ANNA PLAYLIST

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cap. 14 Más De Lo Mismo


Dos extraños cubiertos con capas oscuras se erguían frente a mí. Sus ojos, rojos como la sangre, brillaban como los de un animal salvaje. Supe desde el principio que estaba soñando, por lo que no tuve miedo de acercarme. Cuando me encontraba a solo unos pasos de ellos, dejaron caer las capuchas y sus rostros quedaron al descubierto. Sentí un estremecimiento de terror al reconocer a mi padre y a Alice. Quise hablarles, pero justo entonces aparecieron tras ellos los Vulturis y toda su guardia. Me llevé una mano a la boca para sofocar un grito. Entonces todo me resultó familiar. Ya había tenido aquel sueño antes y sabía cómo iba a continuar. Jane usaría su don para impedir que Carlisle se acercase a mí. Yo me giraría para observar a mi familia y vería el rostro desolado de mi madre mientras Aro me invitaba a acercarme a él antes de que alguien más resultase herido. Entonces buscaría a Jacob y no le encontraría…
Pero a pesar de conocer con exactitud todo lo que iba a ocurrir, me desperté igual de angustiada que la vez anterior. La única diferencia es que ahora Jacob estaba a mi lado cuando me incorporé y le llamé al borde del colapso. Él se levantó y me abrazó con fuerza.
Tranquila. Sólo ha sido una pesadilla. Ya pasó. Estoy aquí, ¿ves? Estoy a tu lado.
No podía parar de llorar. Los miedos de mi infancia resurgieron de nuevo y me plantaron cara. Antes me aterraba que pudiesen hacerle daño a mi amigo, pero ahora era algo más que eso. Si llegase a pasarle algo me moriría, literalmente hablando.
Traté de sofocar el llanto, y cuando lo tuve más o menos bajo control, me zafé de su abrazo y me puse en pie.
¿Qué hora es? -pregunté.
Son casi las seis. Está a punto de amanecer. Vamos, vuelve a la cama e intenta dormir. Aún es muy temprano.
No. Necesito hablar con mis padres.
Y sin mediar una sola palabra más, salí y bajé al salón. Esme se giró sonriente cuando me oyó, pero su expresión se alarmó al verme. Se levantó del sofá y voló a mi encuentro.
¿Qué ha pasado, cariño?
¿Dónde están mis padres?
¡Renesmee!
Mi madre asomó por la puerta de la cocina y corrió a abrazarme con mi padre a la zaga. Enseguida, toda mi familia estuvo reunida en torno a mí. Nos dirigimos al sofá. Jacob apareció en lo alto de las escaleras, con el pelo revuelto y los ojos medio cerrados a causa del sueño, y bajó para sentarse en el suelo a mi lado, apoyando la cabeza en mis rodillas mientras emitía un enorme bostezo. Poco después llegaron también Kate, Garrett, Tanya, Carmen y Eleazar. Todos me miraban con curiosidad.
Has vuelto a tener ese sueño, ¿no es cierto?
Miré a mi padre y asentí. Su cara era el vivo reflejo de la preocupación.
¿De qué se trata? -quiso saber Eleazar.
Hace tiempo, soñó que Alice y yo nos habíamos unidos a los Vulturis -explicó él-. Aro la reclamaba bajo la amenaza de hacerle daño a alguien si no obedecía y ella deducía que ya habían herido a Jacob al no encontrarle entre nosotros.
Deslicé la mano por su ardiente pecho y él la aferró con dulzura. Carlisle continuó con la explicación.
Alice no ha podido ver nada. Como ya sabéis, el vínculo que une a Renesmee con Jacob, hace que su futuro desaparezca de sus visiones. Pero cree que, al igual que le ocurría a Bella, es posible que Nessie tenga una especie de don por el cual visualice ciertos acontecimientos futuros a través de sus sueños.
¿A ti te ocurría eso? -preguntó Garrett mirando a mi madre con los ojos muy abiertos.
A veces. Pero la mayoría de mis sueños no se ajustaban con exactitud a lo que más tarde ocurría. Eran más bien como bocetos de lo que iba a ocurrir.
Sigo pensando que sólo son sueños.
Se le ha repetido, Rosalie -le indicó Alice-, ¿eso tampoco te extraña?
Pues no. Mucha gente suele tener el mismo sueño varias veces y no por ello se cumple.
Debes recordar que nosotros no somos como la mayoría de la gente, querida -comentó Eleazar-. Y si tenemos en cuenta lo que le ocurría a Bella, es conveniente que permanezcamos en alerta.
