Dos
extraños cubiertos con capas oscuras se erguían frente a mí. Sus
ojos, rojos como la sangre, brillaban como los de un animal salvaje.
Supe desde el principio que estaba soñando, por lo que no tuve miedo
de acercarme. Cuando me encontraba a solo unos pasos de ellos,
dejaron caer las capuchas y sus rostros quedaron al descubierto.
Sentí un estremecimiento de terror al reconocer a mi padre y a
Alice. Quise hablarles, pero justo entonces aparecieron tras ellos
los Vulturis y toda su guardia. Me llevé una mano a la boca para
sofocar un grito. Entonces todo me resultó familiar. Ya había
tenido aquel sueño antes y sabía cómo iba a continuar. Jane usaría
su don para impedir que Carlisle se acercase a mí. Yo me giraría
para observar a mi familia y vería el rostro desolado de mi madre
mientras Aro me invitaba a acercarme a él antes de que alguien
más resultase
herido. Entonces buscaría a Jacob y no le encontraría…
Pero
a pesar de conocer con exactitud todo lo que iba a ocurrir, me
desperté igual de angustiada que la vez anterior. La única
diferencia es que ahora Jacob estaba a mi lado cuando me incorporé y
le llamé al borde del colapso. Él se levantó y me abrazó con
fuerza.
—Tranquila.
Sólo ha sido una pesadilla. Ya pasó. Estoy aquí, ¿ves? Estoy a tu
lado.
No
podía parar de llorar. Los miedos de mi infancia resurgieron de
nuevo y me plantaron cara. Antes me aterraba que pudiesen hacerle
daño a mi amigo, pero ahora era algo más que eso. Si llegase a
pasarle algo me moriría, literalmente hablando.
Traté
de sofocar el llanto, y cuando lo tuve más o menos bajo control, me
zafé de su abrazo y me puse en pie.
—¿Qué
hora es? -pregunté.
—Son
casi las seis. Está a punto de amanecer. Vamos, vuelve a la cama e
intenta dormir. Aún es muy temprano.
—No.
Necesito hablar con mis padres.
Y
sin mediar una sola palabra más, salí y bajé al salón. Esme se
giró sonriente cuando me oyó, pero su expresión se alarmó al
verme. Se levantó del sofá y voló a mi encuentro.
—¿Qué
ha pasado, cariño?
—¿Dónde
están mis padres?
—¡Renesmee!
Mi
madre asomó por la puerta de la cocina y corrió a abrazarme con mi
padre a la zaga. Enseguida, toda mi familia estuvo reunida en torno a
mí. Nos dirigimos al sofá. Jacob apareció en lo alto de las
escaleras, con el pelo revuelto y los ojos medio cerrados a causa del
sueño, y bajó para sentarse en el suelo a mi lado, apoyando la
cabeza en mis rodillas mientras emitía un enorme bostezo. Poco
después llegaron también Kate, Garrett, Tanya, Carmen y Eleazar.
Todos me miraban con curiosidad.
—Has
vuelto a tener ese sueño, ¿no es cierto?
Miré
a mi padre y asentí. Su cara era el vivo reflejo de la preocupación.
—¿De
qué se trata? -quiso saber Eleazar.
—Hace
tiempo, soñó que Alice y yo nos habíamos unidos a los Vulturis
-explicó él-. Aro la reclamaba bajo la amenaza de hacerle daño a
alguien si no obedecía y ella deducía que ya habían herido a Jacob
al no encontrarle entre nosotros.
Deslicé
la mano por su ardiente pecho y él la aferró con dulzura. Carlisle
continuó con la explicación.
—Alice
no ha podido ver nada. Como ya sabéis, el vínculo que une a
Renesmee con Jacob, hace que su futuro desaparezca de sus visiones.
Pero cree que, al igual que le ocurría a Bella, es posible que
Nessie tenga una especie de don por el cual visualice ciertos
acontecimientos futuros a través de sus sueños.
