Me
tumbé en la cama boca abajo y centré mis pensamientos en el sonido
de mi respiración. Tenía que ignorar como fuese la sensación de
quemazón que ahora se había unido a la maldita sed. Inspirar...
Expirar... Inspirar... Expirar... Inspirar... ¡Ugh! ¿Dónde se
había metido Jasper? Ya se había echo de día. Y las imágenes
volvían a cobrar fuerza en mi mente.
Sin
motivo aparente, recordé mi pesadilla. Al parecer, mis ojos no era
lo único que había heredado de mi madre. Sólo esperaba que no
continuase igual, sólo que con Jazz y conmigo ocupando el lugar de
Alice y mi padre. Me mataba pensar que pudiese llegar a causarle daño
a algún miembro de mi familia. Algún daño físico, quería decir,
porque para evitar un daño psicológico era ya algo tarde.
Un
pensamiento me llevó a otro y acabé pensando de nuevo en él. Por
mucho daño que me hubiese hecho, no podría soportar que le
ocurriese algo malo. Me daba igual si yo le importaba a él o no,
pero seguía amándole. Iba a seguir amándole el resto de mi vida y
no ganaba nada negándolo.
Por
suerte, justo cuando estaba a punto de rendirme y volver a caer en el
pozo sin fondo del dolor, oí los pasos de mi tío acercándose.
—¿Ness?
-se sentó a mi lado y acarició mi espalda-. ¿Estás bien? -intenté
contestarle pero no me salía la voz-. Tranquila, pequeña. Ya estoy
aquí.
Empecé
a notar la influencia de su don.
—¿Está
bien?
Cuando
oí la voz que había hecho esa pregunta me sobresalté. De no ser
por el poder de Jazz, me habría dado un infarto. Aún temblorosa, me
incorporé hasta quedar sentada en la cama, justo frente a la fría
mirada de Cayo.
—Sí,
estoy bien -contesté con firmeza. Me giré hacia Jasper y le miré
extrañada-. ¿Dónde está Akamu?
—¿Es
que te desagrada mi compañía, jovencita? -le miré incapaz de
contestarle-. Soy tan capaz de acompañarte a comer como puede serlo
Akamu.
—Ella
no se refería a eso, Cayo. Yo le dije que iba...
—Gracias
por las explicaciones, pero no son necesarias -le
cortó de forma maleducada-.
Si no os importa, la "comida"
está
a punto de llegar. Será mejor que nos demos prisa.
Y
sin más dilación. se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta,
desde donde nos miró con impaciencia. Nos levantamos para seguirle.
Sujeté la mano de Jasper mientras reproducía lo que acababa de
decir Cayo sobre la "comida".
No me gustaba la forma en la que lo había dicho. Mi tío fingió
ignorarme y continuamos andando por el oscuro pasillo. Íbamos en
dirección a la sala en la que había visto a mi padre por última
vez y en efecto, fue allí donde entramos. Y era allí donde se
habían reunido la totalidad de los habitantes de aquel lugar. O al
menos eso me pareció cuando vi a la enorme muchedumbre que había
allí reunida. Todos me observaban con curiosidad, por lo que traté
de escudarme detrás de mi tío.
Nada
más entrar, la puerta se cerró. Fuera empezó a formarse un suave
murmullo que se acercaba poco a poco. Venía gente. Podía oir los
latidos de varios corazones apresurados. Venían humanos.
Mi
pulso ascendió a mil. Ahora sabía a que se refería Cayo. Así que
esa era la comida: sangre humana. Miré a Jasper aterrada. Él
también se había dado cuenta de lo que estaba a punto de pasar. Dio un traspiés y habría caído de no ser porque yo lo sujeté. Ni
siquiera trató de tapar mi reacción, pues él se sentía
exactamente igual que yo. Sus ojos estaban abiertos y su cara
reflejaba pavor. Parecía como si hubiese entrado en estado de shock.
No sabía qué hacer. Busqué a Akamu para pedirle ayuda, pero estaba
justo detrás de Cayo y no podía verme. Los pasos se acercaban y
Jasper seguía sin reaccionar. Una risita ahogada llamó mi atención.
Me giré hacia un lado para encontrarme con Jane, que parecía estar
divirtiéndose de lo lindo mientras nos observaba con curiosidad. Los
pasos estaban ya al otro lado de la puerta. Oía murmullos en un
idioma que no conocía, pero alcanzaba a notar el miedo en sus voces.
Tras varios segundos, la puerta se empezó a abrir lentamente. Una
despampanante mujer de pelo color caoba y unos llamativos ojos de
color violeta (que me hicieron sospechar que eran de ese color debido
al contraste de unas lentes de contacto de algún color azulado con
el rojo natural), asomó y asintió mirando hacia Aro, quien le
devolvió el asentimiento y comentó:
—Bon
apetit.
Un
gruñido de impaciencia se extendió por todos los allí presentes
cuando un grupo de unas quince o veinte personas entró recorriendo
la estancia con ojos llenos de pavor. Apenas me dio tiempo a fijarme
en un chico de unos treinta años que parecía pedirme auxilio con la
mirada. No pude hacer nada. Excepto Jasper y yo, todos se lanzaron
sobre ellos. Se formó una horrible orquesta de gritos y desgarrones
de tejidos. Me encogía cada vez que escuchaba el crujir de un hueso.