Yo estaba inmóvil, sentada entre mis padres, con una de mis manos atrapada entre las de Jacob y la otra tratando de alisarle su enmarañada melena. No podía ver cuál era su expresión y eso me tenía intranquila. Miré a mi padre en busca de alguna señal, pero él tenía la mirada perdida. De cuando en cuando fruncía el ceño o hacía alguna mueca. Estaba hablando con alguien. Pero, ¿con quién? Miré a mi alrededor y vi que todos conversaban menos Alice. Debía haber imaginado que era con ella. ¿De qué hablaban? Odiaba sus conversaciones silenciosas y más si tenían que ver conmigo. Entonces su respiración se entrecortó y se le dilataron las aletas de la nariz.
¡No! -murmuró de forma casi inaudible-. No pienso permitir que se aleje de mi lado.
Todos se quedaron en silencio y le miraron. Jacob se giró para poder observarle.
¿Por qué no? -le preguntó malhumorado mientras yo le miraba estupefacta-. Puedo cuidar de ella tan bien como cualquiera de vosotros.
Así que era con él con quien hablaba mi padre.
Y no lo discuto. Pero ni pienses que voy a permitir que ella esté lejos de mí si hay algún tipo de peligro acechándola.
¿Y no crees que es más probable que el peligro abunde donde estéis vosotros? Cuanto más lejos esté de aquí, más segura estará.
Ya te lo he dicho. No pienso alejarme de ella.
¿Puedo saber qué está pasando?
Fui yo quien lo preguntó, pero podía haber sido cualquiera teniendo en cuenta el modo en el que todos les miraban.
Jacob cree que lo mejor es que te vayas con él a Forks.
Sentí cómo mi madre me apretó instintivamente contra su costado.
¡Ni lo sueñes, Jake! -le espetó-. Además, su sueño transcurre en Forks, ¿no?
No tenemos por qué irnos necesariamente a Forks. Estoy dispuesto a irme con ella a cualquier rincón del mundo. Seguro que a Rebecca…
He dicho que no -insistió mi madre-. En ningún otro sitio estará tan segura como en esta casa, entre nosotros.
Me habría gustado poder pedirles que dejasen de discutir sobre lo que era mejor para mí, pero mi voz me había abandonado.
Rosalie se incorporó y nos miró a todos con los ojos desorbitados.
¿Es que os habéis vuelto todos locos? ¡Maldita sea! ¡Sólo ha sido un sueño! Ya le ocurrió una vez y al final se nos acabó olvidando. Ésta vez será más de lo mismo. ¿Por qué os ponéis tan histéricos?
Creo que Rosa tiene razón -apuntó Emmett mirándome con gesto contrariado-. Estamos sacando las cosas de quicio y probablemente no sea nada.
¿Y si lo es? -protestó Alice-. ¿Y si lo dejamos pasar y ocurre algo? -miró a Jacob e hizo un mohín-. ¡Es un fastidio estar tan ciega!
Él también se levantó y fijó los ojos en mi madre de forma suplicante.
Bella, la última vez que nos enfrentamos a esos… vampiros italianos, tú me confiaste el cuidado de Renesmee, ¿lo recuerdas? -ella le ignoró y hundió su cara entre mi pelo-. Vuelve a hacerlo. Te prometo que no pienso permitir que le ocurra nada. Sabes que eso no va a pasar. Confía en mí -mi madre le miró y se limitó a decir que no con la cabeza provocando su enfado-. Bien, como queráis. Pero os aviso que en cuanto sospeche que corre el más ínfimo peligro voy a llevármela de aquí aunque sea a la fuerza y no va a importarme en absoluto a quién tenga que llevarme por delante con tal de ponerla a salvo.
Se dirigió a las escaleras y empezó a subirlas a grandes zancadas. Me deslicé con cuidado entre los brazos de mi madre y fui tras él. Le encontré sentado en el borde de mi cama, con gesto enfadado y los dedos entrelazados con fuerza. Cerré la puerta y avancé hasta detenerme frente a él. Hundí mis dedos en su pelo. Él apoyó la cabeza en mi estómago y me abrazó.
No te preocupes, Jay, Seguro que Rose tiene razón y dentro de un par de semanas ni nos acordamos de esto.
No podría soportar que te pasase algo -susurró sin despegarse de mí.
No va a pasarme nada, tonto. Ya verás. Sólo ha sido un sueño, ¿no?
La culpabilidad me oprimía el pecho de tal forma que hasta me costaba respirar. Todo lo había provocado yo… Otra vez. Era yo quien había iniciado todo el revuelo al asustarme por una estúpida pesadilla. Tenía que aprender a controlarme si no quería seguir causando problemas.