—¿A
ti te ocurría eso? -preguntó Garrett mirando a mi madre con los
ojos muy abiertos.
—A
veces. Pero la mayoría de mis sueños no se ajustaban con exactitud
a lo que más tarde ocurría. Eran más bien como bocetos de lo que
iba a ocurrir.
—Sigo
pensando que sólo son sueños.
—Se
le ha repetido, Rosalie -le indicó Alice-, ¿eso tampoco te extraña?
—Pues
no. Mucha gente suele tener el mismo sueño varias veces y no por
ello se cumple.
—Debes
recordar que nosotros no somos como la mayoría de la gente, querida
-comentó Eleazar-. Y si tenemos en cuenta lo que le ocurría a
Bella, es conveniente que permanezcamos en alerta.
Yo
estaba inmóvil, sentada entre mis padres, con una de mis manos
atrapada entre las de Jacob y la otra tratando de alisarle su
enmarañada melena. No podía ver cuál era su expresión y eso me
tenía intranquila. Miré a mi padre en busca de alguna señal, pero
él tenía la mirada perdida. De cuando en cuando fruncía el ceño o
hacía alguna mueca. Estaba hablando
con
alguien. Pero, ¿con quién? Miré a mi alrededor y vi que todos
conversaban menos Alice. Debía haber imaginado que era con ella. ¿De
qué hablaban? Odiaba sus conversaciones
silenciosas y
más si tenían que ver conmigo. Entonces su respiración se
entrecortó y se le dilataron las aletas de la nariz.
—¡No!
-murmuró de forma casi inaudible-. No pienso permitir que se aleje
de mi lado.
Todos
se quedaron en silencio y le miraron. Jacob se giró para poder
observarle.
—¿Por
qué no? -le preguntó malhumorado mientras yo le miraba
estupefacta-. Puedo cuidar de ella tan bien como cualquiera de
vosotros.
Así
que era con él con quien hablaba
mi
padre.
—Y
no lo discuto. Pero ni pienses que voy a permitir que ella esté
lejos de mí si hay algún tipo de peligro acechándola.
—¿Y
no crees que es más probable que el peligro abunde donde estéis
vosotros? Cuanto más lejos esté de aquí, más segura estará.
—Ya
te lo he dicho. No pienso alejarme de ella.
—¿Puedo
saber qué está pasando?
Fui
yo quien lo preguntó, pero podía haber sido cualquiera teniendo en
cuenta el modo en el que todos les miraban.
—Jacob
cree que lo mejor es que te vayas con él a Forks.
Sentí
cómo mi madre me apretó instintivamente contra su costado.
—¡Ni
lo sueñes, Jake! -le espetó-. Además, su sueño transcurre en
Forks, ¿no?
—No
tenemos por qué irnos necesariamente a Forks. Estoy dispuesto a irme
con ella a cualquier rincón del mundo. Seguro que a Rebecca…
—He
dicho que no -insistió mi madre-. En ningún otro sitio estará tan
segura como en esta casa, entre nosotros.
Me
habría gustado poder pedirles que dejasen de discutir sobre lo que
era mejor para mí, pero mi voz me había abandonado.
Rosalie
se incorporó y nos miró a todos con los ojos desorbitados.
—¿Es
que os habéis vuelto todos locos? ¡Maldita sea! ¡Sólo ha sido un
sueño! Ya le ocurrió una vez y al final se nos acabó olvidando.
Ésta vez será más de lo mismo. ¿Por qué os ponéis tan
histéricos?
—Creo
que Rosa tiene razón -apuntó Emmett mirándome con gesto
contrariado-. Estamos sacando las cosas de quicio y probablemente no
sea nada.
—¿Y
si lo es? -protestó Alice-. ¿Y si lo dejamos pasar y ocurre algo?
-miró a Jacob e hizo un mohín-. ¡Es un fastidio estar tan ciega!