Pero
pronto el olor de la sangre nubló el resto de mis sentidos. Comencé
a temblar mientras luchaba contra mí misma para evitar unirme a la
masacre. Nunca antes había sentido una necesidad tan imperiosa. Cayo
me miró de forma tentadora mientras hundía su boca en la yugular de
una joven. Noté cómo, inconscientemente, se retiraban mis labios
para mostrar mis dientes. Estaba hambrienta. Como jamás lo había
estado. Apreté fuertemente los puños a ambos lados de mi cuerpo y
cerré los ojos. Tenía que centrarme y evitar cometer una locura. Y
entonces...
...Todo
se volvió negro.
Lo
siguiente que recuerdo es abrir los ojos y encontrarme en mi cama. Me
sentía angustiada y al borde de un ataque de ansiedad. La razón de
esos desagradables sentimientos era simplemente que Jasper no estaba.
Me encontraba completamente sola en aquella fría habitación y con
la garganta más dolorida que nunca.
Curiosamente,
en ese momento me llegó el delicioso aroma de un plato de
macarrones. El hambre me estaba haciendo tener alucinaciones.
Mientras
me incorporaba se abrió la puerta. Apenas pude dar crédito a lo que
veían mis ojos. Marco, cargado con una bandeja en la que traía el
deseado plato de macarrones, un cartucho rebosante de patatas fritas
y una gran jarra con lo que parecían ser unos tres litros de sangre.
—Tú
tío me pidió que te trajese algo de comer. No sé si te gustará
esto. Espero que sí.
Se
acercó a la mesita, dejó allí la bandeja y me hizo un gesto con el
brazo para que me acercase. Era la primera vez que oía su voz... Y
la primera vez que veía en su rostro el amago de una sonrisa, pues
sus ojos seguían conservando ese aire de melancólica tristeza.
Me
acerqué hasta él. El hambre superaba con creces a la desconfianza.
Me metí una patata en la boca mientras miraba la jarra con el ceño
fruncido. ¿Acaso no sería...? Miré a Marco.
—Tranquila.
Puedes beber sin preocupación. Es sangre animal. Encargué que la
consiguiesen para tí.
Acerqué
el borde a mis labios y no paré hasta terminarla por completo. Tuve
que resistirme a la tentación de meter los dedos para recoger las
ultimas gotas. Me senté en uno de los sofás y comencé a devorar la
pasta. Estaba realmente bueno. Apenas tardé un par de minutos en
vaciar el plato. Marco dejó escapar una débil carcajada cuando me
metí un puñado de patatas en la boca de una vez. Le miré mientras
masticaba y no pude evitar devolverle la sonrisa.
—¿Dónde
está mi tío? -pregunté mientras me metía la última patata en la
boca.
—A
salido de caza con Akamu. Volverá pronto.
Se
hizo un incómodo silencio. Me habría gustado preguntar si yo
también podía salir de caza, pero imaginaba que la respuesta sería
un no
rotundo, así que opté por callarme.
Varios
segundos después, fue él quien habló.
—Renesmee...
-le miré expectante-. Me gustaría disculparme por lo que ha
ocurrido. Cayo ha vuelto a comportarse como el imbécil que es.
Supongo que fue algún tipo de broma que se trajeron entre manos él
y la... estúpida de Jane... y algún otro necio. Yo debería haberos
sacado de allí... Tanto Akamu como yo estamos muy arrepentidos y,
sobre todo, muy avergonzados. Espero que no creas que tuvimos algo
que ver en todo esto.
Estaba
estupefacta. Nunca me habría imaginado a uno de los tres Vulturis
hablando de aquella manera de uno de sus hermanos. Menos aún a
Marco. Había ira y odio en sus palabras cuando se refería a Cayo y
Jane, y aquello me agradó. Me hizo sentir que estaba un poco menos
sola en aquella tétrica estancia.
—No
te preocupes. Sé que no tuvisteis nada que ver en todo este asunto.
No voy a culparos a ninguno de los dos por lo ocurrido. Sé muy bien
quien es el verdadero culpable.
Por
si mi sorpresa no fuese ya lo suficientemente grande, Marco se agachó
junto a mí y colocó su mano en mi mejilla.
—No
permitiré que te ocurra nada malo, ¿entendido? A partir de ahora,
yo mismo me encargaré de que no se os moleste, de que estéis todo
lo bien que os sea posible. Y aquel que se atreva a perjudicaros, ya
sea solamente a intentarlo, te aseguro que lo pagará muy caro
-asentí estupefacta. Él se levantó mostrando su triste sonrisa una
vez más-. Imagino que querrás descansar. Ha sido un día muy...
complicado. Duerme un rato. Tu tío debe de estar a punto de llegar.
Y
sin más, desapareció.
Me encaminé hacia la cama medio aturdida, pensando qué motivo podría
tener Marco para querer defendernos con tanto ahínco. Probablemente
se debiese a su antigua amistad con Carlisle. El abuelo Carlisle...
Comencé a sentir un tremendo sueño. Su bondadosa cara, es lo último
que recordé antes de dejarme dormir profundamente. Jasper no debía
de andar muy lejos.
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