¿Quieres estrenar mi coche nuevo? -le pregunté tratando de serenarle-. Yo aún no sé conducir y he pensado que podrías llevarme a dar una vuelta.
Mi treta dio resultado y alzó la cabeza mirándome con una enorme sonrisa.
¿Estás de guasa?
Me encogí de hombros.
Para nada, hablo en serio. Me apetece dar un paseo en coche. Y creo que a ti tampoco te vendría mal salir un rato.
Se levantó y, tras besarme efusivamente, me cogió de la mano y empezó a tirar de mí. Tuve que emplear todas mis fuerzas para obligarle a detenerse y hacerle ver que estábamos aún en pijamas.
Me vestí, me hice una coleta y salimos de la habitación casi volando hacia el garaje. Todos se quedaron en silencio cuando pasamos por el salón. Era obvio que seguían hablando de lo mismo. Ignoré el impulso de incitarles a que continuasen hablando aunque, de todos modos, no me habría dado tiempo de hacerlo, pues Jacob seguía tirando de mí a toda velocidad, dándome apenas la ocasión de detenerme para coger las llaves.
Entramos y me soltó para poder recorrer la carrocería de mi coche con la yema de los dedos, mirándolo como si fuese algo sobrenatural.
Un BMW Z4 -comentó para sí mismo, maravillado. Después alzó la cara y me miró con un atisbo de envidia-. Ness, eres una privilegiada. Vas a llevar ni más ni menos que 340 cv. entre tus manos. ¿No te parece alucinante?
Sí, muy alucinante -murmuré. Ni siquiera sabía de qué me estaba hablando. Para mí era, simplemente, un deportivo negro. Precioso, eso sí, pero no podía decir mucho más sobre él-. ¿Nos vamos o qué?
Le lancé las llaves y él las cogió al vuelo sin ni tan siquiera despegar los ojos de las llantas. Nos montamos y, después de oírle alabar las múltiples cualidades de mi auto, empleando términos que me eran por completo desconocidos, nos pusimos en marcha. Condujo con mucha precaución hasta llegar a una amplia carretera. Una vez allí, pisó el acelerador y tomó rumbo a Fairbanks, sonriendo y disfrutando con cada rugido del motor como si se tratase del más maravilloso de los sonidos. Llevábamos la capota bajada y el viento le pegaba los pelos a la cara de tal modo que no comprendía cómo podía ver por dónde íbamos. Me alegré de haberme recogido el pelo, así podría disfrutar mejor del paisaje. Era la primera vez que iba a la ciudad. Nunca me había acercado siquiera al no encontrarme con ánimo para hacerlo. El recuerdo de los días pasados me sacudió con tanta fuerza que me cortó la respiración. La mano de Jacob se amoldó a mi mejilla. Volví la cabeza para mirarle y vi la preocupación pintada en su rostro mientras reducía la velocidad casi al mínimo.
¿Estás bien? -asentí tratando de sonreírle-. ¿En qué pensabas? No creo que fuese nada bueno -aventuró.
Sujeté su mano y la acerqué a mis labios para besarla tratando de no transmitirle ningún pensamiento. Como no podía ser de otra forma, no lo conseguí. Mi dolor y mi incomodidad se traspasaron a él, que arrugó el entrecejo y volvió a mirar al frente pisando de nuevo el acelerador.
Lo siento -murmuré con arrepentimiento.
¿Qué lo sientes? ¿Tú? -bufó y apartó la mano de mi cara, colocándola sobre el volante- No seas boba, tú no tienes nada que sentir.
No quieras cargar con toda la culpa. Yo también tengo mi parte. No tendría que haber sacado mis conclusiones tan deprisa.
Y no habrías tenido que sacar ninguna conclusión si yo hubiera tenido el valor de aclararte las cosas desde el principio.
Su alegato era irrefutable. Aun así, tenía que tratar como fuera de dejar el pasado atrás y centrarme en el presente, un presente que, esta vez de verdad, se presentaba cargado de esperanza e ilusión. Sabía que cuanto más tiempo estuviese pensando en lo que había ocurrido más difícil iba a ponerme las cosas pero, sobre todo, más difícil iba a ponérselas a él. Además, no íbamos a permanecer mucho tiempo juntos. Él debía permanecer junto a su manada y yo aun no me sentía preparada para alejarme de mi familia, por lo que no iba a desperdiciar las pocas ocasiones en las que estaría con él haciéndole sentir mal. Haría lo que fuese con tal de verle feliz.
Me solté el pelo y eché su cabeza un poco hacia adelante para recogerle el suyo. El viento era cada vez más fuerte y él necesitaba más que yo tener la cara despejada. Me sonrió y hundió una de sus manos en mi cabello. Su gesto se oscureció.