Él
también se levantó y fijó los ojos en mi madre de forma
suplicante.
—Bella,
la última vez que nos enfrentamos a esos… vampiros italianos, tú
me confiaste el cuidado de Renesmee, ¿lo recuerdas? -ella le ignoró
y hundió su cara entre mi pelo-. Vuelve a hacerlo. Te prometo que no
pienso permitir que le ocurra nada. Sabes que eso no va a pasar.
Confía en mí -mi madre le miró y se limitó a decir que no con la
cabeza provocando su enfado-. Bien, como queráis. Pero os aviso que
en cuanto sospeche que corre el más ínfimo peligro voy a llevármela
de aquí aunque sea a la fuerza y no va a importarme en absoluto a
quién tenga que llevarme por delante con tal de ponerla a salvo.
Se
dirigió a las escaleras y empezó a subirlas a grandes zancadas. Me
deslicé con cuidado entre los brazos de mi madre y fui tras él. Le
encontré sentado en el borde de mi cama, con gesto enfadado y los
dedos entrelazados con fuerza. Cerré la puerta y avancé hasta
detenerme frente a él. Hundí mis dedos en su pelo. Él apoyó la
cabeza en mi estómago y me abrazó.
—No
te preocupes, Jay, Seguro que Rose tiene razón y dentro de un par de
semanas ni nos acordamos de esto.
—No
podría soportar que te pasase algo -susurró sin despegarse de mí.
—No
va a pasarme nada, tonto. Ya verás. Sólo ha sido un sueño, ¿no?
La
culpabilidad me oprimía el pecho de tal forma que hasta me costaba
respirar. Todo lo había provocado yo… Otra vez. Era yo quien había
iniciado todo el revuelo al asustarme por una estúpida pesadilla.
Tenía que aprender a controlarme si no quería seguir causando
problemas.
—¿Quieres
estrenar mi coche nuevo? -le pregunté tratando de serenarle-. Yo aún
no sé conducir y he pensado que podrías llevarme a dar una vuelta.
Mi
treta dio resultado y alzó la cabeza mirándome con una enorme
sonrisa.
—¿Estás
de guasa?
Me
encogí de hombros.
—Para
nada, hablo en serio. Me apetece dar un paseo en coche. Y creo que a
ti tampoco te vendría mal salir un rato.
Se
levantó y, tras besarme efusivamente, me cogió de la mano y empezó
a tirar de mí. Tuve que emplear todas mis fuerzas para obligarle a
detenerse y hacerle ver que estábamos aún en pijamas.
Me
vestí, me hice una coleta y salimos de la habitación casi volando
hacia el garaje. Todos se quedaron en silencio cuando pasamos por el
salón. Era obvio que seguían hablando de lo mismo. Ignoré el
impulso de incitarles a que continuasen hablando aunque, de todos
modos, no me habría dado tiempo de hacerlo, pues Jacob seguía
tirando de mí a toda velocidad, dándome apenas la ocasión de
detenerme para coger las llaves.
Entramos
y me soltó para poder recorrer la carrocería de mi coche con la
yema de los dedos, mirándolo como si fuese algo sobrenatural.
—Un
BMW Z4 -comentó para sí mismo, maravillado. Después alzó la cara
y me miró con un atisbo de envidia-. Ness, eres una privilegiada.
Vas a llevar ni más ni menos que 340 cv. entre tus manos. ¿No te
parece alucinante?
—Sí,
muy alucinante -murmuré. Ni siquiera sabía de qué me estaba
hablando. Para mí era, simplemente, un deportivo negro. Precioso,
eso sí, pero no podía decir mucho más sobre él-. ¿Nos vamos o
qué?
