trató rápidamente de cambiar de expresión,
la sorprendí mirándonos enternecida. Le sonreí y añadí:
—No
quiero que os pase nada a ninguno
por
mi culpa.
—Tú
no tienes la culpa de nada, tesoro -dijo ella acercándose a
nosotros-. Además, sólo ha sido una estúpida pesadilla. No
entiendo por qué le dan tanta importancia.
Jacob
la miró sorprendido.
—¡Vaya!
Creo que es la primera vez que estoy de acuerdo contigo en algo -ella
le sonrió muy pagada de sí misma-.
No sabía que las de tu
clase pudieseis
decir cosas tan coherentes.
—¿Las
de mi
clase?
—Sí,
ya me entiendes. Me refiero a las… rubias.
Ella
volvió a besarme y, poniendo los ojos en blanco, me besó en la
parte superior de la cabeza y salió de la habitación murmurando
algo así como: “Maldito
perro pulgoso”.
Jacob se tronchaba de la risa y yo les miraba tratando de comprender
por qué se llevaban tan mal.
—¡Ups!
Se me había olvidado por completo… Oye Ness, ¿sabes que ha venido
conmigo alguien que quiere verte?
—¿A
mí? -intenté hacer memoria, pero juraría que le había visto
llegar solo- ¿Quién es? ¿Le conozco?
—Sí,
claro que le conoces. Te está esperando fuera.
—¿Fuera?
¿Y por qué no le dices que entre?
—Mmm…
Digamos que no es buena idea.
Me
quedé pensativa durante un rato. Ladeé la cabeza y me toqué la
barbilla, igual que le había visto hacer a él cuando tramaba algo.
¿Por qué quien fuese no iba a poder entrar a verme? ¿Cómo iba a
preferir alguien quedarse fuera, con el frío que hacía, en lugar de
entrar en casa?
Entonces
caí en la cuenta. ¡Claro! ¿Cómo no se me habría ocurrido antes?
—¡Es
Leah! ¡Es Leah! -coreé- ¿A que sí? ¿A que es ella?
—¿Cómo
narices has podido adivinarlo? -parecía realmente sorprendido, lo
cual me pareció a la vez absurdo y divertido.
—¡Fácil!
¿Quién si no ella no iba a querer entrar?
—Cierto…
-su cara adoptó un gesto tan estúpido que me hizo romper a reír-.
Bueno, ¿bajamos o no a verla?
Me
separé de él y comencé a tirar de su mano con todas mis fuerzas,
pero no se movió ni un milímetro. Le miré de forma interrogativa.
Él me pegó a su pecho con un leve tirón y me alzó del suelo.
—¿De
verdad piensas que voy a dejarte salir así con el frío que hace?
¿Es que quieres que tu madre acabe conmigo?
Se
acercó al armario, lo abrió y cogió mi anorak y unos calcetines
gruesos. Me puso de pie sobre la cama y me colocó el abrigo sobre el
pijama. Tuve que sujetarme a su hombro mientras me ponía los
calcetines y remetía en ellos la pernera del pantalón. Cuando
acabó, me examinó sonriente y me montó a caballito.
—Ahora
sí podemos bajar.
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