¿Qué pasa, Jake?
Casi me da un patatús cuando vi lo que te habías hecho. ¿Cómo has podido hacer semejante burrada?
Vale, me he perdido.
Tu pelo, Ness. ¿Por qué lo hiciste?
Estaba claro que él tampoco iba a ponerme las cosas fáciles. Respiré hondo y me esforcé por no perder la sonrisa.
No quería tener nada que me recordase a ti.
¿Y por qué no te lo recogiste y punto?
Jake, por favor.
Vale, vale. Cambio de tema, ¿no? -me incliné hacia él y apoyé mi cabeza en su hombro-. Voy a echarte tanto de menos…
Sólo serán un par de semanas.
Pienso pasarme cada uno de los segundos que estemos separados pegado al teléfono -me besó en los cabellos y yo alcé la cara para alcanzar sus labios-. Vas a cansarte de mí.
Siento decirte que eso no va a pasar. Probablemente seas tú quien se canse de mí.
Sí, claro. ¿Alguna tontería más?
Me reí entre dientes y volví a recostar la cabeza en el asiento. Estábamos entrando en la ciudad, que empezaba a despertarse lentamente mientras los primeros rayos de sol anunciaban un día climatológicamente despejado. Paramos frente a un parque y nos bajamos. Tres chicos jóvenes que, a juzgar por las mochilas que colgaban de sus hombros, debían de dirigirse a clase, se giraron para mirarnos, dándose codazos unos a otros. Jacob se tensó y apretó mi mano.
No hace falta ser tu padre para saber lo que van pensando esos… -le miré alzando una ceja-. “¿Qué hace una pedazo de tía como esa con un gandul como ese?”
Puse los ojos en blanco y me pegué a él rodeándole la cintura con ambos brazos.
¿Y cómo lo sabes? ¿Quién te dice que en lugar de eso no estaban admirando tus bíceps?
No seas tonta, Nessie. No estaban fijándose precisamente en mí… Eres un bombón cielo. Lo raro sería que pasases desapercibida.
Para, ¿sí? -le rogué con la cara encendida.
¿Por qué? ¿Es que te da vergüenza? Es la verdad, mírate. Estás…
Para ya.
Seguro que estaban mirando tus increíbles piernas y…
¡Jacob! -empezó a reírse a carcajadas-. Además, ¿no se supone que te había molestado?
Sí, pero me lo he pensado mejor. Me da igual quién y cómo te miren.
Y eso, ¿por qué?
Porque ellos sólo pueden mirarte, mientras que yo… -se detuvo y se acercó de frente a mí, rodeándome con sus brazos y acercándome a él mientras me besaba de forma apasionada-. Ésto es mucho mejor que sólo mirar, ¿no crees?
Mucho mejor -admití.
Nos sentamos en un banco y nos quedamos en silencio. No hacía falta hablar. Nos conformábamos con poder estar juntos.
No puedo sacarme de la cabeza esa estúpida pesadilla -dijo casi entre dientes.
Tú lo has dicho. Sólo ha sido una estúpida pesadilla.
No sé Ness. Tengo un mal presentimiento. Como si se avecinase algo chungo.
Lo único chungo que se avecina es el tortazo que voy a darte como no te olvides de eso de una vez.
Vale, vale -suspiró profundamente y me sonrió-. Supongo que hoy me siento un poco pesimista.
¿Pesimista tú? Cuesta creerlo.
Nos vamos esta tarde, y la idea de estar sin ti ahora que por fin están las cosas bien no me alegra especialmente.
Eso ya lo hemos hablado. Sólo serán tres semanas, cuatro como mucho, y se van a pasar volando.
Eso espero, o me acabaré volviendo loco -me besó-. ¿Y si regresamos? Charlie y el resto ya se habrán levantado y van a cabrearse conmigo por absorber todo tu tiempo.
Creo que podrán entenderlo -me senté a horcajadas sobre él y puse mis manos en su nuca atrayéndole hacia mí. Pero, para mi sorpresa, me detuvo-. Y ahora, ¿qué pasa?
Los chicos lo entenderán, pero seguro que luego Charlie me pega la bronca.
Está bien- refunfuñé-. Vámonos.
Nos incorporamos y él me abrazó con fuerza.
Tenemos toda la eternidad por delante -me recordó.
Me puse de puntillas para poder alcanzar su boca y él me facilitó el camino inclinándose hacia mi posición.
No sé si tendré suficiente -le insinué.
De cualquier modo, la perspectiva era de lo más prometedora.

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