Le
lancé las llaves y él las cogió al vuelo sin ni tan siquiera
despegar los ojos de las llantas. Nos montamos y, después de oírle
alabar las múltiples cualidades de mi auto, empleando términos que
me eran por completo desconocidos, nos pusimos en marcha. Condujo con
mucha precaución hasta llegar a una amplia carretera. Una vez allí,
pisó el acelerador y tomó rumbo a Fairbanks, sonriendo y
disfrutando con cada rugido del motor como si se tratase del más
maravilloso de los sonidos. Llevábamos la capota bajada y el viento
le pegaba los pelos a la cara de tal modo que no comprendía cómo
podía ver por dónde íbamos. Me alegré de haberme recogido el
pelo, así podría disfrutar mejor del paisaje. Era la primera vez
que iba a la ciudad. Nunca me había acercado siquiera al no
encontrarme con ánimo para hacerlo. El recuerdo de los días pasados
me sacudió con tanta fuerza que me cortó la respiración. La mano
de Jacob se amoldó a mi mejilla. Volví la cabeza para mirarle y vi
la preocupación pintada en su rostro mientras reducía la velocidad
casi al mínimo.
—¿Estás
bien? -asentí tratando de sonreírle-. ¿En qué pensabas? No creo
que fuese nada bueno -aventuró.
Sujeté
su mano y la acerqué a mis labios para besarla tratando de no
transmitirle ningún pensamiento. Como no podía ser de otra forma,
no lo conseguí. Mi dolor y mi incomodidad se traspasaron a él, que
arrugó el entrecejo y volvió a mirar al frente pisando de nuevo el
acelerador.
—Lo
siento -murmuré con arrepentimiento.
—¿Qué
lo sientes? ¿Tú? -bufó y apartó la mano de mi cara, colocándola
sobre el volante- No seas boba, tú no tienes nada que sentir.
—No
quieras cargar con toda la culpa. Yo también tengo mi parte. No
tendría que haber sacado mis conclusiones tan deprisa.
—Y
no habrías tenido que sacar ninguna conclusión si yo hubiera tenido
el valor de aclararte las cosas desde el principio.
Su
alegato era irrefutable. Aun así, tenía que tratar como fuera de
dejar el pasado atrás y centrarme en el presente, un presente que,
esta vez de verdad, se presentaba cargado de esperanza e ilusión.
Sabía que cuanto más tiempo estuviese pensando en lo que había
ocurrido más difícil iba a ponerme las cosas pero, sobre todo, más
difícil iba a ponérselas a él. Además, no íbamos a permanecer
mucho tiempo juntos. Él debía permanecer junto a su manada y yo aun
no me sentía preparada para alejarme de mi familia, por lo que no
iba a desperdiciar las pocas ocasiones en las que estaría con él
haciéndole sentir mal. Haría lo que fuese con tal de verle feliz.
Me
solté el pelo y eché su cabeza un poco hacia adelante para
recogerle el suyo. El viento era cada vez más fuerte y él
necesitaba más que yo tener la cara despejada. Me sonrió y hundió
una de sus manos en mi cabello. Su gesto se oscureció.
—¿Qué
pasa, Jake?
—Casi
me da un patatús cuando vi lo que te habías hecho. ¿Cómo has
podido hacer semejante burrada?
—Vale,
me he perdido.
—Tu
pelo, Ness. ¿Por qué lo hiciste?
Estaba
claro que él tampoco iba a ponerme las cosas fáciles. Respiré
hondo y me esforcé por no perder la sonrisa.
—No
quería tener nada que me recordase a ti.
—¿Y
por qué no te lo recogiste y punto?
—Jake,
por favor.
—Vale,
vale. Cambio de tema, ¿no? -me incliné hacia él y apoyé mi cabeza
en su hombro-. Voy a echarte tanto de menos…
—Sólo
serán un par de semanas.
—Pienso
pasarme cada uno de los segundos que estemos separados pegado al
teléfono -me besó en los cabellos y yo alcé la cara para alcanzar
sus labios-. Vas a cansarte de mí.
—Siento
decirte que eso no va a pasar. Probablemente seas tú quien se canse
de mí.
—Sí,
claro. ¿Alguna tontería más?
Me
reí entre dientes y volví a recostar la cabeza en el asiento.
Estábamos entrando en la ciudad, que empezaba a despertarse
lentamente mientras los primeros rayos de sol anunciaban un día
climatológicamente despejado. Paramos frente a un parque y nos
bajamos. Tres chicos jóvenes que, a juzgar por las mochilas que
colgaban de sus hombros, debían de dirigirse a clase, se giraron
para mirarnos, dándose codazos unos a otros. Jacob se tensó y
apretó mi mano.
—No
hace falta ser tu padre para saber lo que van pensando esos… -le
miré alzando una ceja-.
“¿Qué
hace una pedazo de tía como esa con un gandul como ese?”
Puse
los ojos en blanco y me pegué a él rodeándole la cintura con ambos
brazos.
—¿Y
cómo lo sabes? ¿Quién te dice que en lugar de eso no estaban
admirando tus bíceps?
—No
seas tonta, Nessie. No estaban fijándose precisamente en mí… Eres
un bombón cielo. Lo raro sería que pasases desapercibida.
—Para,
¿sí? -le rogué con la cara encendida.
—¿Por
qué? ¿Es que te da vergüenza? Es la verdad, mírate. Estás…
—Para
ya.
—Seguro
que estaban mirando tus increíbles piernas y…
—¡Jacob!
-empezó a reírse a carcajadas-. Además, ¿no se supone que te
había molestado?
—Sí,
pero me lo he pensado mejor. Me da igual quién y cómo te miren.
—Y
eso, ¿por qué?
—Porque
ellos sólo pueden mirarte, mientras que yo… -se detuvo y se acercó
de frente a mí, rodeándome con sus brazos y acercándome a él
mientras me besaba de forma apasionada-. Ésto es mucho mejor que
sólo mirar, ¿no crees?
—Mucho
mejor -admití.
Nos
sentamos en un banco y nos quedamos en silencio. No hacía falta
hablar. Nos conformábamos con poder estar juntos.
—No
puedo sacarme de la cabeza esa estúpida pesadilla -dijo casi entre
dientes.
—Tú
lo has dicho. Sólo ha sido una estúpida
pesadilla.
—No
sé Ness. Tengo un mal presentimiento. Como si se avecinase algo
chungo.
—Lo
único chungo
que
se avecina es el tortazo que voy a darte como no te olvides de eso de
una vez.
—Vale,
vale -suspiró profundamente y me sonrió-. Supongo que hoy me siento
un poco pesimista.
—¿Pesimista
tú? Cuesta creerlo.
—Nos
vamos esta tarde, y la idea de estar sin ti ahora que por fin están
las cosas bien no me alegra especialmente.
—Eso
ya lo hemos hablado. Sólo serán tres semanas, cuatro como mucho, y
se van a pasar volando.
—Eso
espero, o me acabaré volviendo loco -me besó-. ¿Y si regresamos?
Charlie y el resto ya se habrán levantado y van a cabrearse conmigo
por absorber todo tu tiempo.
—Creo
que podrán entenderlo -me senté a horcajadas sobre él y puse mis
manos en su nuca atrayéndole hacia mí. Pero, para mi sorpresa, me
detuvo-. Y ahora, ¿qué pasa?
—Los
chicos lo entenderán, pero seguro que luego Charlie me pega la
bronca.
—Está
bien- refunfuñé-. Vámonos.
Nos
incorporamos y él me abrazó con fuerza.
—Tenemos
toda la eternidad por delante -me recordó.
Me
puse de puntillas para poder alcanzar su boca y él me facilitó el
camino inclinándose hacia mi posición.
—No
sé si tendré suficiente -le insinué.
De
cualquier modo, la perspectiva era de lo más prometedora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario